martes, 21 de junio de 2011

El Árbol de los Secretos


Tomándola de la mano con firmeza, para marcarle el rumbo, pero sin llegar a lastimarla, conducía a la chica a través de calles desiertas. Las grandes casas, que suspiraban su soledad bajo el sol del domingo, eran las únicas testigos de la caminata un tanto apresurada de ambos.
—¿Dónde me llevas? —preguntó ella.
—Ya lo verás, espera —respondió él.
La preocupación de ella se acrecentaba a medida que el movimiento en las calles se limitaba sólo a su pasar por allí, y los únicos ruidos eran sus respiraciones acompasadas. Si gritara ahora, pensó, nadie me escucharía, porque no hay nadie aquí.
—Tengo miedo —dijo en voz baja.
—No hace falta —le dijo él—, ya estamos llegando.
Tras girar en una esquina más, en una de tantas calles laterales del barrio, se encontraron con su destino.
El círculo de concreto y hormigón de las calle giraba en torno a un añoso ombú que era la única mancha de verde del lugar en medio de aquel espacio.
Una imagen única de la vida centenaria sobreviviendo en el reducido espacio que la ambición humana le permitía. Un árbol que había visto generaciones de hombres, una sucesión de guerras, fuegos y luchas fratricidas que en nada cambiaban su devenir, se mantenía estoico sobre sus inmutables raíces en medio del cemento.
—Que belleza… —dijo ella.
Se acercaron al cantero en silencio. Un banco de material ocupaba el espacio bajo las ramas, para aprovechar la sombra del verano, para crear un peligroso refugio ante la tormenta.
—Este —dijo él—, es el árbol secreto de los amantes.
Ella le miró con una media sonrisa, pero sin decirle nada. En cambio, se inclinó para besarlo. Pero, antes de llegar a tocarle los labios, algo peludo e inesperado rozó su pierna.
—¡Ahhh! —exclamó con desagrado.
—Es un gato —la tranquilizó él—, es el espíritu guardián del árbol.
—A mi me parece un simple animal callejero —dijo ella alejando al felino con un brusco movimiento del pie.
—Tal vez lo sea, pero quizá disfrace su condición de…
—Pulgoso —completó ella—. Míralo rascarse la oreja.
Él suspiró con desgano y se alejó del árbol sin decir nada.
—¿Dónde vas? —preguntó ella—. No me dejes aquí, sola, con éste bicho.
—No te preocupes, no creo que le interese hacerte nada. Después de todo, es un simple gato pulgoso…

14 comentarios:

alear dijo...

uuy.. tan maravillada que estaba con todo ese encanto, q lastima que termino asi..
pero bueno asi hay tanto mujeres como hombres que siempre rompen el encanto de las cosas hahahaa en fin..


besosss!!! :)

Alejo Z. dijo...

Esa es la misma mentalidad "tan moderna" que llevó a arrinconar la misticidad del encanto a un ínfimo espacio. La pendejera no tiene límites.
Un abrazo José,

Alejo

VeroniKa dijo...

esas son las mujeres que dejan mal al género.

besos

Malena dijo...

Si es incapaz de encontrar la belleza oculta de las cosas, poco puede entender al amor.

Geraldine, dijo...

hueca....modelo?....jaja....superficial y se pierde lo mejor.

Caro Pé dijo...

Que feo que una ilusión se rompa. Aunque en mis "tertulias monologales filosóficas" ¿?
me pregunto si una ilusión realmente existe. Uy! me metí a mezclar temas ,y hacer kilombo y menjunje de cosas Disculpas José.

EL árbol de los amantes...Buen post, Saludo!

silvia zappia dijo...

esta mujer no sabe ver...


buena historia!
besos*

vientos de cambio dijo...

triste mujer plástico.

Lluvia azul dijo...

Por fortuna no era la ceiba primitiva, ésa que sostiene los trece cielos. Que si no, la historia se vuelve aun más caótica.
Gracias por visitarme...

eMiLiA dijo...

A medida que avanzaba en la lectura me indignaba con esa mujer tan limitada en su pensamiento!!

Con lo bonito que es sostener ilusiones, mecerlas, tratarlas bien para que no nos dejen en plena vida real.

Abrazo.

Daniel Sánchez Sánchez dijo...

No superó la prueba del espiritú guardian del árbol... esta claro, no es la elegida... Muy buen relato felicidades!

Allek dijo...

Preciosa entrada.. lastima esa mentalidad..
te dejo un abrazo

serafin p g dijo...

dos ilusiones rotas al precio de una,
lindísimo relato, cada vez mejor usted.
saludos josé!

José A. García dijo...

Chicavioleta Lunar: Todos rompemos el encanto alguna vez. Nadie se salva.

Alejo: El límite es el absurdo de colocar un árbol centenario dentro del patio de comidas de un centro comercial. Y pretender que florezca todo el año.

Veronika: ¿Sólo esas? ¿Estás segura?

Malena: Es cierto. No le va a ir muy bien que digamos.

Geraldine: Superficial, sólo eso.

Caro Pe: No, claro, las ilusiones no existen, pero a veces hace bien creer en ellas.

Rayuela: Y no por falta de anteojos.

Vientos de Cambio: Así será su vida, imagino, por ella, que no sabe hacerlo.

Lluvia Azul: Y de seguro se hubiera ligado un ramazo en la nuca la chica.

Emilia: Hay gente que no sabe nada sobre la vida.

Daniel Sánchez: No es la elegida, pero para nada.

Allek: Gracias por la visita.

Serafín: Las ofertas nos llevan para sitios impensados…

Gracias a tod@s

Saludos,

J.