lunes, 31 de mayo de 2010

Pegatina

Ese día, por la mañana bien temprano, había llevado el auto a que lo lavaran, lo enceraran, le pasaran silicona y lo enceraran nuevamente (no necesariamente en ese orden).
Había quedado espectacularmente brillante. Hermoso como recién salido de la línea de montaje, descansando en la acera junto a la puerta de mi casa.
A las pocas horas, cuando el sol corría a dormirse en la otra mitad del mundo, quise salir a dar un paseo en mi impoluto vehículo. Pero, para mi desgracia, descubrí que un miserable perro había apoyado su inmunda pezuña llena de barro sobre la puerta del conductor.
Días después me comentaron que el alarido con el que insulté al aire, se escuchó a cinco cuadras a la redonda. Pero no sé si será cierto.
Lo que sí lo es, es el hecho de entrar corriendo a la casa, buscar mi rifle de asalto y volver a salir disparándole al cielo. Cuando me cansé de herir a las nubes comencé a correr por las calles del barrio disparando a diestra y siniestra, contra todos los perros que se me cruzaran.
Gritaba, disparaba, insultaba y volvía a disparar. Veía gente correr en todas las direcciones; ellos también gritaban, pero mi grito era más fuerte.


Al recargar el rifle por quinta vez, noté algo nuevo. No, no nuevo, porque en realidad ya lo conocía e incluso lo había visto más de una vez.
Una vez más, me encontré  frente a la huella de perro embarrada sobre el auto de un vecino. Unos metros más allá, volví a encontrarla. Tengo la certeza, en la camioneta que estaba un poco más lejos, a unos pocos metros, también estaba la misma huela. Así como en el siguiente vehículo.
Había dejado de gritar y disparar, o de disparar y gritar; algunas pocas personas volvían a asomarse en los portales, en las ventanas, parapetados detrás de un puesto de flores en la esquina. Me miraban sin saber qué sucedía; desde la lejanía, se oía el ulular de una inconfundible sirena.
Me quedé allí, de pie y estático, en la esquina, mirando la pegatina publicitaria que confundiera mi entendimiento.
Miré hacia atrás, hacia mi locura, descubrí los destrozos que causara. Los perros malheridos y la gente desangrándose en las aceras. Los vidrios rotos y el fuego ardiendo con morosidad en lo que fuera un cantero de flores mustias.
Qué desastre, recuerdo que pensé.
Me llevé el cañón del rifle a la boca y gatillé. Pero el arma estaba descargada, los cartuchos estaban en mi mano. No podía hacer más, veía acercarse a la carrera al cuerpo de elite de la policía, con sus bastones antidisturbios en alto, sus flamantes chalecos antibalas y gritando al unísono de forma tan coordinada que parecían ladrarme con furia y desesperación.

13 comentarios:

Luna dijo...

Por eso yo no lavo el auto.

Besos

Anónimo dijo...

Por eso yo no tengo auto...

Saludos

J.

Lady Jones dijo...

Umm, yo llevo fatal la violencia y este tipo de locura...
Pero el texto engancha y a eso vengo.
Un beso.
LADY JONES

JuanT dijo...

Digamos que depositaba mucho de su estima en su auto...

Qué bomba de tiempo, mama mía

Juan Carlos Eberhardt dijo...

yo ya no estaba ,pero un perro me contó lo del loco de la escopeta ,dueño del auto que esta en el patio de la comisaria donde duermen todos los perros .
un abrazo

Bla dijo...

yo pensé que iba a terminar con un "y reí reí reí mwajajjajjjaj"

la vida debería ser más como los dibujitos animados.

Anónimo dijo...

yo tenía auto pero no lo lavaba, ahora no tengo, tampoco me gustaría tener, pero tampoco tengo más esas reacciones y espero no volverlas a tener.

mikkonoss dijo...

guau... Mmmm..rghhmm ... ¡miau! jaJAja... (Yo tampoco lavo el auto jamás, solo lo hacen en la concesionaria, en cada uno de los services regulares. Los japoneses son muy pulcros... jaJAja

Bla dijo...

ahora q lo pienso, ese tipo necesitaba más balas.

NoeliaA dijo...

Oh, sí, la gente suele juzgar demasiado rápido. La hiperactividad es una enfermedad que no deja realizar ninguna actividad, o al menos, ninguna actividad adecuadamente. Más bien es un sobrevuelo histérico que conduce a la frivolidad y a la vertiginosidad en el modo de comprender y encarar los hechos. Somos una sociedad enferma. Pero puedo decir con certeza "de esta agua no he de beber", porque soy incapaz de matar a un perro.

Anónimo dijo...

Un Saxofonista en mi salón azul: De vez en cuando hace bien liberarse un poco. Pero hay que ver contra qué nos las agarramos.

JuanT: Conozco mucha gente que lo hace, y que se sintió identificarlo al leerlo.

Juan Carlos Eberhardt: Sería un buen final para tan animal personaje. ¿O no?

Mitófago: En los dibujos animados nadie muere, en la vida tampoco, pero de vez en cuando hace falta algo de muerte.

Anónimo: TODO vuelve, cuando menos te lo esperes.

Mikkonoss: Lavar el auto seguido daña el medioambiente.

Mitófago: Sin dudas.

NoeliA: La frivolidad lo explica todo. Definitivamente.

Saludos a tod@s

mentiroso y nudista dijo...

es la publicidad, que incita al crimen

Anónimo dijo...

Seguro. Hace tiempo que dejé de dudarlo, desde que lo leí en un cartel.

Saludos

J.