El Emperador Celeste así lo dispuso.
Las rocas fueron llegando, los
árboles se fueron talando, las aldeas se incendiaron. Sólo una línea de
fortificación, continúa, de mar a mar, mantendría alejada a la muerte.
La misma que, se dice, sintió miedo
al ver el comienzo de las obras, y se retiró, rauda, a su dorado refugio por sobre
las montañas. A pensar qué hacer, a mirar de reojo a los hombres. A lamerse las
pezuñas ansiosas.
Las hordas de invasores chocaban
contra el muro infranqueable. El Emperador reía y reía, cada vez más fuerte.
Los mongoles pedían permiso para cruzar las puertas. El Emperador reía y se
volvía cada vez más viejo. Lentamente la construcción fue avanzando.
Cruzó ríos, subió montañas. Mientras
tanto, la muerte recuperó los juegos de antaño. Revivió del pasado pestes que
nadie recordaba.
Hubo otro emperador.
Luego hubo otro.
Y luego otro.
Y un quinto, al final de la
dinastía.
La muralla seguía creciendo,
cicatrizando la tierra herida con el fuego del mongol, abonándola con sangre.
No había alcanzado ni uno ni otro mar. Pero la fuerza que movía las inmensas
rocas, que llenaba todos los huecos con tierra apisonada, continuaba allí.
Hubo una dinastía.
Luego hubo otra.
Y luego otra.
Hasta que llegó la última dinastía.
Cuando los reinos combatientes
descuidaron la construcción y las riquezas menguaron, los campos ardieron y ni
los súbditos ni lo líderes tenían qué comer.
Fue entonces que, con el mismo sigilo
con el que se había acercado poco a poco, paso a paso, la muerte volvió del
norte, sin que muralla alguna pudiera contenerla como dique alguno contiene la
inundación del río del deshielo.
7 comentarios:
Me gusta este relato, porque guarda algo de misterio, besos
Me encantó
el hueco en la pared, la luz que pasa.
el reseteo
Un tema conocido, una hipótesis que me encantó.
Siempre un gusto.
Pazchi
una visita
un bello texto
un placer
un comentario
y un saludo!
Mixha: Si no hay misterio, nada en la vida tiene sentido.
Vientos de Cambio: El viento se que cuela por la rendija...
Pazchi: El hombre se repite a sí mismo, en todo tiempo y lugar.
Serafín: Muchas gracias.
Saludos y gracias a tod@s.
J.
La muerte es la gran demócrata, iguala a todas las criaturas.
Tu cuento-lacónico y de intenciòn formal muy vàlida-me ha recordado "proceso y retroceso" de Cortàzar, publicando en Historia de cronopios y de famas. Gracias por pasar a mi blog. Saludos.
Publicar un comentario