Le resultaba muy difícil saber si el suelo
sobre el que dormía se tornaba cada vez más duro o, al contrario, su cuerpo era
cada día un poco más débil. Esa mañana, en la que apenas era capaz de moverse,
le costaba horrores mantenerse erguido. Iba siendo hora de dejarse de juegos,
se decía, y volver a los viejos tiempo en que dormía sobre un colchón de
plumas.
Claro que, de hacerlo, estaría
renunciando a cuanto creyera durante años. Se convertiría en un consumista más,
otra vez, hundido en la depresión post-gasto y en la necesidad de sentirse un
poco mejor consigo mismo donando una pocas monedas a fin de año para alguna
obra de caridad sin importancia.
¿Qué hacer? Oh, si el dolor no fuera
tanto. Ojala fuera el efebo que supo ser cuando joven, cuando oponerse a lo
mundano y sostener ideales era fácil.
Tan fácil.
¡Oh, el dolor de espalda!
Adiós bellos ideales, hola cuerpo
decrépito…
5 comentarios:
Jajajaja, así pasa. Los gajes del oficio.
Besos.
Pero no se trata de una vida???
Tenemos que hacer nuestros ojos comunes a todo esto.
Besos
Cita
Cuánto hacía que no leía la palabra "efebo". Me gusta este manifiesto posmoderno. Fiel reflejo de la época. Un gusto andar por acá.
Y sobre todo le dolerá si está solo.
Y sí, cuando el dolor acecha se agotan los ideales, o se renuevan.
Salud
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