viernes, 3 de junio de 2011

Herencia


Cuando escuchó que estaba a punto de recibir la herencia de su bisabuelo se sorprendió gratamente. En parte porque nunca había escuchado hablar de ese familiar suyo que aparecía ahora de la nada. Pero, más que nada, su sorpresa se debía a que nunca había escuchado la palabra herencia.
Alguna referencia al torno al término creía haber escuchado en esos años desperdiciados en el parvulario, entre esa gente que pretendía obligarlo a aprender cosas y hacer cuentas sobre cosas que no le interesaban.
De haber sabido usar un diccionario, y de haber tenido una verdadera curiosidad que saciar, su duda se habría esfumado. Claro que primero debía saber también qué es un diccionario.
En lugar de eso prefirió imaginarse cosas que podían ocultarse detrás de esa palabra. Herencia sonaba como algo que importaba. Sonaba fuerte. Pero, a su edad, la imaginación no es más que una ilusión atrofiada por los años, los rayos catódicos, las propagandas de cremas de enjuague dos en uno y el vicio de pisar hormigas.
Se podría decir, sin temor a equivocarse, que no imaginaba mucho. Ni riqueza ni títulos de nobleza (otra palabra desconocida). Esperaba como quien no sabe qué tiene que esperar. Como esas personas que se detienen a contemplar el paisaje de una pared mal pintada y comida por la humedad.
Incapaz de imaginar algo estrafalario, tampoco se le había ocurrido preguntarse quién era, o quién había sido, ese bisabuelo. Porque de haberlo hecho, de haber preguntado, no se habría sentido tan decepcionado cuando, finalmente, pudo acceder a su herencia.
La decepción no habría sido tanto cuando se encontró, de pie en la puerta de un depósito, contemplando los cuatro millones doscientos cincuenta mil, trescientos ochenta y nueve volúmenes de la biblioteca de su bisabuelo, sin siquiera saber para qué servían todas esas cosas.
Sin siquiera saber leer.

15 comentarios:

NoeliaA dijo...

Los habrá vendido al peso. Yo no sabía que los libros se podían vender al peso hasta que leí a Ribeyro, en algún lado de "Sólo para fumadores" dice eso.

Saludos

mikkonoss dijo...

Ahhh... algo falló en esa familia, que atesoró 23 libros por día, durante 500 años, suponiendo que no haya manuscritos...

La sonrisa de Hiperion dijo...

Amigo, estupendo el post que nos has dejado. Siempre un placer volver por tu espacio.

Saludos y buen fin de semana.

vientos de cambio dijo...

la herencia de las letras. de alguna forma todos tenemos ese bisabuelo, y recibimos los libros desnudos frente a la pared húmeda y dudosa.

Pato dijo...

Ohhhh noooooooooooo!!!!!!!!!!

Quiero una herencia así (estamos juntando libros para abrir una biblioteca popular, imaginate!!!)

Hay una frase que dice algo así como Dios la da pan al que no tiene dientes y aquí sucedió eso.

Besos!

Ah, hacés muy bien en leer y escribir, al menos por lo que he visto aquí, escribir te sale fantástico!

VeroniKa dijo...

Me gusta, es una herencia que no tiene valor, de tanto valor que tiene.
:)

Esilleviana dijo...

Recibir la formación, la sabiduría y el placer exquisito de leer un libro de la familia es un privilegio que no todos podemos disfrutar, lamentablemente. Por tanto, enhorabuena por el protagonista de tu relato, es alguien afortunado.

un abrazo
y gracias por tu visita.

LeD dijo...

¡Hola! Gracias por pasar por mi blog che, siempre es grato encontrarse con alguien nuevo. Y si tiene el plus de escribir muy bien, mejor aún.
Ojala pudiera yo tener una herencia asi, pero tambien el conseguir de a poco y de a uno los libros hace que les demos un valor especial.
Saludos.

Malena dijo...

Es como recibir perlas cuando estás sediento en el desierto.

Torcuato dijo...

Habría que plantearse si este señor era feliz.
Si lo era, nada tiene de malo en que no valorara lo heredado.
Un abrazo, J.

dakota73 dijo...

Dios da cigarrillos al que no tiene fuego....es la ley cosssmica y cómica.

José A. García dijo...

Noelia: Por lo menos en BsAs pagan $0,20 el kilo de papel, y los libros cuentan como ‘’diario’’ y van a la planta de reciclaje más cercana a trasformarse en papel higiénico. No me quiero imaginar semejante suerte para tantos libros. Aunque he visto cosas similares.

Mikkonoss: Pudo haberlos comprado en remates, o saquear una biblioteca. O ser dueños de una editorial. En ningún lugar se dice que eran todos libros diferentes…

La Sonrisa de Hiperión: Gracias, me alegra que te haya gustado.

Vientos de Cambio: Algunos heredan cosas que consideran inservibles hasta que se dan cuenta del potencial que son capaces de despertar en el hombre. Otros no tienen tanta suerte.

Pato: Yo también quiero una herencia así, aunque no me alcance la vida para leerlos.

Veronika: Esa es una definición acertada.

Esilleviana: Pero no sabía leer…

Led: Gracias por la visita. Atesorar los propios libros que fuimos consiguiendo, con sudor y/o lágrimas a veces, es una buen deporte que cada vez practica menos gente.

Malena: Algo similar.

Torcuato: No lo pensé de ese modo, pero es posible. Desde mi punto de vista me es difícil concebir una persona que no sabe de lo que se pierde por renunciar a la lectura. Pero bueno, son puntos de vista.

Dakota73: Una ley muy cómica. Es cierto.

Saludos y Gracias a tod@s

J.

corrección dijo...

Hermosa herencia. Ojalá quiera compartirla.
Me encanta tu blog.

Hatshepsut dijo...

Eso me trae recuerdos muy cotidianos, casi escolares diría. Pero no puedo, porque sino me van a tildar de trágica... je

Muy buenoooooo!

Lluvia azul dijo...

No sé, siento que tus construcciones están muy bien ejecutadas. El cuento, limpio, de inicio a fin. Pensándolo bien la curiosidad la debió de haber tenido el viejito, dejar así una millonada en manos irresponsables es culpa de quien lo deja.
Con una herencia así, me salgó de la escuela. No sé.