jueves, 17 de mayo de 2012

Friolento


Tan legendaria era su prosapia que pesaba sobre su cabeza como el recuerdo permanente de su defecto. Los héroes con los que lo vinculaba su linaje, sin dudas, se reían de él desde sus tumbas. Pero nada podía hacer ahora, los tiempos eran otros, los desafíos habían cambiado; y nadie recordaba a los aventureros de siglos anteriores.
Sólo él recordaba que su bisabuelo compartió la fallida travesía de Nansen hacia el polo norte. Esos sí que eran otros tiempos, de bravos y valientes, de actuar sin dudarlo y no dejarse llevar ni por los acontecimientos ni las emociones. Hacia allí había ido, y regresado con el fracaso de no alcanzar su objetivo, pero con la gloria de ser el primero en intentarlo.
Su bisabuelo regresó de la aventura de juventud y vivió una vida larga y próspera, llena de reconocimientos e hijos. Uno de los cuales fue su abuelo que, a muy tierna edad, se unió a Amudsen en su loca idea de atravesar la Antártida hasta alcanzar el mismísimo polo sur del mundo. El más joven de la tripulación, uno de los sobrevivientes que ni la locura, ni el hambre ni el frío pudieron derrotar.
Quiso ser más que su propio padre, y lo logró. Porque él sí llegó a su destino, a su gloria personal y familiar. La segunda medalla al valor y el reconocimiento de su bravura que ahora pendía sobre la familia como un peso muerto mucho peor que el de la espada de Damocles.
El abuelo regresó lleno de vida y pasión a su antiguo hogar, pero allí ya no tenía lugar. Los espacios que dejara los habían ocupado otros, su trabajo, su sitio en la mesa, en la cama junto a su primera amante. Su pasión por la aventura lo hizo perder cuanto tenía.
Dicen que huyó, o que se embarcó en una nueva travesía, pero, en cierta forma, ambas cosas pueden ser entendidas como sinónimos.
Su padre, el último eslabón de la cadena, participó de varios rescates milagrosos en las abruptas montañas del sur del universo. Los Andes más meridionales se convirtieron en su nuevo hogar. Y aunque nadie lo diga, esos jugadores de rugby no fueron encontrados por una mula y su dueño, sino por su padre, que no quiso quedar documentado en ninguna foto. Ni se lo menciona, tampoco, en ninguna entrevista.
Las vidas heroicas y llenas de historias para contar en largas noches, pesan sobre su cabeza y dificultan explicar por qué él, última generación de valientes de la familia, prefiere la vida tranquila y sin sobresaltos del Caribe. El sol y el mar que sólo se interrumpen unos pocos días al año cuando algún huracán azota las costas de su isla.
Él no estaba hecho para largas travesías ni aventuras sin un final práctico. No, con él la fibra familiar había fallado. Eso podía entenderlo cualquiera que hubiera pasado por una situación similar; por suerte, no perdía el tiempo explicando esos detalles.
Lo inentendible, en cambio, era que un siberian husky prefiriera el calor ecuatorial a la fría estepa del hielo y la soledad.

7 comentarios:

José A. García dijo...

Espero se entienda...

Saludos

J.

Geraldine, dijo...

Creo haberlo entendido....un placer leerte como siempre....
Yo tuve un siberian husky, duro 13 años y en verano le poníamos el ventilador por que no daba mas,,,

Geraldine, dijo...

Creo haberlo entendido...un placer leer todo lo que escribes....
yo tuve un siberiano y pobre, se moria de calor en verano, asi que poníamos un ventilador solo para él....
beso!

Geraldine, dijo...

uy!perdon por escribir el comentario dos veces, pense que no se habia guardado....que boluda que soy!!!!jajajaja

Mista Vilteka dijo...

Pues hombre, José. No sé si debamos entenderlo. Pero esto me recuerda, un poco amargamente, la experiencia de quien viaja mucho, y de cuando he viajado mucho, y la de volver con más nostalgias que manos para tocar la realidad de las baldosas y las puertas de madera. Y estar así, más pensando en un futuro de nostalgias pasadas que en un presente de certezas futuras.

Me has hecho suspirar acá.

¡Muchos saludos!

F.

Malena dijo...

Bueno, decime si no era un valiente viviendo en el caribe. Seguramente se moría de calor, pero llevaba hacia otros horizontes la estirpe de su raza.

José A. García dijo...

Gracias por sus comentarios, el perro, como indica el título, era friolento, por eso se fue al caribe, y según la historia de su familia, él estaba (en teoría) traicionando su legado...

Saludos

J.