miércoles, 4 de mayo de 2011

Jubilado

—¡Quiero que me dejen salir! —gritaba el viejo Teshub desde la silla de ruedas.
Dos peldaños lo separaban de las rojas baldosas de la galería techada. Lo habían dejado allí arriba adrede, a la hora del almuerzo del personal del geriátrico, para que gritara si quería hacerlo, llorara o insultara. Pero no podría volver a escaparse.
—¡Quiero bajar!
Alguien cerró con furia la puerta de su habitación molesto por los gritos; otro ser invisible chistó para que se callara. Pero Teshub no se dejaba amedrentar. No, claro que no.
Aguardó más de dos horas hasta que alguien apareció al final del pasillo, una mujer, una enfermera joven, muy joven, casi una niña.
—¿Cómo se supone que llegue a la galería con estos escalones aquí? Necesito una rampa —exclamó al verla.
—Hola, buen día abuelo —dijo la enfermera—. ¿Cuál es su problema?
—¿No me escuchó? ¡Quiero bajar a la galería! —gritó Teshub cada vez más irritado.
Mientras el viejo gritaba, la enfermera se fijó algo en la carpeta que traía en sus manos.
—Puede bajar —dijo—. Usted no necesita esa silla. Sus piernas están bien.
—¡Ridículo! —atronó la voz del viejo por el pasillo—. Hace años que las piernas no me responden. Todos aquí lo saben y pretenden engañarme diciéndome lo contario. ¡Quiero ir a la galería!
—¿Por qué es tan importante para usted bajar a la galería?
—Para ver la lluvia de cerca —respondió Teshub.
—¿Qué lluvia? —preguntó la enfermera mirando el sol resplandeciente que inundaba el salón a través de los ventanales de la galería—. Hace meses que no llueve.
—Se acerca una tormenta, puedo sentirlo. Quiero bajar.
—Su habitación es la que tiene todo el día el televisor encendido en el canal del tiempo, ¿cierto?
—Eso es mentira —respondió el viejo—. Se acerca una tormenta, lo sé porque soy Teshub, el dios de la tormenta.
—¿Ah, si? —se rió la niña enfermera—. ¿Y si es un dios por qué no baja usted solo esos escalones?
—Porque no puedo —dijo el viejo y, bajando la voz, agregó—, olvidé cómo hacerlo.
La enfermera se sorprendió al levantar el frágil y vencido cuerpo del anciano que, incluso junto con la silla, no pesaba más que unos pocos kilogramos. Menos de diez, pensó, está muy flaco.
El viejo sonrió ampliamente, mostrando las encías.
Llevó la silla hasta el ventanal más cercano y se aseguró de que tanto las puertas como las ventanas estuvieran cerradas antes de retirarse sin hacer ruido con sus zapatos de papel, por el pasillo frío y blanco.
—Gracias —susurró Teshub cuando las primeras gotas golpearon contra el vidrio—. Gracias —repitió.
La lluvia ocultó el sol e inundó los cielos arreciando durante horas. La última lluvia del siglo, aseguraron los periodistas de ocasión.
La última lluvia.

13 comentarios:

José A. García dijo...

Teshub es el dios de la tormenta de la civilización Hitita, que existió en el 2do milenio antes de nuestra era.

Ellos creían que si la tormenta desaparecía se rompía el ciclo natural del mundo, y el hombre sería el único y peor damnificado.

No sé, a mi me suena a cambio climático...

Saludos

J.

L. dijo...

viejo cascarrabias!

José A. García dijo...

Ya vas a llegar a vieja...

Esperá tranquila...

Saludos

J.

Cal Viva dijo...

Cuántos antes habrán roto el ciclo de la tormenta y por eso Teshub es -o lo ven- un simple mortal; pero, cuidado, no deja de ser, a la vez, un dios.
Excelente el final y muy original el cuento, me gustó.

Buen jueves.

Pazchi dijo...

Para Gaiman, los dioses sólo tienen poder si alguien cree en ellos. Vos seguís creyendo en Teshub.

Un gusto

Pazchi

Joe dijo...

Esto se lleno de minitas, guachin!

jlg

Cita Franco dijo...

A mi este señor me hubiera dado un poco de miedo, eh? porque yo no tiendo a tomárles por locos sino por sabios, a veces por brujos...

Besos
Cita

alear dijo...

wow! genial historia!!

a mi tambien me gusta ver las tormentas desde la ventana, en silencio, y escuchando alguna melodía instrumental :)

besos!! :*

La sonrisa de Hiperion dijo...

Como siempre un placer haberme pasado de nuevo por tu casa. Ya tenemos aquí el finde...

Saludos y un abrazo.

Noelia A dijo...

Genial el cuento, tiene más sentido ahora que leo la explicación de la tormenta final y su simbología. Qué buen mito ése, no lo conocía. Bien explotado.
Un abrazo

eMiLiA dijo...

Qué buena historia.

Por un momento me puse a pensar si es posible que estemos rodeados de esos dioses enmascarados en existencias simples y cuerpos débiles.

Un abrazo!

VeroniKa dijo...

yo he hablado con mis propios dioses y les he dicho que no me dejen llegar a vieja.

ni vieja, ni sabia.

Pero que me dejen ver la lluvia hasta el último dia de mi vida.

besos

José A. García dijo...

Cal Viva: Gracias por la visita. Creo que todos, en algún momento, hemos roto, o destruido algún ciclo, vital o no, a lo largo de nuestra existencia.

Pazchi: Para Gaiman y para muchos más también.

Joe: Alguien tiene que leerme. ¿No?

Cita: Pero son muy pocos los que siguen tomando a la sabiduría como unidad de medida. Muy pocos.

ChicaVioleta Lunar: A mí también.

La Sonrisa de Hiperión: Gracias, nos estamos leyendo, siempre.

Noelia: Todos los pueblos tienen sus mitos particulares, incluso aquellos que nunca conocieron, ni conocerán, la escritura. Pero son muchos más los que han caído en el olvido que los que perduran. No podemos seguir pidiéndole cosas a los griegos, hay que avanzar.

Emilia: Siempre lo creí así, por lo menos mientras estuve rodeado de gente, después, en mi aislamiento artístico, dejé de creerlo. Ojalá algún día me encuentre otra vez con alguno de ellos.

Veronika: Vive rápido y deja un hermoso cadáver. Si, muchos quieren eso (me refiero a la lluvia…)

Saludos y Gracias a tod@s

J.