jueves, 17 de noviembre de 2011

Castigo Eterno


Supongo que, de vivir en éste milenio de consumismo desenfrenado, Dante hubiera planteado su infierno no como un cono descendente hacia el centro de la oscuridad y la morada del enemigo de la luz. Su infierno, sin dudas, tendría la forma, la estructura, de un centro comercial. De varios niveles superpuestos, con la ventilación al máximo incluso en verano, con luces tan brillantes que negarían al sol, y negocios tan variados como los castigos imaginados en el siglo XIV.
Existiría, entonces, el castigo de buscar una prenda de vestir sin encontrarla, de no hallar del talle, el color o la forma deseada. Que los vendedores lo traten bien a uno, cuando en su vida lo han hecho; que lo buscado sea de la temporada pasada y, por supuesto, que ya no quede ni siquiera en el depósito.
El más terrible de los castigos de éste infierno/templo del consumismo ritual, y al parecer necesario, para el cual nos educan desde nuestro nacimiento, como en el libro de Huxley, sería hallar, luego de miles de horas y caminatas de búsqueda infructuosa, ese objeto que provocara la condenación eterna del recuerdo de la persona (porque el alma no existe, el siglo XX se encargó de demostrarlo); encontrarlo decía y, sólo entonces, darse cuenta que en algún otro lugar nos hemos olvidado la billetera…

6 comentarios:

José A. García dijo...

401 y contando...

J.

silvia zappia dijo...

ese oscuro objeto de deseo...y sin billetera....


abrazos*

DESDE MI INTERIOR dijo...

si yo te contara...
saludos
yo

Luna dijo...

Siempre hay un castigo.


Besos

José A. García dijo...

Siempre hay castigos, como bien dice Luna. Siempre.

Nadie le escapa. Demos gracias a la civilización cristiana occidental por ese pensamiento retrógrado y represivo del ser.

Saludos

J.

Torcuato dijo...

Ja, ja, no estaría mal eso para algunos.