Los ecos inundaron el salón inesperadamente,
como algo ajeno a ese lugar casi sagrado, casi olvidado. Unos instantes antes
las oxidadas bisagras del portal anunciaron su llegada con el leve chirriar de
los años. Un trozo de papel pendía de sus dedos, unas indicaciones garabateadas
con letra pequeña; letra de niño que recién aprende a escribir, o de adulto que
ha olvidado cómo hacerlo.
Desde las altas ventanas podían
verse los últimos rayos del atardecer, el omnipresente polvillo amenazaba con
cubrirlo todo; esta vez quizá para siempre. Las miles de estanterías estaban
silenciosas.
La habitación estaba vacía, de vida
y de sonidos; avanzaron por ella apenas lo suficiente para comprobar lo que ya
se temían.
Sobre el polvo depositado en el
suelo se adivinaban antiguas huellas, marcas y líneas reconocibles para
cualquiera que supiera interpretarlas.
Miraron las estanterías vacías,
todas ellas vacías, esperando el final de sus días como bocas bostezando su
pereza.
No quedaba nada. Se lo habían
llevado todo.
Volvieron sobre sus pasos, hacia la
puerta, donde esperaba el grupo, ávidas y harapientas personas, enflaquecidas y
mal alimentadas, aguardaban con los ojos cubiertos de lágrimas y esperanzas. Lo
mejor era decírselos de una sola vez y acabar con tanta incertidumbre, esa que
daña el corazón. Quien sostenía el trozo de papel tomó aliento y miró al grupo:
—Llegamos tarde. Aquí tampoco queda
nada —la voz se le quebró al pronunciar las últimas palabras—. No encontraremos
nada para leer en éste lugar. Sólo las huellas de los verdugos quedan.
En silencio, con respeto, miraron la
vieja biblioteca pública asaltada desde la época del caos; sabían que sus
ansias de encontrar un libro, el que fuera, factible de ser leído, continuarían
en aumento en un mundo carente de otro sustento que una simple historia para
ser contada antes de morir.
17 comentarios:
Me gusta este relato. Me recuerda de algún modo a la novela de Huxley "Un mundo feliz" donde se vive un mundo aparente pero sin libros sin cultura...
Tu relato es muy interesante y me gustan los elementos que usas al mostrarnos ese mundo buscando conocimiento, muy buen post, besos
Como los estadounidenses en el museo de Irak.
Un abrazo, José.
(gracias. muchas)
Me gusta tu manera de transmitir, gracias, por compartir tus bellos textos, es muy agradable leerte.
Saludos.
a mí me recordaste farenheit...
correr detrás de un libro, de una historia, único refugio...
me gustó tu relato!
un beso*
... bien pudieron haber pasado los bomberos. Los de Fahrenheit 451.
Qué pesadilla la ausencia de libros. Fijate que salgo de leer a Bradbury y caigo acá. Pasa que el libro (texto) requiere de tres elementos básicos para existir: el escritor, el lenguaje y el lector. Nunca está completo sin esos tres, y éste último anda escaseando.
Buen cuento, José.
Saludos
Si, una hostoria, para antes de haber muerto...
Saludos y buena tarde.
Yo sé que no sería lo mismo, en lo más mínimo, pero también queda la tradición oral, ¿qué no?
Beso.
M.
Ay.
Me gustó tanto que me dolió la idea.
Me produce curiosidad de dónde es la foto.
Tengo fe en que si algún día se destruyen todos los libros, los relatos orales puedan salvarnos del aburrimiento y otras cosas mucho peores. Un saludo
Pazchi
Uuff, de repente me llené de tristeza.
¿Llegaremos a algo como eso?
Abrazo.
sin historias no existimos,
desde que el ser humano puede comunicarse cuenta historias, las escribe, las filma , sin historias no sabemos existir.
una narración con bellas imagenes.
un saludo¡¡
Tras mi ausencia temporal del mundo bloguero por motivos de viaje turístico vuelvo a visitarte y dejarte mi personal saludo. No sé si podré ponerme al día de tantas cosas que se han publicado, durante estas fechas, en los blog que sigo, pero lo intentaré aunque no deje comentarios.
Un afectuoso abrazo con mis mejores deseos.
Por fortuna la tradición oral nos salvará cuando desaparezcan los últimos tomos. O sino la salida Bradbury, aprenderemos de memoria.
Gracias a tod@s por sus comentarios.
Son muy importantes para mi sus palabras para seguir creciendo.
Saludos
J.
Un Apocalipsis posible, pienso con la piel de gallina.
Un abrazo, José.
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