Sueño del pasado, olvidado, pero no borrado

Se trató, sin lugar a dudas, de uno de esos amores de liceo que fácilmente se catalogan como FyF (Fugaces y Fútiles), porque tal y como comenzó, acabó. En más de un sentido.

Durante años, no volví a pensar en ese minúsculo detalle de mi vida. Hasta que un sueño, confuso y acalorado, me recordó por qué no todo puede olvidarse. Y que la memoria, cuando así lo quiere, puede resultar la más traicionera de nuestras compañías.

Obviamente no sabría decir si aquella persona que me visitó en sueños era la misma de mi pasado. O si guardaba, por lo menos, alguna relación con ella. No lo sé, no se lo pregunté. En ese momento no importaba.

Como tampoco importaba el lugar, el onírico paisaje no existía, y la arquitectura que nos rodeaba me remitía al viejo liceo que años atrás demolieran para construir un centro comercial.

Pero ahora soy adulto, y ese hecho no es nada, no es parte fundante de mi ser, que se asienta sobre pilares diferentes. Unos sólidamente construidos.

Los mismos que ahora, al acercarse la hora de retornar al sueño, siento como hojas que se dejan llevar por el viento.

Si pudieras cambiar un solo hecho de tu pasado, por ínfimo y carente de valor que fuera, ¿aceptarías la oportunidad?

Lo siento Descartes, yo no pienso para existir.

Yo dudo, ergo existo.

Aclaración: Para quien no lo conoce, 

el de la imagen superior es Descartes.