Allí estaba otra vez, caminando sobre la
cornisa, pavoneándose, recordándole a quien le miraba desde abajo que su mala
puntería nada había logrado aún. Ni lo haría, por más que lo intentara otras
mil veces.
El gato miraba desde la altura
refregándose contra la pared, mirándole con esos ojos tontos y burlones,
maullando quedito, afónico después de noches de vagabundeos y aventuras
ignominiosas que nadie más que él mismo conocería jamás.
El hombre, sentado a la puerta del
patio interno del departamento, lo miraba con odio y repugnancia; con ganas de
reventarle la cabeza de una pedrada, de arrancarle un ojo a ese gato negro que
se parecía, sin serlo, al gato de Poe.
Cada vez que esa miserable bola de
pelos aparecía, interrumpía su lectura, su quietud, su silencio sagrado
indispensable para continuar con su ilimitado ocio. Con sus maullidos, su
ronroneo infernal, su olor a carne cruda mal masticada y sus pelos. Sobre todo
sus pelos, que se metían en cada rincón del departamento, que se pegaban en la
ropa, los muebles, los utensilios de cocina; en su nariz, cortándole el aire,
no dejándole respirar, cerrándose sobre su vida.
El gato continuaba mirándolo desde
la cornisa, maullando quedito. Por suerte había tenido la precaución de
juntarse varios guijarros de la calle. Aprisionaba uno con sus dedos en ese
instante, esperando a que el maldito bicho se distrajera lo suficiente para
poder lanzárselo y tener más posibilidades de acertar. Esperaba a que el gato
mirara hacia otro lado, a que chocara su cabeza contra la pared y girara sobre
sí mismo, de la misma forma en que le veía hacer ahora…
Como activado por un mecanismo
mágico y veloz, con un mismo movimiento se levantó de su asiento, llevó hacia
atrás su brazo y lanzó el proyectil deseando, esta vez, acertarle.
El gato ni se inmutó cuando la
primera piedra golpeó contra la pared, debajo de él; ni cuando la segunda pasó
muy por arriba de su cabeza. Con la misma parcimonia de siempre llegó al
extremo de la cornisa, mientras la lluvia de proyectiles continuaba, y saltó
hacia el otro lado. S fue de la misma silenciosa manera en que llegara, dejando
atrás, allá abajo, a un hombre desesperado por su mala puntería, pero, por fin,
solo, encerrado en el patio de su soledad.
15 comentarios:
no sé por qué, casi siempre te contesto abajo de lo que firmás...
debería contestarte acá, porque a menos que te fijes no te enterás.
¬¬
igual te escribí allá eh.
JA!
soy así, ya fue.
beso
Ay los gatos... que cosa que me producen una sensación tan desagradable. Tal cual como los siento yo.
Un abrazo.
Ja, los gatos tienen esa airosidad, te miran desde arriba como gozándote. A mí no, no tengo intenciones de molestarlos, pero he visto cómo le hacen eso a los perros, que se los quieren comer.
Buen cotejo de libertades. La libertad capitalista: tener un patio cercado y meterse dentro.
Algo así paso los otros días por mi casa, con la única diferencia de que mi perra lo agarró al gato y lo tuve que salvar...
este relato me ha gustado mucho che, muy bueno
te dejo un gran saludo!
Le dejo el consejo de un gil: Con una Uzi no falla, compañero.
UAP, mi viejo
Los gatos salen de casa por días y regresan en busca de un plato de comida. No molestan, no fastidian, no necesitan nuestro afecto, salvo que ellos decidan acercarse.
Son autosuficientes. Vienen de una estrella no muy lejana.
-
Ahora, lo de la uzi está interesante, siempre y cuando uno pueda -y sepa- apuntarse a la nariz.
Buen trabajo José.
Te dije, bolo!, habla de gatos que en Internet tiene la re fama!, viste?, tenes bocha de comentarios y miiiiiiitas!.
Me encanto, como siempre.
PD: Gracias por el documental de Oliver Stone, miralo, así nos cagamos a puteadas como siempre pero con algo en común, saludos!
jlg
El homo sapiens...
po eso esa misma razón detesto los gatos, buen relato
Lau: Gracias por las respuestas. Tú sabes…
Sole: Son como los humanos, a algunos le caen bien, a otros no.
Noelia: Creo que el problema es ese, la libertad que tienen los gatos y que el hombre desconoce. Y se niega a conocer.
Iván: Por suerte lo salvaste.
Serafín: Gracias, por lo saludos y por el comentario, también.
Amperio: Salvo que tengas mala puntería…
Ro: Vienen de una estrella tan lejana que todos creen que fueron domesticados por los hombres cuando, en realidad, ellos nos domesticaron a nosotros. Gracias por el comentario.
Joe: Gracias. Lo voy a tener en cuenta.
Hombre de Neanderthal: Es así, no hay con qué darle, es cierto.
Thor: Hay opiniones encontradas en casi todos los temas.
Gracias a tod@s.
Saludos.
J.
curiosa raza que ansía destruir lo que no puede alcanzar.
Mikkonoss: Eso es lo que obtienes cuando malinterpretas adrede textos considerados erroneamente como ''sagrados''...
Saludos
J.
Lo que hacen algunos por un poco de soledad... Si es que, en realidad, la soledad sin un gato no es soledad del todo.
Por un momento, llegué a temer por la vida del minino.
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