Despierta cada día a la misma hora; minutos
antes de que el sol acaricie el cielo del este. Desde ese mismo momento, se
dedica a cocinar.
El multitudinario desayuno, con
litros de mate cocido hervido en las ollas que piden a gritos un cambio, kilos
de pan cortados por la mitad y siempre untados con manteca. Hasta que el mismo
sol, atravesando la única diminuta ventana de la cocina le avisa la cercanía del
mediodía.
Como nunca había usado reloj, no
sabía que el tiempo podía, también, medirse mirando un trozo de plástico en
lugar del dorado astro.
A la hora del almuerzo, la rutina resultaba
similar. Hora tras hora preparando platos de comida que, indefectiblemente,
eran devorados por golosas bocas ajenas. Nunca, ni siquiera por error, ni se
derrochaba una migaja.
Inmediatamente después, y antes de
que el último plato se enfriara en el fregadero, comenzaba a calentar el agua
para el mate cocido, a cortar el pan viejo y untarlo con el remedo de dulce
para la frugal merienda.
Antes de que la última boca tragara
el trozo de pan asignado, las faenas propias de la cena se adivinaban en sus
gestos, en sus movimientos, tal vez un poco más lentos, por el cansancio, en
comparación con el mediodía. Pero casi nadie notaba el cambio.
La cena, igual de multitudinaria que
el almuerzo, llevaba tiempo y más tiempo, consumía platos y más platos. Litros
de esfuerzos, horas de sudor junto al fuego; cuidando, controlando la
elaboración de cada cosa, asegurándose hasta el último detalle.
Hasta que el cansancio le imploraba un
descanso para su cuerpo, unos instantes de paz en los que reposar los ojos en
algo que no fuera la comida de los demás. En esos momentos sentía que en
cualquier momento el sol volvería a salir, y que debería volver a la rutina.
La cocinera de aquel comedor
comunitario sabe que es importante su labor, si. Pero a veces una sonrisa de
retribución ayuda más al alma que largas horas de sueño. Sonrisa que no siempre
llega.
11 comentarios:
Disfrute mucho este relato, sobre todo porque saca a la luz una realidad tan común en nuestros pagos. El trabajo diario por la subsistencia, más allá del cansancio, los obstáculos y las carencias. Es bueno poner la vista en estos personajes. Sirve para mirar mas alla de nuestro ombligo.
Un abrazo grande!
Y me encanta que fije la vista en estas realidades.
Hace rato no comentaba nada, era hora, no????
Está bueno. Interesante. Siento que el otoño va tomando lugar, no sólo en el calendario. No sólo en las plantas.
Es que el hambre apura y ella lo sabe.
Sorry te deje de garpe con el dibujo, pero no sabes lo que es mi día estos días...
jlg
brindarse al otro ya no se toma como un sacrificio, el amor va en cada plato...
tantas horas entre fuegos que cuando por fin levanta la cabeza y ve el cielo, ya es de noche y la cocinera suspira para volver a empezar...
le regalamos una sonrisita?
yo me tomaría un mate cosido con ella.
Si se quiere cariño se neceistan sonrisas...
Ya me lo creo que debe de ser un trabajo arduo. Y es verdad, a veces una sonrisa es una gratificación suficiente para aquellas personas que se dedican a salvar los huecos que deja la humanidad en la humanidad.
Un abrazo
A veces, se pierde de vista el objetivo. Y es ahí cuando las retribuciones se hacen necesarias.
Un abrazo grande, José.
Vos decís que no deberíamos vendernos?
jlg
Hatshepsut: Hace rato que no te pasabas por acá, es cierto. Gracias por volver.
Hombre de Neanderthal: El otoño va llegando y ocupando parte de las personalidades, haciendo de la melancolía parte de la vida, de la razón de ser o no ser.
Malena: El hambre mueve al mundo.
Joe: Tampoco te avisé con tiempo, cinco minutos es poco para preparar algo. Igual sabes que te agradezco las buenas intenciones.
Geraldine: Es que la gente siempre pide más y más por sus propias acciones, aún a la gente que lo ayuda desinteresadamente, el egoísmo crece, y no de la forma esperada. Eso es lo peor.
Veronika: Yo también me tomaría un mate cosido, y vería de darle algo de charla así, aunque sea por unos minutos, distraerla un poco.
Mechi: Como mínimo sonrisas. Lo demás llegará a su debido tiempo.
Noelia: No creo que lo hiciera por el reconocimiento, que no lo había, o porque alguien debía hacerlo, nadie la obliga. Simplemente lo hacía porque así le salía ser. No es posible una explicación mejor.
Sole: O nos volvemos tan rutinarios que no nos percatemos de ellos, de los objetivos.
Joe: Es que si se venden van a ser uno más del montón, y no los que llegan para modificar en algo las cosas.
Gracias a tod@s
Saludos y Suerte
J.
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