Tras un extenso y agotador
caminar, había llegado al sitio de la máxima decisión. Al lugar donde la Sibila
me confiara, meses atrás, se sellaría mi destino.
Lo que
sucediera aquí, sería el índice de mi sabiduría y mi destreza.
El camino se
interrumpía en un abrupto precipicio del que nadie tenía noticias de su
profundidad. No era muy ancho, es verdad, pero la oscuridad de su interior
dejaba sin aliento a cualquiera.
—Allí
decidirás —había dicho la Sibila—, qué quieres para ti. Si hundirte en lo
desconocido para extraer la sabiduría… O saltar sobre el abismo creyendo que la
ignorancia es un buen reemplazo para el saber.
Allí mismo me
encontraba ahora, mirando la negrura del abismo por momentos, para desviar
luego la mirada hacia los verdes prados del otro lado; jugaba a juzgar mis
opciones para elegir la menos dolorosa. O la que representara más beneficios
para mi persona, mi fortuna y mi prestigio…
Pero, ¿qué sería
lo mejor para mí mismo?
¿Por qué la
Sibila estaría tan preocupada por el hecho de que continuara el viaje? ¿Por qué
quería que no dejara de avanzar? ¿Por qué?
Me asomé al
abismo. Entre el cálido aliento de la profundidad, con sus aromas y secretos. Creí
escuchar una respiración, pesada, cargada, como la que pocas veces puede oírse
fuera de los sueños…
De pronto el
descenso a las entrañas de la tierra no me parecía tan interesante.
Los verdes prados
del otro lado, mirándolos bien, ya no parecían meros pastos. Recordaban a
lenguas viperinas flameando bajo la brisa…
La Sibila
deseaba que continuara, costara lo que costara. Que decidiera, aquí y ahora. Pero,
la artera hechicera había ocultado, deliberadamente, la tercera opción, la que
siempre existe aun cuando no se la ve.
Unos
kilómetros al sur, más allá de una pequeña loma y unos viñeros abandonados,
existe otro camino en mejores condiciones. Decisión alguna se torna necesaria
allí.
Caminaré,
pues, en esa dirección.
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Años después, llegó a mis oídos
que la Sibila nunca había existido, que era una fantasía de la mente insana de
algunos aldeanos entre los que me encontraba.
El precipicio,
en cambio, resultó ser algo mucho peor…
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La Sibila murió y nadie la
recuerda.
Dudo de mi
aventura fuera de los límites del saber. Pero no dudo de mi decisión, aún…
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9 comentarios:
Las decisiones siempre son difíciles. Implican renunciar a algo más y eso requiere valor.
Un abrazo!
No deberíamos subestimas el poder que tiene la impunidad de la ignorancia sobre la gente, es muy tentador.
jlg
Siempre hay otras opciones, el problema es que hay que encontrarlas solo.
Besos
http://lavidaenpixeles.blogspot.com/
la decisión de no decidir? seguir este camino sin conocer la verdadera sabiduría ni abandonarse a la ignorancia?
Mucho depende como se lo mire, podes agradece que tenes una posibilidad de elección, hay gente que ni eso
...ya lo harás. La duda es nuestra naturaleza. El día en que no dudemos, ya no seremos. ¡Y vaya uno a saber que seremos...!
al volver a leer ,me di cuenta de un hecho interesante ,los viñedos junto al camino ,posiblemente tengan poder sobre las decisiones
un abrazo grandote
Parece que siempre hay terceras opciones para las disyuntivas más tercas.
¿Hay un atajo entre la ignorancia feliz y la sabiduría dolorosa?
Justo el libro que estoy terminando de leer se presenta como la adaptación de los vaticinios de la Sibila por parta de la autora. Ficción, por supuesto, se trata de El último hombre, de Mary Shelley.
Ahí está el libre albedrío y el buen uso de la sabiduría que uno ya posee: en buscar soluciones, en buscar alternativas, en no contentarse con lo que se da.
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