Las eternas lluvias de agosto debieron
alertarnos de lo que se preparaba. Pero, como buenos hombres inconcientes que siempre
fuimos, no lo notamos, jugamos a no darnos cuenta, algo que, en definitiva, es
casi lo mismo.
Los recuerdos no nos hablaban de
tanta lluvia junta, de que el cielo se derramaba sobre nosotros como el llanto
de un niño famélico. ¿Cómo iban a hacerlo si nunca antes vimos tanta lluvia? A nadie le extrañó.
Lo aceptamos sin cuestionarlo, como
tantas otras cosas de la vida.
A las lluvias siempre le sigue algo
peor, algo mucho peor. Como si el agua quisiera despojar a la tierra de toda
defensa posible antes de la llegada de la niebla, la radiación y ese septiembre
post-nuclear que en nada se parece al descripto en el mito de origen de nuestra
sociedad.
Y nosotros, que nada imaginamos,
allí nos quedamos. Esperando, aguardando, a que las cosas continuaran como
nunca lo habían hecho.
Fuimos ilusos.
Pero no podíamos hacer más con
nuestros cuerpos derrotados y los corazones vencidos que nos impulsaban, a
duras penas, a continuar multiplicándonos, como si de ellos dependiera la raza
y no, como bien sabíamos, sólo nuestra muerte.
Llega septiembre otra vez, pocos sobrevivirán.
Mis condolencias para ellos.
6 comentarios:
... Dicho esto, saludo con un beso en el pico a "la del 16", en tanto el dedo gordo de mi pie derecho abraza el final que vengo anunciando, qué mierda.
Eh..., si, esa es la idea.
Gracias por el comentario.
J.
ahora, yo lo leo con lluvia de fondo... ¿cuenta como premonición?
Todo suma, si.
J.
No sería nunca la madrastra mala che! sólo que después de ver que se dan vuelta a mirarte cuando te sacaron una cuadra de ventaja y se te ríen simplemente despierta instintos que pensé que no tenía.
El de "la del 16", fui fyo, Manco Cretino.
Podés creer que la lluvia me había mojado los cartuchos?!!
Y bue', habrá que esperar que seque.
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