Quince minutos de frustración diaria es cuanto
se necesita. Lo demás es puro y simple lujo, innecesario, superfluo,
demandante, ambicioso y absorbente. Lo demás pasa, llega y se va, tanto que muchas
veces ni siquiera el recuerdo nos queda. La frustración, en cambio, es
diferente. Dice mucho de nosotros mismos, de cada uno; aún de quienes se jactan
de no haber sentido de ese modo nunca. Ellos, es sabido, mienten.
Escasos minutos, o eternidad
insuperable. Como sea, lo justo, en su medida ideal, nunca está de más. Y, de
este modo, aún le quedan al día veintitrés horas y cuarenta y cinco minutos
para dedicarlos a cualquier otro menester.
Pueden intentarlo ustedes mismos cuando
gusten pero, de todos modos, está más que comprobado.
5 comentarios:
Eso, nada más.
Saludos
J.
Completamente de acuerdo. Aunque a veces se extiende.
Un abrazo.
Vos decís que es mejor dividirla en raciones? Porque mi frustración aparece cuando quiere, y por rachas... Lo intentaré =)
Saludos
Unicamente los imprescindibles, nada más que esos.
Un beso.
Cierto. A veces se queda un poco más, pero después compensa y no vuelve por unos días.
Abrazo!
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