Vivía vanagloriándose frente a nosotros,
mucho más jóvenes que él en esa época, de ser el único fumador de opio de la
comarca. A millas a la redonda, decía, no había nadie como él. En todo el país
nadie se le parecía, llegaba a insinuar en sus noches de mayor locura.
Lo aceptamos porque
el único del pueblo que se había acercado a nuestro grupo sin pretender
decirnos lo que debíamos hacer para no perder el tiempo. Pocos nacimientos
mermaban al pueblo generación tras generación. Pocas mujeres, mucho adulterio y
ningún crimen pasional, allí donde nos conocíamos entre todos, volvían aburrida
nuestra adolescencia.
Así fue que
conocimos sus historias de fumador, las que repetía constantemente contándonos sus
febriles sueños, sus desvelos nocturnos y los efectos alucinógenos de su mantra
favorito sobre las diferentes partes de su anatomía.
Durante años
no nos preguntamos de dónde obtenía su droga. Sabíamos que nunca viajaba fuera
del pueblo, que nadie venía a visitarlo, que no recibía paquete alguno con el
correo y nos parecía claro que, con el tiempo, cualquier reserva que hubiera
traído en su mudanza, debería de acabarse en algún momento.
Comenzamos a
dudar. Uno a uno, iluminando los detalles, atendiendo a los nombres que
mencionaba en sus relatos y, buscándolos en la red, fuimos haciéndonos una idea
de lo que hacía en su tiempo libre, en su tiempo
personal en que supuestamente pasaba horas drogándose a más no poder.
Cuando nos
cansamos de sus fábulas, que ya sabíamos parte de la mentira, nos propusimos
atacar su casa.
En un asalto
sorpresivo, irrumpimos en el interior de una habitación repleta de libros y humo
del incienso de baja categoría que vendían en la santería.
Descubrimos
que sus sueños narcotizados eran novelas narradas en primera persona, que
siempre tenía los ojos rojos por leer con poca luz porque ni siquiera podía
comprarse una lámpara más grande y que nunca, en toda su vida, había estado
siquiera cerca de una adormidera. Pero le gustaba mentir más que nada en el
mundo.
Hace unos días
se fue, por el camino del este, hacia otras comarcas, donde, de seguro,
repetirá su actuación. La verdad, no me importa, y hasta creo que es lo mejor,
más que nada porque nunca me gustaron sus historias.
14 comentarios:
Mentía para no ser nerd, o se lo guardaba para él?, era un Borges al final el tipo.
jlg
Me gustó. Y pienso que si sus mentiras no dolían a nadie tampoco no sería mala gente, no? tal vez pesado, pero mala gente? Un beso.
LADY JONES
A mi me hubiera interesado aun mas cuando descubri los libros y que era un mentiroso...
Leía a Castaneda?
Podés estar hablando de mí (o mejor dicho, de mi pasado).. pero no me importa, escribir es siempre una mentira, lo mismo que el autor.
fuckyourself.
A mí me gustaría pasar todo el día leyendo y mentirle a todos... pero no soy tan fuerte.
Había mas opio en esos libros que en toda Birmania.
te mande varios mails
lo importante es cuan atractivas eran esas historias.
Joe: Era un mentiroso y Borges no mentía, creaba. O eso dicen.
Un saxofonista en mi salón azul: Nadie dijo que fuera mala gente. Pero hay personas que no aceptan el hecho de que otros pueden pensar distinto.
Mechi: A mi también. Más que nada para saber qué había leído.
Dulce Daniela: Leía, y eso ya es suficiente para volverlo una persona peligrosa para muchos.
El mitófago: Pero vos nunca dijiste que fumaras, decías que todo te salía naturalmente...
Hombre de Neanderthal: Es un buen ejercicio, aunque cansador.
Estúpido: Parece que sí, y él lo disfrutaba.
Oenlao: Y si sabía reproducirlas bien. Nunca me llegó tu mail.
Saludos a tod@s
J.
Me retrotrae a ese material bibliográfico que leí acerca de Cervantes y de la intención que podría haber plasmado en el Quijote, suponiendo que haya tenido una intención explícita. Vale aclarar, por los tiempos en que Cervantes escribía el Quijote estaba absolutamente prohibido escribir algo "que no fuera verdad", la imaginación estaba fuertemente censurada, y es algo de eso lo que entreveo en tu cuento, muy bien escrito: el derecho a inventarse una realidad distinta e incluso, el derecho a dejarse persuadir por realidades ajenas.
Muy bien expresado, me he dado cuenta que entre más libros actuales leo, menos vuelo imaginativo en ellos encuentros, talvez se trate sólo de mi percepción... Es que a veces hay que recurrir de emergencia a Cortázar o a Kafka, jaja, a ir a pedirles que reintegren un poco de "vuelo"
En fin.
entre nos, el día que algo me salga naturalmente (salvo reacciones dementes) te aviso.
HOLA SOLO LEI DOS, EL DEL TIPO QUE SE BUSCA A SI MISMO Y EL DEL FUMADOR.
ME PARECIERON EXCELENTES.
VOY A VOLVER.
SALUDOS
HUGO CATALAN
NoeliA: No sabía eso de Cervantes, gracias por el dato. Y gracias, también, por la interpretación.
Anónimo: OK. Espero.
Hugo Catalán: Gracias, pasá cuando quieras, estamos siempre abiertos (cuac)
Saludos a tod@s
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