Era verde aquella luz…
Sí, la que brillaba en la lejana
colina sin explicación, sin razones de ser. La que despertaba la curiosidad.
Era verde…
Nunca vimos nada tan intenso, tan
real. Aunque la sabíamos parte de un sueño, de un delirio o del misticismo.
Era verde aquella luz…
Que nunca amenazó con dejarnos
ciegos, ni tampoco iluminaba nuestro entendimiento; tan sólo permanecía allí.
Era verde.
Un verde al que no nos atrevíamos a
acercarnos, por miedo o reverencia, o por lo que demonios fuera. Nadie hablaba
en su presencia, porque tal vez podía oírnos.
Era verde aquella luz.
La que brilló tantas noches,
volviéndolas un momento mágico y único para nosotros que no la cuestionábamos.
Era verde.
Aunque nos sabíamos daltónicos, la
veíamos del mismo tono que asociábamos con ese color, por eso podíamos decirlo.
Era verde aquella luz,
Que suponíamos tan eterna como
nuestros sueños y esperanzas, y que una noche en la que la esperábamos para que
espantara nuestros terrores, ya no apareció.
Era verde.
Aquella luz.
Que no volvió a iluminarnos.
Dejándonos hundidos en la más
terrible oscuridad.
La ignorancia.
¿Era verde aquella luz?
3 comentarios:
Según he terminado de leer
me has dejado con la duda
si el verde es verde de verdad
y esa sugestión sólo se logra
cuando el autor nos atrapa
en su magia literaria.
Genial.
Un abrazo José.
Excelente comentario.
Gracias!
J.
todo depende del cristal con que se mire...(frase hecha si las hay...)
la luz no alumbra más...sería verde? no sé. tus palabras sí son verdes.
abrazo*
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