La banda inglesa venía a dar un
recital en la ciudad. Si, todos lo sabían. Porque las radios y las emisoras de
TV se habían encargado de repetirlo, a cada instante, durante el último mes. Habían
saturado todo el espacio repitiendo, una vez por hora, el mismo tema del último disco, junto con los clásicos de la banda.
La gente
estaba cansada de escuchar siempre la misma letra, de sentir siempre la misma
repulsión que la mayoría de las personas sienten crecer en su interior cuando
se les intenta imponer algo con lo que no están de acuerdo.
La gente, como
ya les he dicho, estaba aburrida, y más aún lo estaba la rolinga del barrio que
escuchó con incredulidad cómo cualquier otra música no deprimente era eliminada
de la memoria de los conductores de radio y los programadores musicales.
¿Dónde estaba
el rock? ¿Y el jazz? ¿El blues? ¿El beebop? ¿El heavy metal? ¿De todo el
espectro musical sólo sobrevivía coldplay? ¿Qué había sido de la música pensada
para estados emocionales diferentes a la apatía? ¿Dónde?
Por la mañana
coldplay.
Por la tarde
coldplay.
Por la noche
coldplay.
La rolinga se
aburría, enloquecía con impulsos asesinos. Los mismos impulsos que la arrojaron
a decidirse a realizar la acción más extrema: Asistiría al recital. Pero no
para disfrutar de la música no pensada para ella; sino cargando un cinturón de
dinamita que pondría fin, de ser posible definitivo, al suplicio de tantos, a
la ceguera de unos pocos, al beneficio económico de aún menos.
Una explosión
ínfima para que el universo regresara a su balance.
Estaba
decidida, no pensaba en fallar.
El
día del recital, rodeada de fanáticos apáticos, resistió con ímpetu los
primeros temas. Pero, a partir de la décima canción, de la misma melodía
repetida, comenzó a sentir mella en su valentía. Toda la resolución, todo los
motivos que sentía para realizar tal altruista acción comenzaba a flaquear.
Sentía que le
fallaban las fuerzas, que todas las ganas de hacer algo desaparecían, que la
depresión, poco a poco, le ganaba el cuerpo.
Tan fuerte,
tan rápido, tan definitiva, que ni siquiera podía notar su depresión impuesta
por la necesidad del mercado en la que no había sitio para nada más. Sólo
depresión, una banda pseudomusical y la sociedad de consumo.
La explosión
que liberaría al mundo del suplicio nunca sucedió, se evaporó en una simple
nube de humo que consumió todo lo que la rolinga del barrio había dicho, hecho
y sentido. Dejando, únicamente, la insulsa letra de una canción barata de
coldplay flotando en el amargo aire de la depresión que invadía al público…
11 comentarios:
es verdad...odio que las radios te metan una canción hasta el hartazgo, para alienar y que compren, hasta llega a sonarte bien si te descuidas...yo estallaría en varios recitales, nomas el de arjona para darte un ejemplo esclarecedor...
esta mal el comercio?... nolo se
estan malos los malos gustos?... no lose
coldplay?... estuve mucho tiempo en una radio, y creo que no llegamos ainfluenciar mucho, somos muy malos marcando tendencia ja.
Ahora, la rollinga tiene un problema, la podriamos analizar (?).
A mi me gusta la música, de aquello que emociona, de aquello que eleva los niveles sexuales, aquellos que me sacan lagrmas de tristeza y aquellos que solo escucharlos me da gracia.
Y a diferencia de la rollinga, iría al recital, simplemente para ver que la gente, como las moscas, a veces se alimenta de bosta.
:)
Biquiños.
\m/ A esa rollinga le faltó metal en venas.
Me sumo a mi hermana, no entiendo lo que salen a decir que hay que ser tolerantes porque seguro que si escuchan Opeth lo tildan de "mala música" por extremos (o peor cémo escuché alguna vez decir "pero esto como se baila?", Madre Naturaleza!). Prefiero la sinceridad, Coldplay ya desde el nombre dice que son pechos fríos.
Y si, hacer música con el único pretexto de que un gordo jefe de una compañía de música retrograda se pueda ir de vacaciones me aparece repulsivo. No me parece ni emotivo ni profundo ni nada hacer música para publicidad, sea punk, emo, Haavy o Rollinga. Un kamikaze a la izquierda por favor.
jlg
Sociedad de consumo. Ote gusta o te lo hacen gustar de tanto machacarte el cerebro.
Besos
Esa chica estaba muy sola..
Pues yo creo que esa banda no se merece ni siquiera un cuento.
Ademas era dificil conseguir la dinamita.
En nombre de mis ya superadas (espero) depresiones de los 30 años, me veo en la obligación de defender a Coldplay.
Me parece que la cuestión es quién vino primero, el huevo o la gallina: la música comercial o los que no quieren otra cosa.
Excelente, hombre, muy buena idea, muy buena resolución. Y muy buena reflexión; la depresión es contagiosa, y la música como vehículo de estados de ánimo, también. La emoción impuesta, machacada, embutida por los medios masivos... muy buena reflexión, posta. Bravo.
El poder de la musica...
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