domingo, 13 de junio de 2010

Tu recuerdo habita un cuadro viejo y mal pintado


Abrió los ojos con resignación.
Si. Aún estaba en la habitación, sentado en el viejo sillón de lectura. El hogar ardía y crepitaba con insistencia mientras el frío invierno azotaba la ventana sudoeste de su aposento.
Se levantó resintiéndose por haber dormido en tan mala postura. Dejó el libro allí donde había caído y caminó hacia la cama.
Escuchó el reloj del salón, cuatro habitaciones más allá de donde se encontraba, dar las nueve de una larga y gélida noche de julio.
Pensó, por enésima vez, en ella.
Había quemado las fotografías y las cartas luego de que huyera de su vida. Se había deshecho de todo lo que podía recordársela por las noches de insomnio y soledad.
Todo menos el último cuadro que ella pintara y que aún colgaba sobre el hogar. El mismo bajo el que todas las noches se sentaba, para leer, para pensar, para meditar, para sufrir, para recordar.
¿Por qué había decidido quedarse con el cuadro? ¿Qué le atraía de ese paisaje desolado, abandonado por la mano de dios y el hombre?
¿Qué le había dicho cuando ella se lo regalara? ¿Qué había vivido él? Frase que se prestaba a la confusión, porque dónde había vivido, ¿en el cuadro o en el paisaje que representaba? Y entre las casas de la desolada aldea, ¿no se veía arder una de las ventanas más pequeñas?
Era tarde, de noche, y comenzaba a divagar, ayudado por el sueño y el cansancio.
Nadie vive dentro de un cuadro, pensó. Nadie.
Se alejó del hogar hacia la cama, grande y vacía como el resto de la casa, pensando en el cuadro, el resplandor que en él creía ver cuando se sentaba mirándolo durante horas. Y en ella, siempre en ella.
A mitad de camino entre la cama y el hogar miró, por enésima vez esa noche, la pintura.
De igual manera, una vez más, creyó ver en ella el ardor de un tizón iluminando una diminuta ventana, apenas adivinable entre las pinceladas cargadas de color.
En un arrebato de furia y amor mal contenido, se abalanzó sobre el hogar, desgarró el marco de la pintura y la arrojó, con desprecio más que con odio, al fuego.
Ahora si arderá algo en ella, pensó antes de darse vuelta para, esta vez sí, irse a dormir.

10 comentarios:

NaNa dijo...

Hacía bastante que no pasaba x aquí.
Megustó mucho este último relato.
Salud!!!

Joe dijo...

Un final memorable.

jlg

Raymunde dijo...

Muy bueno. Me encanta este tipo de relatos, pinceladas de alguna historia más grande, que se puede adivinar detrás de ellos.

Lady Jones dijo...

¿Y así de fácil? si todos los recuerdos se borraran con el fuego simplemente seríamos volcanes rugiendo o piras humanas incapaces de ver más allá o de ilusionarse con algo, no? No sé, digo yo...
LADY JONES

Noelia A dijo...

Dicen que el fuego es capaz de destruir y de dar vida simultáneamente, porque sólo cuando algo se reduce a cenizas es posible que otra cosa ocupe ese lugar.

mikkonoss dijo...

Quemar el cuadro no funcionará. Se irá a dormir, pero soñará con ella, y con la culpa... su culpa.

Bla dijo...

era hora..

Luna dijo...

No es fácil terminar con los recuerdos.

Besos

Thor dijo...

Me recordo a los cuentos del maestro Horacio Quiroga

Anónimo dijo...

Nana: Gracias por volver.

Joe: El único final posible, a mi entender.

Raymunde: Gracias. Siempre me parecieron más interesantes las pinceladas que las grandes obras inacabadas.

Un Saxofonista en mi salón azul: El problema con los recuerdos es, precisamente, que no sabemos cómo borrarlo. Pero, a veces, hay otras cosas que nos ayudan. Otras veces tenemos que hacernos cargo solos.

NoeliA: Muy ciertas tus palabras. Esperemos que siempre sea así.

Mikkonoss: Ese es el castigo por quemar una obra de arte. Soñar con ella.

Mitófago: ¿De qué?

Luna: No, no lo es. Eso… ¿es un problema?

Thor: Gracias. No lo había pensado así.

Saludos a tod@s