miércoles, 15 de junio de 2011

Agenda


La había descubierto meses atrás, aunque estoy seguro de haberla visto antes, en ese mismo lugar. De lunes a viernes, a la misma hora, en la misma estación, subía al tren. El mismo en el que, por supuesto, viajaba yo.
Me resulta difícil señalarla como una belleza imposible, o como alguna otra, cuando la verdad es que no lo era. No era una modelo, es cierto, pero era una mujer que tenía su belleza particular. Aunque quisiera, no podría definirlo mejor, porque apenas me fijé en su rostro, en su cuerpo, en sus suaves manos.
Desde el primero momento, mi atención fue cautivada por otra cosa, algo bien diferente, que poco tenía que ver con su escultural figura: su agenda.
Si. Su agenda. Porque cada día, luego de sentarse y acomodar su ropa impoluta, revisar su maquillaje y mirar la hora en el celular, sacaba del interior de su cartera su agenda. Pequeña, rectangular, marrón, con un lazo rojo para marcar la página.
Pasaba el resto del viaje leyendo lo que allí estuviera escrito o pasando las páginas buscando alguna anotación previa. Lo que fuera que viera, no le quitaba los ojos de encima. Ni siquiera para mirarme a mí, o a mi sonrisa de dientes perfecto que le regalaba desde que la descubría entre la gente. No. No lo hacía.
Lo cual despertaba todavía más mi imaginación de por sí volátil. ¿Qué había allí escrito? ¿Qué secretos universales, si es que no eran personales, guardaban esas páginas? ¿Qué números telefónicos se reunirían allí? ¿Qué? ¿Qué? ¡Qué!
La ansiedad me carcomía. Evitaba llevarme las manos a la boca porque sabía los estragos que causaría a mis uñas. Pero allí estaba, cosquilleando en mi estómago.
¿Era tan importante lo que allí estaba escrito como para evitar mirarme?
Urdí los planes más ingenuos para hacerme de esa agenda y saciar mi curiosidad. Pensé de todo, desde el cloroformo para dormir a todos los pasajeros, hasta el disfraz de policía para requisar su cartera. Sabía que fracasaría inevitablemente. Por eso no actuaba, me contenía para evitar el ridículo.
Pero también sabía que, en algún momento, el universo se acordaría de mí, de mi sonrisa perfecta, y me daría una mano.
Porque fue eso lo que finalmente sucedió.
Tan concentrada se encontraba leyendo un día que no se percató de que el tren había llegado a la estación en que siempre bajaba. La sorpresa hizo que guardara precipitadamente sus cosas y tomara su abrigo, su cartera y la bolsa de cartón entre sus brazos y corriera. Y, ante mis estupefactos ojos, sucedió el milagro.
Al intentar guardar la agenda en el bolsillo externo de la cartera, esta no quedó bien asegurada, por lo que el brusco movimiento que hiciera al levantarse, provocó su caída.
Algo que me aproveché inmediatamente sin dudar siquiera un mínimo instante, actuando más como un resorte que como un ser humano.
Tomé entre mis manos el preciado tesoro y me alejé regocijándome en mi suerte de tener por fin la posibilidad de conocer ese secreto tan bien guardado. Pero, la sorpresa que me aguardaba, era aún mayor.
Porque, por más difícil de creer que esto resulte, debo confesar que aquella agenda que tantos malos momentos y desvelos me había causado, se encontraban completamente en blanco.

7 comentarios:

Geraldine, dijo...

exelente como todo lo que escribes....digamos que ese hombre podría comenzar a escribirle el destino...

Noelia A dijo...

Quizás se trataba de un método de meditación: poner la mente en blanco.

Bien relatado.

Saludos

Mixha Zizek dijo...

Muy interesante relato, el final excelente, una vuelta de tuerca muy sutil, inimaginable, buen texto, saludos

dakota73 dijo...

Disculpa la demora ,estoy más en F B que en blog.….podría ser, solo si es una propuesta profesional o en vías de serlo…se puede charlar.

Daniel Sánchez Sánchez dijo...

mmm que extraño que una persona asi cometa tal error... Quizas ella estaba encadenada a la agenda... Quizás la dejo caer aposta...
¿Quizas para que el tuviera que reemplazarla en la misteriosa labor y asi quedar ella libre? Me hiciste pensar largo rato, me encanto felicidades!

Juan Carlos Eberhardt dijo...

pasa que uno usa siempre la misma vieja agenda y por no arruinarla va guardando todas las nuevas regaladas pasado un tiempo ya no las recordamos
un abrazo !!!
(posiblemente la escribiste con limón)

José A. García dijo...

Geradine: Podría hacer muchas cosas con esa agenda. Pero de seguro menos de las que esperaba.

Noelia: O se lo hizo adrede….

Mixha Zizek: Gracias, por el comentario y la visita.

Dakota: Estoy buscando lo mismo, así que estaremos en contacto.

Daniel Sánchez Sánchez: Tal vez fuera su zahir, si, es posible,

Juan Carlos Eberhardt: No sé cómo será eso, yo no uso agendas, ni acepto que me las regalen, prefiero un cuaderno en blanco que poder llenar de garabatos, o de palabras, lo que suceda primero.

Gracias a tod@s

J.