Imposible seguir negándolo, la había visto esconderse detrás de las cortinas. La pesada tela no se movía en lo más mínimo, es cierto. Pero él sabía que sus ojos no serían capaces de engañarlo con algo semejante.
La casa, destruida luego de los últimos bombardeos, presentaba las huellas del fuego reciente; fuego que se extingue porque ya no queda que consumir, ya sólo quedan cenizas.
Cenizas y esa ventana que se mantuvo en su sitio por alguna azarosa casualidad. Esa misma ventana tras cuya cortina de tela marrón viera esconderse a alguien. Estaba seguro de ello.
O eso creía.
Miró los extremos de la calle, el resto de la unidad se dedicaba al saqueo de los escombros. Algunas risas, disparos contra cadáveres muertos de difuntos ya fallecidos y el viento ululando. Y, claro, él, estático, en su sitio.
¿Queda alguien vivo allí?
¿Sería, de casualidad, una mujer?
Semanas enteras sin ver una, tiempo de tensiones y necesidades. Una mujer sería mucho mejor que cualquier tesoro escondido entre las ruinas.
Si, qué duda podía caber de que fuera una mujer. ¿Quién más se escondería detrás de unas cortinas?
Se acercó un paso, diminuto, precavido, hacia la pared de la ventana, vacilante. Y ya no pudo continuar.
Una bala perdida, de alguno de sus compañeros, lo dejó con la duda eterna.
La casa, destruida luego de los últimos bombardeos, presentaba las huellas del fuego reciente; fuego que se extingue porque ya no queda que consumir, ya sólo quedan cenizas.
Cenizas y esa ventana que se mantuvo en su sitio por alguna azarosa casualidad. Esa misma ventana tras cuya cortina de tela marrón viera esconderse a alguien. Estaba seguro de ello.
O eso creía.
Miró los extremos de la calle, el resto de la unidad se dedicaba al saqueo de los escombros. Algunas risas, disparos contra cadáveres muertos de difuntos ya fallecidos y el viento ululando. Y, claro, él, estático, en su sitio.
¿Queda alguien vivo allí?
¿Sería, de casualidad, una mujer?
Semanas enteras sin ver una, tiempo de tensiones y necesidades. Una mujer sería mucho mejor que cualquier tesoro escondido entre las ruinas.
Si, qué duda podía caber de que fuera una mujer. ¿Quién más se escondería detrás de unas cortinas?
Se acercó un paso, diminuto, precavido, hacia la pared de la ventana, vacilante. Y ya no pudo continuar.
Una bala perdida, de alguno de sus compañeros, lo dejó con la duda eterna.
9 comentarios:
Mataste una ilusión de un balazo certero.
Un gusto, como siempre =)
Muy buen desenlace, me gustó...
Un abrazo.
HD
las mujeres nos escondemos detrás de las cortinas, más que los hombres?
:))
en todo caso, siento que él no tuviera oportunidad de verla y descubrirla; nunca se sabe como y cuando puede girar la vida...
un abrazo
Muchas gracias por tu visita y tu comentario. He venido a conocerte, a leerte y ha sido una grata sorpresa... me quedo por aquí leyendo. Tienes una nueva seguidora desde ya ;)
besos!
gracias J., mi querido, fiel, y único lector. gracias eternas por compartirnos tus letras que me llevo cada vez que paso por aca... cariños!
Uno de suspenso no viene nada mal un domingo de mañana.
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Acompañare como 73
Dudar es morir lentamente.
"la duda eterna"
que mala leche de relato.
:-)
Un abrazo.
Pazchi: ¿Existe otra forma de hacerlo?
Humberto: Gracias por la visita.
Esilleviana: Nunca sabremos si realmente era una mujer o no, porque la duda no murió, pero el personaje si...
Estrógena: Gracias por la devolución de gentilezas, también me gustó tu blog.
Lau: ¿Te parce que es para tanto?
Soy Laura: Gracias, nos leemos.
Espérame en Siberia: 100% de acuerdo.
Torcuato: ¡Gracias!
Saludos y gracias a tod@s.
J.
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