domingo, 29 de julio de 2012

…no siempre sale el sol…

Llegó a la esquina y subió al primer ómnibus que apareció por el lugar, sin pensarlo, sin saber qué recorrido haría, si lo acercaba o lo alejaba del lugar al que ignoraba que quería ir. Frías, como agujas de hielo, comenzaban a caer las primeras gotas del cielo plomizo, y era lo único que importaba.
La suerte quiso que llegara a la casa con el tiempo justo antes de que el temporal se desatara. Las pocas estoicas hojas otoñales que conservaban los árboles desaparecieron aquella noche de viento y lluvia. La naturaleza demostró que aún continuaba viva, que los intentos inconmensurables del hombre por aniquilarla, por hacer del mundo un sitio desolado y controlado, nunca fructificarían. Techumbres completas se desprendieron, algunos viejos árboles mal cuidados y con las raíces masacradas años antes por el sólo hecho de levantar aceras o agrietar casas, causaron más daños de los que habrían hecho de continuar libremente su crecimiento.
Rompiendo con la tradición poética, la lluvia no limpió la cuidad de inmundicias y pecadores, solo los acumuló en los rincones y bajo la sombra de la oscuridad. Trajo a la ciudad la memoria de que debajo de todo ese acero y concreto, ladrillo y cemento, perdura la tierra sempiterna, que permanecerá allí cuando de esas construcciones no quede ni el menor recuerdo. Ni siquiera una leyenda.
La noche hizo suyo el tiempo que duró la oscuridad, que el viento azotó puertas y ventanas mal cerradas, que la lluvia inundó calles y demolió terraplenes en la imaginación de los durmientes hombres que se creían a salvo en sus casas, en sus fortalezas de la soledad, en sus refugios de la sociedad. La noche trajo miedo y terror, desamparo y falsa melancolía.
Ejércitos de negras nubes atravesaron el cielo en una y otra dirección según las empujaba el viento, según llegaban las órdenes de despeñarse sobre uno u otro techo. Como secretos reconocimientos, iban y venían, fotografiando lo que encontraban con grandes relámpagos y el ruido de enormes rocas rompiéndose. El durmiente lo ignoraba todo.
Al amanecer, poco era cuanto había cambiado. El cielo apenas se iluminaba en otra tonalidad del gris. Las nubes lo ocupaban todo, estáticas, solemnes, más que nubarrones, sobre la ciudad, aguardando quién sabe qué cosa; tal vez una orden para volver a avanzar, tal vez no.
Por momentos, apenas garuaba, luego cesaba durante horas, siendo reemplazada la lluvia por una brisa tan fría y húmeda que hacía desear el retorno de la lluvia. Porque los hombres siempre anhelan lo que ya no tienen, lo mismo que detestaron cuando se encontraba a su alcance, como un círculo sin salida e imposible de terminar nunca.
Miró por una de las ventanas de la casa hacia el exterior, el día, lo que aparentaba ser un día, tormentoso, olvidable, infinitamente tedioso y sin sentido, amenaza sus horas futuras. La infinita cantidad de posibilidades para utilizar esas horas se sucedían en su mente, lo sabía, podía hacer cuanto quisiera. Pero, también, sabía que terminarían haciendo lo que le habían enseñado a hacer, por más que eso mismo fuera lo único que atentara contra su forma de ser, no importaba, estaba condicionado. Y suspiraba por ello.
Porque sabía que terminaría por abrir la puerta y salir, bajo la lluvia, rumbo al yugo al que algunos denominan, formalmente, trabajo.


7 comentarios:

José A. García dijo...

La fotografía no es mía, el título es ligeramente robado, la sensación en copia fiel de otra que tengo frente a mis ojos.

Las palabras, en cambio, son todas y cada una de ellas de mí propiedad. Soy su único sirviente.

Saludos

J.

Esilleviana dijo...

He buscado "No siempre sale el sol" y también es una canción de un grupo que se llama Statuas d sal.
Tarde más o menos, al final siempre sale el sol, solo que en es intervalo de espera a algunos se nos pasa rápido y a otros, muy largo.

Un abrazo escritor :)
Me agradó esta lectura.

Martha Barnes dijo...

¡Apocalíptico!!!!!Muy bueno.Saludos Martha

Alejo Z. dijo...

Descripción crítica, si se le puede llamar de alguna manera. Mundos derrumbados y reconstruídos alrededor de las personas cada día; y sin embargo sólo porque no salga el Sol, el planeta no interrumpe su girar.
Un abrazo.

José A. García dijo...

Gracias a l@s tres por sus comentarios!

Saludos

J.

Unknown dijo...

Me encantó!!! Una imagen bien conocida por muchos...Saludos!

Anónimo dijo...

... Fue entonces que se voló los sesos y dejó una carta de despedida para su madre diciendo: no te pude decir adios.. "adios". Fin.