martes, 13 de noviembre de 2012

La noche que derroté a la UltraDerecha Continental

En ese mundo onírico que creo sólo para mí durante mis escasas horas de sueño, a veces suceden malos momentos, situaciones extrañas o, por lo menos, inexplicables.
Noches atrás, por ejemplo, trabajaba en una delegación gubernamental (si, yo, ya lo sé), junto con otras personas, cuando dos nefastos personajes de la historia latinoamericana reciente, se presentaron frente a mí mostrador (de atención al público y venta de osos de peluche (en serio, así fue como lo soñé)).
Uno de ellos era Pinochet (vivo, no un zombie) y Mariano Grondona (este sí creo que era un zombie, pero no estoy seguro), tomados de la mano cual pareja gay perfectamente constituida y que acepta su condición de tal. Venían a hacer un reclamo por una deuda que el estado (sin aclarar cual) tenía con Pinochet.
Al parecer, el viejo dictador, asesino y represor, había vendido a la ciudad de González Catán (que sí existe), unos transformadores eléctricos que no funcionaban, varías décadas antes, y el estado (sin aclarar cual), por supuesto, nunca había saldado la deuda.
Yo presentía que el valor de esa chatarra en la actualidad ascendería a un uno seguido de varios ceros (quizá diez), y que no teníamos esa cantidad para pagar algo que ni siquiera poseíamos en ese momento y que, además, nunca habían funcionado.
Porque los transformadores nunca habían funcionado.
Mi compañero de trabajo, por supuesto, desapareció dejándome sólo para enfrentar y resolver el problema.
El sudor corrió por mi frente, sentía las manos húmedas, mis axilas hirviendo, y los pies fríos. Pero, luego de pensar un poco menos de 2.3 millones de respuestas posibles (incluso: lo siento, no hablo español, luego de haberlo saludado cordialmente como nos obligaba el estatuto de la oficina, aunque los odiaba a ambos por igual, en perfecto español), supe qué debía responder:
—¿Tiene el recibo? —pregunté.
Pinochet y Grondona se miraron sin entender (y me parece que haciéndose ojitos al mismo tiempo).
—¿Algún comprobante de la entrega de los materiales que según su propia y única palabra nunca le fueron abonados? —dije.
Pero, por supuesto (me gusta mucho la expresión por supuesto, por eso la repito cuando puedo), no tenían nada de eso.
Con una amplia sonrisa en mis labios, de ganador innato de todas las competencias en las que me veía obligado de participar, les pedí que, si no tenían nada más que hacer allí, por supuesto, se retiraran.
Sólo después de verlos salir cabizbajos de la oficina, me decidí a despertarme…

Más información sobre tan nefastos personajes en la wikipedia:

3 comentarios:

Geraldine, dijo...

ni en sueños caen bien....y si, grondona está con un pie adentro y otro afuera, todavía sigue vivo pero tullido, asi sufre un poco...

Joe dijo...

Lo leí varias veces y siempre funciona.
Demandamos la recopilación de relatos cortos aquí expuestos en libro, electrónico o en papel.

jlg

Xindansvinto dijo...

Ah, la burocracia... Saca de quicio hasta a los déspotas. Bien por usted! Pero cuidado con los abogados...

Salud.