lunes, 21 de febrero de 2011

La motocicleta de Indiana Jones en medio de una persecución inexplicable y sin mucho sentido práctico

Jadeaba sintiendo que los pulmones estaban por estallarle. Su interior ardía como si hubiera bebido magma recién destilado. Pero no podía dejar de correr. Lo seguían. Estaban cazándole como a un animal, lo presentía. Por eso no dejaba de correr, doblando en cada esquina, en esa parte del pueblo que no conocía más que de oídas al abandonar el subterráneo.
Por supuesto, no miraba atrás. Sabía que de esa forma el juego terminaría, perdería, quedaría muerto de por vida. Esa era la razón por la que, apenas sintió los ojos del cazador recorriendo su cuerpo, apenas supo que lo habían elegido por el azar para representar un papel inexplicable en la ópera de la vida, comenzó a correr como alma que lleva el diablo (suponiendo que el alma exista, claro).
Dejó atrás la zona deportiva del barrio. Luego de las pocas casas de la clase media, baja y ultrabaja, alcanzó la zona rara de la ciudad. Esa zona en la que pocos se arriesgan a entrar sin una buena razón. Ser perseguido por la brigada de cazadores de personas desprevenidas puede considerarse una cuestión de peso (por lo menos para el perseguido).
De más está decir que, la zona rara de la ciudad era poco conocida. Incluso su cartografía era deficiente. Eso si no queremos creer en la leyenda que dice que esas calles, esos edificios, incluso esa gente, cambian todo el tiempo. Aunque nunca se alejan demasiado de los escenarios superpuestos de las películas de la década de 1980.
Corría sin mirar atrás, arriba o a los costados, sólo hacia adelante. Para evitar tropezones, caídas, torceduras y dobladuras. Porque los ungüentos especiales para tales ocasiones permanecía en su casa. Porque nadie puede saber nunca cuándo será elegido como víctima propiciatoria de un sacrificio ritual.
O eso dicen.
El caso es que corría sintiendo que estaba por desfallecer cuando, salida de la nada, o más probablemente de una radio estratégicamente escondida, escuchó la canción de la presentación de las películas de Indiana Jones (la misma que se escucha cuando el personaje intenta escapar de los indios-nazis-arqueólogos-buscadores-de-tesoros-inexistentes. Sí, esa canción).
Se detuvo porque vio acercase por la autopista, ocupando el carril de los héroes, una motocicleta de los años cuarenta, último modelo y llena del polvo del camino. Además, porque el conductor vestía igual que el Indiana Jones original (aunque con el rostro de su abuelo, pero eso es tema para una analista psiquiátrico).
—¡Indiana! —gritó al reconocerlo—. ¡Ayúdame, por favor, me persiguen!
La motocicleta seguía cercándose a gran velocidad, como si no lo hubiera escuchado, ni visto a pesar de vestir de naranja fluorescente y estar saltando en medio del camino.
La motocicleta, y su conductor, se entiende, hicieron un rodeo y se alejaron siguiendo su camino, ignorando a quien quedó mirando estúpidamente sin entender hasta sentir el pinchazo de un dardo tranquilizante en su hombro.
—Mierda —dijo—. Otra vez no.
No intentó seguir corriendo, sabía que era imposible; en cambio se tendió obre la autopista esperando morir, quedarse dormido, vomitar su desayuno, lo que primero ocurriera.


9 comentarios:

Sole dijo...

Mirá que soñar con Indiana es cosa seria y mucho más con música de fondo.

Noelia A dijo...

Bien llevada la trama, te quedó bueno el relato.
Un abrazo

Torcuato dijo...

El indiana este...
Cayó el héroe.
Un abrazo, José A.

alear dijo...

wow! excelente relato!

besos :*

eMiLiA dijo...

Te leía y sonaba la musiquita de fondo en mi cabeza.

La última es mi favorita de las de Indiana.

Un abrazo!

Caro Pé dijo...

moy bueno!
Lo saludo!

El Titán dijo...

Qué bien contado...

Y eso le pasa por andar en los suburbios del sueño...

un abrazo...

Geraldine, dijo...

poné los fideos que vine!...he vuelto, seguro me perdí de varios extraordinarios post.....me ire poniendo al día...beso!

José A. García dijo...

Sole: Es que Indina Jones no es nada sin música.

Noelia: Gracias, este tipo de comentarios dan ganas de seguir escribiendo.

Torcuato: Tal vez no había nadie mejor disponible.

Chicavioleta Lunar: Gracias.

Emilia: ¿La última cruzada o la última que salió?

Caro Pe: Gracias. Yo la saludos a usted.

Titán: ¿Quién lo habrá mandado a pasearse por ahí no? Hay gente para todo. O eso dicen.

Geraldine: ¡Bienvenida de regreso entonces!

Gracias a Tod@s

Saludos

J.