Vivo la escena de una película, vieja,
mediocre y aburrida, en la que un hombre, casi cuarentón, llega a un pequeño
pueblo, cubierto de polvo del camino y sediento. El hombre soy yo. El pueblo,
uno que encontré en el camino. La sed la misma que me persigue desde hace
horas, la misma que ya no me abandonará.
Tiene aspecto
de pueblo minero, abandonado tras el agotamiento de la veta del mineral. Sin perros
escuálidos en las calles, lo cual es una mala señal. No hay carteles con el
nombre del pueblo, ni de los negocios cerrados, en ninguna parte.
Un pueblo
fantasma en su ley. Tampoco veo personas, y sólo se escucha el eco de mis pasos
y el viento ululando.
Sigo sintiendo
sed, la saliva hace tiempo que dejó de servir para algo. Necesito agua, fresca,
clara, abundante. Allí no parece haber nadie dispuesto a dármela.
Camino el
pueblo, calle por calle, viendo casas vacías, cerradas, descoloridas por años de
erosión, aburridas de su soledad. Cuando llego al extremo de la última calle
encuentro el único resquicio de vida.
Una taberna,
arrancada de una fotografía de western barato, que por su aspecto no invita a
entrar, pero tengo sed, y eso, como ahora lo sé, no te permite pensar.
Entro.
Hay unas pocas
personas, dos que parecen dormir sobre las mesas y el cantinero, tras la barra,
frotando con un trozo de trapo mugriento una jarra de chapa. Ni siquiera me
miró cuando entré, se quedó allí, haciendo el mismo mecánico movimiento.
—Hola —repetí varias veces.
Me respondió
con una breve mirada y asintiendo con la cabeza.
—Necesito un
mecánico. Mi moto se averió a unos kilómetros de aquí, en el desierto.
—No tenemos mecánicos
—apenas movió los labios para responder.
—¿Ninguno?
Alguien que sepa reparar motores, tractores o algo similar, también me
serviría.
Negó con la
cabeza.
—Aquí está
todo el pueblo —dijo sin mirar a nada ni a nadie.
—¿Tiene
teléfono? Podría llamar para que me vengan a buscar.
—Hace décadas
que las líneas están caídas. Nadie se preocupó por repararlas —continuaba
frotando la jarra.
—¿Un
telégrafo? ¿Una conexión satelital? ¿Un correo?
—Nada.
—¿Viven
aislados del mundo? —pregunté irónicamente.
—El mundo vive
aislado de nosotros —me corrigió.
—Oiga —dije—,
no estoy para bromas. Tengo mucha sed, estuve todo el día caminando entre arena
y polvo. ¿Puede darme algo de agua?
—No nos queda
agua.
Sólo entonces,
y por curiosidad, miré las botellas que adornaban la pared a la espalda del
cantinero. Todas estaban vacías y cubiertas de polvo. Una telaraña ocupaba
parte de la barra en el otro extremo.
—¿Algo para
beber? ¿Algún líquido? ¿Café? ¿Vodka? Lo
que sea.
—Nada —dijo el
cantinero.
—¿Cómo se
llama éste sitio? ¿Miseria?
—reconozco que utilicé un tono violento en mi pregunta, pero no pareció
notarlo.
—No —volvió a
corregirme—, el nombre del pueblo es Desesperación —y continuó frotando la
misma jarra, en silencio, como si nada.
--
Este relato fue incluido en el libro Fábulas del
cuaderno verde, publicado en 2014.
13 comentarios:
Menos mal que tengo el mate acá, porque daba sed el relato!
CHEE, estaba luciendo mi tatuaje!
Recuerdo una vez que fui a Tatooine en busca de unos retropropulsores y en la taberna tenían solamente jugo de cucaracha.. extraño que el tabernero me comentara que lo usaban también para aflojar las tuercas.
Más tarde me enteré que los tusken hacían molotovs con eso y mentos.
Te tenía que preguntar algo... y me olvidé.
En fin, que cosa.
El relato esta bueno, deberías pensar mucho en eso de escribir el "cuentos de blog que nadie leerá por largos", lo que claro, está sería una contradicción no solo porque lo leen sino porque no son largos, son justos, no hay nada de más.
Estoy podrido. Si, de todo, vos no?
jlg
Caer en Desesperación ... no conduce a nada, sino a ella.
Brillante!!!!!!....irónico, patético, desesperante...agrio?....me encató...usted merece mi respeto con sus relatos!
fin del camino
Lo encuentro un poco rulfiano al relato, da toda la sensación de que los personajes de la taberna hace años que están muertos...
En todo caso, si es rulfiano, es que está buena la narración.
Saludos!
Me recordo mucho a lo que se vive en mi pais, Venezuela, en lo referente a la escaces de los productos, lo mal que estan los servicios publicos y el desinteres por parte de los habitantes en cmbiar las cosas
la flauta!
Feo lugar para quedarse con la moto...
Ja ja ja triste y desdeñeable pueblo
Linda historia
que estes muy bien, bendiciones
Au revoir, adios, bye & Adio
P.D. : Yo pienso que ser escritor no es un vano ocio.
Dulce Daniela: Suerte la tuya.
Dreyfus: Es un jugo multipropósitos. Si. También sirve para destapar tuberías...
Joe: Lo estoy pensando, pero es mucho material...
Mikkonoss: Es un círculo vicioso, exacto.
Geraldine: Gracias. Igual sigo buscando.
Oenlao: Ahí se termina todo. Si.
NoeliA: Compararme con Rulfo es lo mejor que le puede pasar a uno de mis cuentos, más que nada porque estoy a años luz de su destreza para relatar y crear situaciones.
Thor: Si, la situación de Venezuela me parece muy singular, similar a la de Argentina, pero para nada igual. Una pena.
Lucas Aime: Si señor. Eso mismo.
Patto: Uno no elige donde quedarse. Aunque si pudiera...
Diego: Gracias por el comentario. Sobretodo tú ultima frase. Yo tampoco lo creo así, pero la mayoría de la gente si. Hasta el día que descubre lo que se pierde por no querer leer.
Saludos a tod@s
Tendría que haberse ido en el acto, pero seguramente el personaje del cuento se quedó en Desesperación un rato más. Sólo un rato más para saber si no estaría soñando.
Saludos,
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