El patio de mi casa es de cemento, de punta a
punta el sólido gris lo cubre todo. Sobrevivir el verano allí, cuando el calor
no deja de aumentar y el sol resquebraja cualquier posibilidad de tener una idea,
se parece demasiado a vivir en el interior de un horno. Dudo incluso si eso que piso cuando abandono el
interior, oscuro y apenas un poco más fresco de la casa, no sea la entrada de
un volcán.
Pero eso no es lo que importa. La
historia llegará por otro lado.
Un día de primavera, uno de esos
días en los que el calor y la brisa tibia hacen posible respirar en ese patio
cerrado; me senté, con una silla plegable, junto a la sombra de una caliente pared
luego de haber barrido el suelo y levantado el polvillo.
Tenía intenciones de leer un viejo
libro que apareciera en mi portal hace unos años (una novela o algo así) y que,
en todo ese tiempo, siquiera me fue posible pasar de la quinta página.
Pero volvió la misma situación. A la
mitad del tercer párrafo de la sexta página, el sueño venció a mis párpados y
me dormí casi al instante acunado entre la tibieza del atardecer y la falta de
ruido. Todo porque nunca logré acostumbrarme a la lectura, esa actividad es algo
para lo que, decididamente, no estoy preparado.
Como introducción no sirve, lo sé, es
un poco demasiado extensa. Lo que me interesa contar es que el patio de mi casa
se ha convertido en un cementerio de hormigas. Lo descubrí al despertarme de
esa siesta imprevista y ver el sector del suelo que rodeaba mi silla de
plástico lleno de pequeños puntitos negros que la miopía me dificultaba
identificar.
La curiosidad me obligó a arrojarme
de panza al suelo, como no lo hiciera desde mis años en la milicia, para
inspeccionar aquellos puntos negros. Imaginaba, algo ingenuamente, que serían
manchas en el cemento. Pero, luego de un análisis más detallado, que me llevó
varios minutos (más de los que estoy dispuesto a admitir) pude determinar que
no eran manchas, sino hormigas muertas.
Yacían en el suelo varias docenas de
ellas, con el cuerpo doblado por la mitad, como si durmieran en posición fetal,
colocadas a la misma distancia una de otra. Efectivamente parecían dormir, pero
aunque nunca había visto dormir una hormiga, podía asegurar que no era eso lo
que estaban haciendo.
No sabía qué pensar. Me quedé allí, tirado
en el suelo mirando mientras descubría cómo, por una diminuta grieta en el
cemento, salían tres hormigas, en procesión, llevando cada una de ellas el
cuerpo de otra hormiga, presumiblemente muerta, sobre sus lomos. Parecían
mirarse entre sí, movían las antenas poniéndose de acuerdo en el lugar en dónde
dejar su carga.
Al ponerme de pie noté que respetaban
la misma distancia que tenían las otras, incluso luego de que moviera algunas
en mi análisis anterior. Formaban una extraña figura geométrica que sólo podía adivinarse
mirando desde arriba, como las figuras de Nazca.
En ese momento se me ocurrió pensar si
no sería que las hormigas comenzaban, de alguna extraña manera, a creen en dios,
en algún dios, en cualquier dios. ¿Qué tipo de dios sería ese? ¿Qué forma tendría?
¿Cuáles sus atributos? ¿Cuáles sus debilidades? Pero, luego de años de
preguntar sobre el tema, respuesta alguna obtuve.
11 comentarios:
Te detesto blogger, pero también te amo.
Sabelo.
J.
No mientas, no te gusta nada lo que escribo porque soy un rompedor de formas y no respeto reglas.
Para mi es como lo que hicieron los hombres en Nazca, esas hormigas le hablaban a un dios dormido, o sea ni el ni el personaje de tu cuento da bola a lo que quisieron decirles.
jlg
Será extraño o incomprensible lo que hacen las hormigas, pero seguro ellas lo hacen por un motivo importante.
Un abrazo, J.
A mucha gente le pasa eso de dormirse leyendo... con lo que a mi me gusta, dios mio!
Respecto al peculiar cementerio... pon una vela de mi parte.
Besos
Cita
Capaz que sí. A mí también me remitió a la líneas de Nazca, es una comparación tentadora.
Capaz lo creerían a imagen suya.
Saludos
Buenisimo! ;) que andes bien, te sigo.
Amigo, un placer haber vuelto por tu espacio.
Saludos y un abrazo.
Joe: Hace rato que los dioses deben de estar dormidos y/o muertos, porque no se ven señales de ellos. Son como los dioses ociosos que plantea Mircea Eliade en su análisis de las mitologías ‘’primitivas’’
Torcuato: Seguro, como tantas cosas que suceden en la naturaleza y que parecen ser obra del azar cuando, intuimos, no lo son.
Cita: Cada vez se lee menos, es innegable dicha realidad…
Noelia: No recuerdo qué filósofo, ni si era griego o romano, decía que si los hipopótamos o los caballos creyeran en dioses, los mismos tendrían forma de hipopótamo o de caballo, así como los dioses humanos son antropomorfos. Y yo creo que algo de razón tenía, por eso también fue posible que otro filósofo postulara que el hombre es la medida de todas las cosas… Y así nos va.
Agus Galván: Gracias, no leemos.
La Sonrisa de Hiperión: Gracias, todas las visitas y comentarios suman su granito de azúcar.
Gracias a tod@s.
Saludos,
J.
Perdón... no se la habrá creido, no???
Es una joda que las hormigas le hacen a las larvas humanas! Humor entre insectos, digamos.
Por un momento me sentí leyendo algo de Rulfo.
Me encantó.
Manco: Un humor muy, muy, especial.
Malena: No te das una idea lo bien que me hizo tu comentario. y justo ahora estaba leyendo a Rulfo... ¿Será casualidad?
Gracias y Saludos
J.
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