jueves, 21 de junio de 2012

La última verdad


Parecía una broma. Una muy perversa, es cierto, pero broma al fin.
La anunciaron los científicos: El sol se caía.
Al final de cuentas, Ptolomeo, Galileo, Copérnico, Kepler, Clarke, Newton, Dick y Einstein estaban equivocados en algo fundamental. El universo era una falacia. Nada existía más allá de la tierra y la luna. El sol era una lámpara que se había desprendido de sus suporte y las otras estrellas resultaron ser puntos de luz que decoraban un manto negro que flameaba sin explicación.
No fue necesario reconocer que el programa Apolo era una mentira, y que Yuri Gagarin no murió en un accidente. No, la verdad era mucho más grande.
Más terrible.
Se ignoraba lo que había del otro lado del manto de estrellas.
¿Éramos el proyecto de ciencias de algún desquiciado? ¿Una fantasía? ¿Una ilusión más?
Los templos y los sex-shops estaban vacíos por igual; los ocho mil millones de humanos se amontonaban en las calles para ver como el hasta entonces astro rey, se precipitaba, poco a poco, hacia la tierra.
Nadie se sorprendió al ver que mantenía su tamaño porque no era más que una lámpara magnificada por los espejos que resultaron ser lo único que componía la atmósfera terrestre. Su calor, en cambio, se sentía cada vez más.
Queda poco por hacer, casi nada. Salvo esperar el choque inminente entre el falso sol y la mentirosa tierra; porque los planes de construir un soporte que mantuviera al sol alejado algunos millones de kilómetros de la superficie no servirían de nada.
Porque la tierra continuaba rotando sobre su eje, y el soporte anclaría al sol a una de las caras de nuestro mundo condenándolo al fuego eterno; mientras que la otra mitad, la otra cara, se hundiría irremediablemente, en la noche de los tiempos.
El final está cerca, muy cerca, y el hombre, ese estúpido animal bípedo, no sabe cómo reaccionar. Seguramente pasará las próximas semanas mirando el cielo, deseando con todas sus fuerzas quedarse ciego antes de ver la muerte crecer a su alrededor.

4 comentarios:

José A. García dijo...

"La Penúltima Verdad" siempre será la de P. K. Dick.

Saludos a tod@s mis lectores habituales y perdón por carecer de tiempo para visitarlos a todos como se los debo.

Suerte!

J.

censurasigloXXI dijo...

Uuuuuh, hace siglos leí esta novela! Recuerdo que me impresionó la sensación de "mito de la caverna" y cómo se repartían el mundo dos bandos elitistas. Vaya recuerdos!

Un abrazo, no te preocupes por las visitas, ya vendrás cuando puedas, café hay.

Mista Vilteka dijo...

Caramba, es mortífero el asunto. No sólo un montón de tiempo perdido que pudo ser aprovechado en derretir y rearmar pescaditos de oro, sino que nos quemaremos todos por una lámpara que cae. Me acuerdo del Rey León con aquello de 'seguro son luciérnagas pegadas en el techo". ¡Un abrazo! F.

alkerme dijo...

angustioso final.
Saludos,