Me encontraba de pie en lo más
alto de la escalinata de la Universidad, desde allí podía dominar la extensa explanada
con la vista. En verdad podía verlo casi todo. Y todos podían verme en medio de
la vorágine de gente y movimiento.
En aquel
sitio, la Universidad, y en aquella época, tiempo de exámenes finales, cosa
alguna desentonaba con el paisaje (ni los raros peinados, ni la ropa colorida,
ni los gritos en idiomas inventados).
Esperaba a
alguien; no sé a quién, pero lo esperaba. Veía acercarse por la escalinata a
una vietnamita; sin dudas pensé que sería alguna de las estudiantes de
intercambio. Tendría unos 18 años, esbelta y llena de resolución enfundada en
su uniforme reglamentario de guerrillera, miraba hacia el frente como si nada
pudiera distraerla de su camino.
No pensaba
decirle nada, a pesar de que el rifle que cargaba parecía verdadero y
funcional; fue ella la que se acercó a mí.
—Busco a Mariela
—escupió.
—Creo que está
adentro —dije señalando el edificio enorme, gris y barroco de la Universidad—.
¿Para qué la quieres?
—No te
preocupes. Solamente pretendo matarla —dijo antes de seguir caminando.
—¡No! —grité
—. A Mariela no.
Corrí entre la
gente, que me miraba sorprendida pero me dejaba hacer, y las columnas dóricas
de la entrada buscando a la guerrillera vietnamita. Al encontrarla le pedí que
no matara a Mariela, por favor. Que la dejara tranquila.
Apenas sí me
escuchó y continuó, en cambio, con su búsqueda.
Utilizando mi
conocimiento del edificio, que conocía más que a mí mismo, me aparecía a cada
paso de la guerrillera, por diferentes caminos, intentando convencerla para que
no cumpliera su propósito.
Ella siempre
decía que no. Su orden debía ser cumplida, repetía, y continuaba buscando
entrando en las aulas, en los sanitarios, abriendo todas las puertas que
encontraba en su camino.
—Deja en paz a
Mariela, por favor. ¿Por qué debes matarla? —repetía a cada paso.
Ante mi insistencia,
porque no parecía dar muestra de cansancio y/o fastidio, se dignó a mirarme; su
lacio cabello negro le cubría los hombros, sus ojos eran los más negros y duros
que viera jamás.
—¿La conoces?
—preguntó levantando solamente la ceja derecha.
Descolocado
por la pregunta, me detuve a pensar unos instantes.
—No —debí
reconocer luego de pensarlo por un eterno minuto.
—Entonces
déjame continuar. Sabes que, si la encuentro, no la extrañarás.
Di un paso al
costado y la miré alejarse, a paso firme, entre la gente que inundaba los
pasillos. Por un instante pude seguir sus movimientos debido al rifle que
llevaba colgando sobre su hombro, luego ni siquiera eso.
8 comentarios:
al final, cual es la guerrillera?
Una defensa algo efimera, pero... algo es algo. Podés hacer una segunda parte soltando algún dato de las actividades de Mariela, principalmente. Nos queda picando, aunque no la extrañemos; ¿habrá valido la pena? (porque la vietnamita estaba resuelta).
Curioso... Manco Cretino
Evidentemente si sabes quien es Mariela, larga data!
jlg
un defensor de la vida ajena!! qué pocos quedan..
que barbaro!
Anónimo: La que llevaba el arma.
Manco Cretino: En la vida nunca sabemos TODO, ¿por qué habríamos de exigírselo a la literatura?
Joe: OK. Pero, por algo no la defendieron mucho.
Mitófago: Y cada vez van a ser menos. Porque se dejan matar por boludeces.
Geo-ligne: Es lo que hay. Mejor no quejarnos. Por las dudas.
Saludos a todo@s
Qué aroma de sueño que tiene este post...
Buenísimo, Dragón. Este cuento sí que está bueno. Le diste un final adecuadísimo.
Es cierto eso que respondés abajo, algunos se dejan matar por "ideales". Creo que tener ideales es bueno, pero poner la vida al servicio de ellos, dejarse matar...
No sé, mira, hay un libro de bertolt Brecht que se llama "Galileo Galilei" y en una parte dice "pobre del pueblo que necesita de héroes"
En referencia a esto, verdad?, a que el pueblo precisa de gente que ponga la vida para hacer valer los derechos, las verdades y demás. Pero porbre de ese pueblo, porque no saben buscar esas verdades y esos derechos por sí mismos. La alegoría está puesta en Galileo Galilei porque este estudioso, que sostenia que la Tierra se movía, no murió como otros defensores de la ciencia: sosteniendo la verdad ante los sordos inquisidores que terminaban matándolos. Galileo Galilei supo renunciar a esa verdad frente a los inquisidores, pues se supo más útil para la ciencia y para la posteridad, vivo.
Saludos
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