lunes, 7 de febrero de 2011

La culpa es de los chinos


Los ladrones de tiempo inventaron el primer reloj. Si, cuesta creerlo. Pero fueron ellos quienes erigieron al sol por sobre el firmamento para que las sombras señalaran el paso de los días, de los meses, de los siglos. Fueron, también, lo suficientemente inteligentes como para crear la luna y poder, de ese modo, realizar su trabajo también por las noches.
Y los hombres, que nunca se habían acostumbrados a vivir en medio de la oscuridad y la humedad, agradecieron la luz y el calor. Agradecieron el sol y la luna que otros habían pergeñado. Vivieron felices y se multiplicaron, y su prole cubrió la tierra.
Tanto prosperaron que nuevos artilugios de los ladrones de tiempo fueron necesarios para continuar acumulando minutos, segundos y centésimas, en sus cuentas de ahorro.
Inventaron las campanas para señalar los segmentos del día. Campanas que sonaban al amanecer, a la mitad aproximada del día y al atardecer, para marcar los momentos propicios para cada actividad. Como no podían ser ellos mismos quienes las tañeran, se las obsequiaron a los que menos labores tenían de entre los hombres. Y les enseñaron a esos inútiles clérigos, cómo construir otras que reemplazaran a las que pudieran llegar a romperse.
Los hombres las aceptaron y se alegraron, vivieron felices los momentos señalados para ello, se multiplicaron y su prole continuó cubriendo la tierra.
Hasta que hubo tantos hombres que las campanas no llegaban a oírse en todos sus hogares. Fue cuando los ladrones de tiempo demostraron su ingenio superior al de todos los seres; inventaron un reloj mecánico y se lo dieron a los suizos, un pequeño pueblo que llevó el arte de su fabricación hasta las inmediaciones de la perfección.
El nuevo regalo fue aceptado, apreciado y reconocido como un gran invento por los hombres, quienes no veían en todo aquello los ávidos intereses de los acaparadores de minutos por poseer mas y más tiempo en sus manos.
Porque, aunque costosos, o tal vez por esa misma razón, todo hombre deseaba un reloj suizo.
Cuando la tecnología así lo permitió, y el plástico y las baterías reemplazaron al vidrio y las cuerdas; y los chinos, sin que nadie se los pidiera, hicieron una revolución.
Entonces fue posible comprar y vender, fabricar y tirar, relojes tan baratos que todas las personas, por más desesperada que fuera su situación, podía acceder a un reloj pulsera de plástico barato, de mala calidad y desechable.
Dicen, los que tienen la habilidad de verlos, porque no habitan en el mismo mundo que nosotros, que desde ese entonces, los ladrones de tiempo viven en un éxtasis permanente al vernos correr, de aquí para allá, todos los días, mirando nuestros relojes, preocupándonos por no perder el tiempo en lugar de, como debería ser, vivirlo.

9 comentarios:

José A. García dijo...

Un pequeño homenaje a Michael Ende. Quienes lo leyeron entenderán por qué lo digo.

Saludos a tod@s.

J.

Sole dijo...

Finalmente el tiempo nos maneja a nosotros y no al contrario.
Michael Ende, será tenido en cuenta.

Unknown dijo...

Creo que, en sí estos ladrones están volviendo a pisar la tierra, ya que, cada vez vamos todo más rápido que antes...

oenlao dijo...

malditos golfos!

José A. García dijo...

José: Te quedó muy bueno. Espero que algún día se acuerden de Ende.

Sole: Ese es el problema. Nos olvidamos de que el tiempo es una construcción humana, y no algo necesario para vivir. Como la religión, la política, la internet y las pastillas antigripales.

Iván: Puede ser, ¿de quién será la culpa ahora?

Oenlao: Malditos, malditos.

Gracias a tod@s

Saludos

J.

NoeliaA dijo...

Puede ser, aunque ahora la globalización ha extendido el ritmo vertiginoso a todo el planeta y le ha llegado a los chinos de rebote, a excepción de las comunidades nativas, alejadas de la capital. Una vez vi un documental acerca de las distintas culturas de la China actual, parece ser uno de los países más heterogéneos, con muchas culturas y creencias distintas, tanto que cruzar de un pueblo a otro implica un cambio significativo del entorno.
Yo leí un libro muy bueno llamado "Elogio de la lentitud", ahí hay una breve incursión al reloj, pero ya no lo recuerdo, lo que si recuerdo, es que la manía de la puntualidad, y la necesidad de relojes absolutamente precisos y sincrónicos, nació en Londres, cuando instalaron el primer tres, pues si los pueblos no tenían los horarios iguales, cinco minutos de diferencia marcaba un caos.
Interesante tu tema, y no sabía que había sido invento chino.
Saludos

Thor_Maltes dijo...

Todo es culpa de un tercero, más si es extranjero

José A. García dijo...

Noelia: Entonces, ¿todo sería culpa de los ingleses? ¡Lo sabía! Como le gusta arruinar el mundo a esa gente...

Thor: Y si habla en un idioma inentendible mejor.

Saludos

J.

Anónimo dijo...

Malditos ladrones!