—¡Quiero que me dejen salir! —gritaba el viejo
Teshub desde la silla de ruedas.
Dos peldaños lo separaban de las
rojas baldosas de la galería techada. Lo habían dejado allí arriba adrede, a la
hora del almuerzo del personal del geriátrico, para que gritara si quería
hacerlo, llorara o insultara. Pero no podría volver a escaparse.
—¡Quiero bajar!
Alguien cerró con furia la puerta de
su habitación molesto por los gritos; otro ser invisible chistó para que se
callara. Pero Teshub no se dejaba amedrentar. No, claro que no.
Aguardó más de dos horas hasta que
alguien apareció al final del pasillo, una mujer, una enfermera joven, muy
joven, casi una niña.
—¿Cómo se supone que llegue a la
galería con estos escalones aquí? Necesito una rampa —exclamó al verla.
—Hola, buen día abuelo —dijo la
enfermera—. ¿Cuál es su problema?
—¿No me escuchó? ¡Quiero bajar a la
galería! —gritó Teshub cada vez más irritado.
Mientras el viejo gritaba, la
enfermera se fijó algo en la carpeta que traía en sus manos.
—Puede bajar —dijo—. Usted no
necesita esa silla. Sus piernas están bien.
—¡Ridículo! —atronó la voz del viejo
por el pasillo—. Hace años que las piernas no me responden. Todos aquí lo saben
y pretenden engañarme diciéndome lo contario. ¡Quiero ir a la galería!
—¿Por qué es tan importante para
usted bajar a la galería?
—Para ver la lluvia de cerca
—respondió Teshub.
—¿Qué lluvia? —preguntó la enfermera
mirando el sol resplandeciente que inundaba el salón a través de los ventanales
de la galería—. Hace meses que no llueve.
—Se acerca una tormenta, puedo
sentirlo. Quiero bajar.
—Su habitación es la que tiene todo
el día el televisor encendido en el canal del tiempo, ¿cierto?
—Eso es mentira —respondió el
viejo—. Se acerca una tormenta, lo sé porque soy Teshub, el dios de la
tormenta.
—¿Ah, si? —se rió la niña enfermera—.
¿Y si es un dios por qué no baja usted solo esos escalones?
—Porque no puedo —dijo el viejo y, bajando
la voz, agregó—, olvidé cómo hacerlo.
La enfermera se sorprendió al
levantar el frágil y vencido cuerpo del anciano que, incluso junto con la
silla, no pesaba más que unos pocos kilogramos. Menos de diez, pensó, está muy
flaco.
El viejo sonrió ampliamente,
mostrando las encías.
Llevó la silla hasta el ventanal más
cercano y se aseguró de que tanto las puertas como las ventanas estuvieran
cerradas antes de retirarse sin hacer ruido con sus zapatos de papel, por el
pasillo frío y blanco.
—Gracias —susurró Teshub cuando las
primeras gotas golpearon contra el vidrio—. Gracias —repitió.
La lluvia ocultó el sol e inundó los
cielos arreciando durante horas. La última lluvia del siglo, aseguraron los
periodistas de ocasión.
La última lluvia.
13 comentarios:
Teshub es el dios de la tormenta de la civilización Hitita, que existió en el 2do milenio antes de nuestra era.
Ellos creían que si la tormenta desaparecía se rompía el ciclo natural del mundo, y el hombre sería el único y peor damnificado.
No sé, a mi me suena a cambio climático...
Saludos
J.
viejo cascarrabias!
Ya vas a llegar a vieja...
Esperá tranquila...
Saludos
J.
Cuántos antes habrán roto el ciclo de la tormenta y por eso Teshub es -o lo ven- un simple mortal; pero, cuidado, no deja de ser, a la vez, un dios.
Excelente el final y muy original el cuento, me gustó.
Buen jueves.
Para Gaiman, los dioses sólo tienen poder si alguien cree en ellos. Vos seguís creyendo en Teshub.
Un gusto
Pazchi
Esto se lleno de minitas, guachin!
jlg
A mi este señor me hubiera dado un poco de miedo, eh? porque yo no tiendo a tomárles por locos sino por sabios, a veces por brujos...
Besos
Cita
wow! genial historia!!
a mi tambien me gusta ver las tormentas desde la ventana, en silencio, y escuchando alguna melodía instrumental :)
besos!! :*
Como siempre un placer haberme pasado de nuevo por tu casa. Ya tenemos aquí el finde...
Saludos y un abrazo.
Genial el cuento, tiene más sentido ahora que leo la explicación de la tormenta final y su simbología. Qué buen mito ése, no lo conocía. Bien explotado.
Un abrazo
Qué buena historia.
Por un momento me puse a pensar si es posible que estemos rodeados de esos dioses enmascarados en existencias simples y cuerpos débiles.
Un abrazo!
yo he hablado con mis propios dioses y les he dicho que no me dejen llegar a vieja.
ni vieja, ni sabia.
Pero que me dejen ver la lluvia hasta el último dia de mi vida.
besos
Cal Viva: Gracias por la visita. Creo que todos, en algún momento, hemos roto, o destruido algún ciclo, vital o no, a lo largo de nuestra existencia.
Pazchi: Para Gaiman y para muchos más también.
Joe: Alguien tiene que leerme. ¿No?
Cita: Pero son muy pocos los que siguen tomando a la sabiduría como unidad de medida. Muy pocos.
ChicaVioleta Lunar: A mí también.
La Sonrisa de Hiperión: Gracias, nos estamos leyendo, siempre.
Noelia: Todos los pueblos tienen sus mitos particulares, incluso aquellos que nunca conocieron, ni conocerán, la escritura. Pero son muchos más los que han caído en el olvido que los que perduran. No podemos seguir pidiéndole cosas a los griegos, hay que avanzar.
Emilia: Siempre lo creí así, por lo menos mientras estuve rodeado de gente, después, en mi aislamiento artístico, dejé de creerlo. Ojalá algún día me encuentre otra vez con alguno de ellos.
Veronika: Vive rápido y deja un hermoso cadáver. Si, muchos quieren eso (me refiero a la lluvia…)
Saludos y Gracias a tod@s
J.
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