Destapó, apenas, la pierna, la
única que le quedaba, para que comprendiésemos su mal. No hizo falta que
hiciera más para convencernos. Era Sarna.
Era imposible
saber cómo y dónde se contagiara. Él mismo lo ignoraba. Desde pequeños nos enseñan
los cuidados necesarios para evitar las infecciones. Tanto nos repetían las
lecciones que se volvían un mantra en los momentos de peligro, o de dolor.
Y siempre nos
ayudaba a calmarnos.
Aseguró que
nunca se descuidó, nunca, ni aún en esos momentos de locura que el hombre suele
vivir. Lo acribillamos a preguntas, una tras de otra tras de otra, pensando que
el error aparecería subyacente en algún rincón de su subconsciente y entonces
sabríamos cómo contraatacar ante semejante predicamento.
Pero no hubo
caso.
Su relato resistía
nuestros embates.
Cuando no
quedaron preguntas por hacer, ni respuestas por buscar, nos miramos con
expresiones desahuciadas y trémulas que se negaban a creer en lo que nuestros
ojos proclamaban como real.
Contemplábamos
la materialización de nuestros temores, ahora puedo decirlo. Mas, en ese
entonces, era imposible saberlo, porque confiábamos en las ciencia protectora y
sus beneficios.
Una ciencia
que había logrado, gracias a sus dogmas y axiomas, erradicar hasta la última
enfermedad del mundo (siempre y cuando hiciésemos lo necesario por mantenerlo
impoluto).
Sabido es que,
ni siquiera en los mejores momentos de una sociedad, los pájaros de mal agüero
nunca dejan de cantar sus malsanas predicciones. Pero eso es historia antigua
ya, aún cuando no hace mucho del descubrimiento.
Porque hoy, en
nuestro mundo libre de infecciones, enfermedades y necrosis, contemplamos al
primer caso de una enfermedad autosustentada. Una enfermedad capaz de
sobrevivir a los ataques de los antibióticos y medicinas más modernas. Una
enfermedad capaz de devorar al hombre de la forma más dolorosa e inhumana posible.
Nos mostró su
pierna enferma y supimos que, ese día, moría, junto con nuestra insigne
amistad, todo un mundo basado en el error y supuestos sin comprobación posible.
8 comentarios:
es lo malo de creer ciegamente en la sociedad.. y que triste es la enfermedad cuando ya no tiene cura...
besos :*
Uh, esta historia me ha dejado pensando...
Siempre un gusto leerte.
:)
Un abrazo!
Noto un impulso fuerte hacia la ciencia ficción. Espero ver más =)
Un gusto
Pazchi
nosotros contra bacterias y virus?...imposible...son mas vivos...después dicen que la naturaleza es sabia...
Muy bueno el post y la conclusión final "todo un mundo basado en el error y supuestos sin comprobación posible."
Saludos;)
"Porque confiábamos en la ciencia protectora y sus beneficios".
Y si. Confiábamos.
Un abrazo.
Chicavioleta Lunar: Lo malo es la sociedad, y punto. Hay que volver a las bandas caza-recolectoras, a la formas de vida pre-estatales, al amor libre… a la libertad…
Emilia: Gracias. La idea es pensar, y no dejarse llevar por la marea.
Pazchi: Ciencia hay poca, ficción en todos mis testos, incluso en mi biografía.
Geraldine: La naturaleza lo es todo, por eso no podemos derrotarla, ni siquiera doblegarla.
Caro Pe: ¿No es nuestro mundo así?
Sole: El hombre es el único animal, único animal que no aprende de sus horrores.
Saludos a tod@s.
J.
La medicina es así, trabaja sobre supuestos. Aún cuando lo tiene probado, no puede ver las evidencias a largo plazo, y ésas siempre terminan mostrando errores, fallas impensadas.
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