domingo, 27 de mayo de 2012

Novo Orbe

El descubrimiento de aquel nuevo mundo fue meramente casual. No se esperaba encontrar nada allí, aguardando nuestra llegada bajo ese sol tan amarillo que hacía refulgir sus dorados mares.
Un mundo raro, pequeño, achatado y circular, que sólo era habitable en una de sus caras. La otra, que no recibía luz alguna y no se encontraba al alcance de la visión, era oscura, rugosa, llena de cráteres y pozos, como si un calor indescifrable la hubiera consumido y extendido su huella hacia los límites montañosos de este mundo al comienzo mismo de su existencia. Desde entonces, nada había surgido en aquella mitad.
La separación entre una y otra de sus caras estaba compuesta por una interminable tráfila de cordilleras separadas entre sí por valles tan profundos como indescriptibles; dispuestos con una regularidad tan marcada, tan perfecta, que imposible mirarlos sin pensar en la intervención de alguna inteligencia altamente desarrollada para lograr semejante regularidad. Porque la naturaleza nunca se repite tanto, por aburrimiento o por pereza, en rincón alguno del universo.
Lo más interesante, lo más llamativo, de éste nuevo mundo, cargado de dulzura y delicadeza era, como se mencionó antes, su regularidad, ya que a la mitad que denominamos superior la rodea una cadena montañosa no muy alta, redondeada como si el viento de milenios las hubiera desgastado hasta simular con ellas meras colinas tan idénticas las unas con las otras como aquellas otras montañas en los extremos.
Esas mismas suaves colinas, apenas elevadas sobre la superficie, se internan cual senderos que se bifurcan, hacia el centro de esta gran planicie que, a la larga, resulta ser la cara del mundo, como si todos los caminos condujeran al mismo sitio. De donde parten nuevos senderos, nuevas colinas que, irremediablemente, nos llevan hacia el círculo exterior.
Sorprendieron a los investigadores sus mares romboidales, no uno sólo, sino varios, idénticos, de dorado reflejo y aguas dulces, fáciles de navegar en su calma absoluta. Pero sin el menor atisbo de viento y, siempre, a la misma invariable temperatura en toda su extensión, cada uno de ellos.
Suponemos que, en cuanto podamos despegar el interés de los investigadores de tan empalagosas y sabrosas aguas, continuaran las investigaciones para dar una respuesta a las preguntas básicas de semejante descubrimiento. ¿Quién lo construyó en su regularidad y constancia? ¿Quién lo dejó al alcance de nuestros ojos y los instrumentos de nuestra ciencia? ¿Cuánto tiempo nos llevará saciar nuestro apetito? Hablando de conocimiento, se entiende…


La única foto que disponemos de nuestro descubrimiento.

8 comentarios:

José A. García dijo...

Seguimos investigando...

J.

Unknown dijo...

Muy bueno!!!

Es un mundo delicioso, por lo que se ve!

Saludos!
Parado en el Abismo

El Titán dijo...

ese es el tipo de mundo que me gusta...

Martha Barnes dijo...

¡Me gusta la Pasta Frola!!!!y el exótico relato..Martha

Anónimo dijo...

Genial el relato
y la foto, no es pie de manzana
que bueno, es mi debilidad.

Un abrazo José.

Geraldine, dijo...

suculento!...creo que voy haciendo las valijas...jajaja

Bla dijo...

Quisiera uno conocer las manos del creador.

Humberto Dib dijo...

1. Me encantó, José, me alegré de que tu página se abriera desde arriba, pues de esa forma logré sorprenderme cuando apareció la imagen al final.

2. Podrías, tranquilamente, solicitar trabajo como columnista en una revista culinaria, pues quién otro podría acercarnos tan poéticamente a las comidas.

3. Es Flora o Frola, desde que llegué a Argentina escucho versiones para una u otra manera.


Un abrazo.
HD