jueves, 9 de septiembre de 2010

Sibila

Tras un extenso y agotador caminar, había llegado al sitio de la máxima decisión. Al lugar donde la Sibila me confiara, meses atrás, se sellaría mi destino.
Lo que sucediera aquí, sería el índice de mi sabiduría y mi destreza.
El camino se interrumpía en un abrupto precipicio del que nadie tenía noticias de su profundidad. No era muy ancho, es verdad, pero la oscuridad de su interior dejaba sin aliento a cualquiera.
—Allí decidirás —había dicho la Sibila—, qué quieres para ti. Si hundirte en lo desconocido para extraer la sabiduría… O saltar sobre el abismo creyendo que la ignorancia es un buen reemplazo para el saber.
Allí mismo me encontraba ahora, mirando la negrura del abismo por momentos, para desviar luego la mirada hacia los verdes prados del otro lado; jugaba a juzgar mis opciones para elegir la menos dolorosa. O la que representara más beneficios para mi persona, mi fortuna y mi prestigio…
Pero, ¿qué sería lo mejor para mí mismo?
¿Por qué la Sibila estaría tan preocupada por el hecho de que continuara el viaje? ¿Por qué quería que no dejara de avanzar? ¿Por qué?
Me asomé al abismo. Entre el cálido aliento de la profundidad, con sus aromas y secretos. Creí escuchar una respiración, pesada, cargada, como la que pocas veces puede oírse fuera de los sueños…
De pronto el descenso a las entrañas de la tierra no me parecía tan interesante.
Los verdes prados del otro lado, mirándolos bien, ya no parecían meros pastos. Recordaban a lenguas viperinas flameando bajo la brisa…
La Sibila deseaba que continuara, costara lo que costara. Que decidiera, aquí y ahora. Pero, la artera hechicera había ocultado, deliberadamente, la tercera opción, la que siempre existe aun cuando no se la ve.
Unos kilómetros al sur, más allá de una pequeña loma y unos viñeros abandonados, existe otro camino en mejores condiciones. Decisión alguna se torna necesaria allí.
Caminaré, pues, en esa dirección.
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Años después, llegó a mis oídos que la Sibila nunca había existido, que era una fantasía de la mente insana de algunos aldeanos entre los que me encontraba.
El precipicio, en cambio, resultó ser algo mucho peor…
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La Sibila murió y nadie la recuerda.
       Dudo de mi aventura fuera de los límites del saber. Pero no dudo de mi decisión, aún…

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9 comentarios:

eMiLiA dijo...

Las decisiones siempre son difíciles. Implican renunciar a algo más y eso requiere valor.

Un abrazo!

Joe dijo...

No deberíamos subestimas el poder que tiene la impunidad de la ignorancia sobre la gente, es muy tentador.

jlg

Luna dijo...

Siempre hay otras opciones, el problema es que hay que encontrarlas solo.

Besos

http://lavidaenpixeles.blogspot.com/

Nina Regina dijo...

la decisión de no decidir? seguir este camino sin conocer la verdadera sabiduría ni abandonarse a la ignorancia?

Unknown dijo...

Mucho depende como se lo mire, podes agradece que tenes una posibilidad de elección, hay gente que ni eso

mikkonoss dijo...

...ya lo harás. La duda es nuestra naturaleza. El día en que no dudemos, ya no seremos. ¡Y vaya uno a saber que seremos...!

Juan Carlos Eberhardt dijo...

al volver a leer ,me di cuenta de un hecho interesante ,los viñedos junto al camino ,posiblemente tengan poder sobre las decisiones
un abrazo grandote

NoeliaA dijo...

Parece que siempre hay terceras opciones para las disyuntivas más tercas.
¿Hay un atajo entre la ignorancia feliz y la sabiduría dolorosa?

Justo el libro que estoy terminando de leer se presenta como la adaptación de los vaticinios de la Sibila por parta de la autora. Ficción, por supuesto, se trata de El último hombre, de Mary Shelley.

Raymunde dijo...

Ahí está el libre albedrío y el buen uso de la sabiduría que uno ya posee: en buscar soluciones, en buscar alternativas, en no contentarse con lo que se da.