lunes, 23 de mayo de 2011

Noche de Juerga


—¿Recuerda algo de lo que sucedió anoche? ¿Algo en particular? —preguntó el policía.
—La música estaba muy fuerte, demasiado. No escuchaba ni mis pensamientos —respondió la chica haciendo lo posible por cubrir las curvas de su cuerpo con la pequeña chaqueta que le prestara el oficial.
Al despertar esa mañana se había descubierto desnuda, con las piernas abiertas y atadas a las patas de la cama en la que se encontraba tendida. Tenía la mayor parte del cuerpo cubierto de sangre.
Por supuesto, primero se asustó mucho, y comenzó a gritar. Un poco más tarde se percató de que la sangre no era suya, pero no por ello dejó de gritar.
Cada uno de sus gritos reforzaba la jaqueca que sentía pero no podía dejar de hacerlo.
—¿Algo más? —inquirió el policía tomando notas—. Algo importante.
Recordó el desatarse, porque sus manos estaban sueltas. Recordó caminar sobreponiéndose al dolor que sentía recorriéndole el cuerpo por la casa llena de cuerpos desmembrados, pisando lo que parecían ser vísceras y coágulos de sangre, hasta encontrar un baño.
—No sé de quién es el departamento —dijo—, me invitaron a una fiesta y… y…
Recordó mirarse en el espejo. El maquillaje de colores que cubría su rostro era lo de menos; lo que más la asustó fueron las extrañas figuras que decoraban sus senos y que parecían reptar sobre su piel hacia el ombligo, en parte ocultos bajo la sangre, en parte mostrándose a quien quisiera verla. Las marcas de mordidas las notó un poco después.
—¿Por qué se encontraba en la ducha? —preguntó el policía —.¿Cuánto tiempo llevaba bajo el agua?
—Me sentía… sucia.
Quería borrar estas cosas de mi cuerpo, pensó sin decirle al policía con cuánta fuerza se había frotado con el agua y el jabón sin lograrlo. Aún con la cabeza bajo el agua escuchó que alguien gritaba desde el pasillo, del otro lado de la puerta: ¡Séptimo piso, departamento cuatro! ¡Rápido!
—¿Recuerda si le ofrecieron de tomar alguna droga? ¿La amenazaron de algún modo? —preguntó una vez más el policía.
—No lo sé… —respondió recordando cada uno de los tragos, de los licores, de todos los sabores y colores, que aceptó mientras aún podía contarlos.
—Haremos que la examine un médico forense de la departamental —dijo el oficial que, ahora podía verlo, no tomaba notas, simulaba hacerlo mientras miraba las piernas, la cadera, cada pulgada de piel descubierta, con ojos brillosos.
—Siento nauseas… —dijo la chica—. Mareo…
—Debe ser la resaca. Hay botellas rotas por todas partes, sobre los muebles, entre los cuerpos, incluso en la cama.
La chica asintió en silencio. Espero que sólo sea eso, pensó mirando una vez más los extraños dibujos sobre su vientre…

9 comentarios:

Cal Viva dijo...

Me imagino que sigue ¿verdad? ¡está muy bueno!

José A. García dijo...

Podes imaginar todo lo que quieras, lo que sigue, lo que pasó antes, lo que nunca va a pasar o lo alguna vez pudo haber pasado.

Eso ya queda por tu cuenta, yo cumplí mi parte planteando una posibilidad...

Saludos

J.

Joe dijo...

Igual vy a pasar a leer tus cuentos.

Hoy veo si empiezo la ilustración que me pediste, que vengo para atrás con todo.

jlg

Espérame en Siberia dijo...

A una de esas fiestas ni de loca voy.

Un besazo, encanto. Mucha luz para ti.

Unknown dijo...

¡qué miedo da! ¿se puede llegar a perder tanto el control de uno mismo para verte en esa situación?
un saludo
Marian

eMiLiA dijo...

Hay noches que dejan más que una resaca.

Me quedo pensando qué giro darle a tu historia.

Abrazo!

Caro Pé dijo...

excelente!

Nelson dijo...

La dejaron viva para dar testimonio de lo acontecido. 7-4=3

José A. García dijo...

Joe: No siempre hay que seguir las modas.

Espérame en Siberia: Hay gente dispuesta a todo, siempre…

Marian: Se puede, si, se puede. Nunca dudes de la capacidad del alcohol para hacer desaparecer el sentido común.

Emilia: Hay noches que entran por la puerta grande a la historia, es cierto.

Caro Pe: Gracias!

Hombre de Neanderthal: Alguien tenía que contar lo que pasó, es cierto. Habrá que ver de qué quiere acordarse.

Saludos a tod@s

J.