martes, 6 de abril de 2010

El último pueblo al costado del camino


Vivo la escena de una película, vieja, mediocre y aburrida, en la que un hombre, casi cuarentón, llega a un pequeño pueblo, cubierto de polvo del camino y sediento. El hombre soy yo. El pueblo, uno que encontré en el camino. La sed la misma que me persigue desde hace horas, la misma que ya no me abandonará.
Tiene aspecto de pueblo minero, abandonado tras el agotamiento de la veta del mineral. Sin perros escuálidos en las calles, lo cual es una mala señal. No hay carteles con el nombre del pueblo, ni de los negocios cerrados, en ninguna parte.
Un pueblo fantasma en su ley. Tampoco veo personas, y sólo se escucha el eco de mis pasos y el viento ululando.
Sigo sintiendo sed, la saliva hace tiempo que dejó de servir para algo. Necesito agua, fresca, clara, abundante. Allí no parece haber nadie dispuesto a dármela.
Camino el pueblo, calle por calle, viendo casas vacías, cerradas, descoloridas por años de erosión, aburridas de su soledad. Cuando llego al extremo de la última calle encuentro el único resquicio de vida.
Una taberna, arrancada de una fotografía de western barato, que por su aspecto no invita a entrar, pero tengo sed, y eso, como ahora lo sé, no te permite pensar.
Entro.
Hay unas pocas personas, dos que parecen dormir sobre las mesas y el cantinero, tras la barra, frotando con un trozo de trapo mugriento una jarra de chapa. Ni siquiera me miró cuando entré, se quedó allí, haciendo el mismo mecánico movimiento.
 —Hola —repetí varias veces.
Me respondió con una breve mirada y asintiendo con la cabeza.
—Necesito un mecánico. Mi moto se averió a unos kilómetros de aquí, en el desierto.
—No tenemos mecánicos —apenas movió los labios para responder.
—¿Ninguno? Alguien que sepa reparar motores, tractores o algo similar, también me serviría.
Negó con la cabeza.
—Aquí está todo el pueblo —dijo sin mirar a nada ni a nadie.
—¿Tiene teléfono? Podría llamar para que me vengan a buscar.
—Hace décadas que las líneas están caídas. Nadie se preocupó por repararlas —continuaba frotando la jarra.
—¿Un telégrafo? ¿Una conexión satelital? ¿Un correo?
—Nada.
—¿Viven aislados del mundo? —pregunté irónicamente.
—El mundo vive aislado de nosotros —me corrigió.
—Oiga —dije—, no estoy para bromas. Tengo mucha sed, estuve todo el día caminando entre arena y polvo. ¿Puede darme algo de agua?
—No nos queda agua.
Sólo entonces, y por curiosidad, miré las botellas que adornaban la pared a la espalda del cantinero. Todas estaban vacías y cubiertas de polvo. Una telaraña ocupaba parte de la barra en el otro extremo.
—¿Algo para beber? ¿Algún líquido?  ¿Café? ¿Vodka? Lo que sea.
—Nada —dijo el cantinero.
—¿Cómo se llama éste sitio? ¿Miseria? —reconozco que utilicé un tono violento en mi pregunta, pero no pareció notarlo.
—No —volvió a corregirme—, el nombre del pueblo es Desesperación —y continuó frotando la misma jarra, en silencio, como si nada.

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Este relato fue incluido en el libro Fábulas del cuaderno verde, publicado en 2014.

13 comentarios:

Paqui Dani dijo...

Menos mal que tengo el mate acá, porque daba sed el relato!

CHEE, estaba luciendo mi tatuaje!

Bla dijo...

Recuerdo una vez que fui a Tatooine en busca de unos retropropulsores y en la taberna tenían solamente jugo de cucaracha.. extraño que el tabernero me comentara que lo usaban también para aflojar las tuercas.

Más tarde me enteré que los tusken hacían molotovs con eso y mentos.

Joe dijo...

Te tenía que preguntar algo... y me olvidé.

En fin, que cosa.

El relato esta bueno, deberías pensar mucho en eso de escribir el "cuentos de blog que nadie leerá por largos", lo que claro, está sería una contradicción no solo porque lo leen sino porque no son largos, son justos, no hay nada de más.

Estoy podrido. Si, de todo, vos no?

jlg

mikkonoss dijo...

Caer en Desesperación ... no conduce a nada, sino a ella.

Geraldine, dijo...

Brillante!!!!!!....irónico, patético, desesperante...agrio?....me encató...usted merece mi respeto con sus relatos!

oenlao dijo...

fin del camino

Noelia A dijo...

Lo encuentro un poco rulfiano al relato, da toda la sensación de que los personajes de la taberna hace años que están muertos...
En todo caso, si es rulfiano, es que está buena la narración.
Saludos!

Anónimo dijo...

Me recordo mucho a lo que se vive en mi pais, Venezuela, en lo referente a la escaces de los productos, lo mal que estan los servicios publicos y el desinteres por parte de los habitantes en cmbiar las cosas

Lucas L. Aime (Taqui) dijo...

la flauta!

Unknown dijo...

Feo lugar para quedarse con la moto...

Mi Alter - Ego Super Espiritual dijo...

Ja ja ja triste y desdeñeable pueblo

Linda historia

que estes muy bien, bendiciones

Au revoir, adios, bye & Adio

P.D. : Yo pienso que ser escritor no es un vano ocio.

Anónimo dijo...

Dulce Daniela: Suerte la tuya.

Dreyfus: Es un jugo multipropósitos. Si. También sirve para destapar tuberías...

Joe: Lo estoy pensando, pero es mucho material...

Mikkonoss: Es un círculo vicioso, exacto.

Geraldine: Gracias. Igual sigo buscando.

Oenlao: Ahí se termina todo. Si.

NoeliA: Compararme con Rulfo es lo mejor que le puede pasar a uno de mis cuentos, más que nada porque estoy a años luz de su destreza para relatar y crear situaciones.

Thor: Si, la situación de Venezuela me parece muy singular, similar a la de Argentina, pero para nada igual. Una pena.

Lucas Aime: Si señor. Eso mismo.

Patto: Uno no elige donde quedarse. Aunque si pudiera...

Diego: Gracias por el comentario. Sobretodo tú ultima frase. Yo tampoco lo creo así, pero la mayoría de la gente si. Hasta el día que descubre lo que se pierde por no querer leer.

Saludos a tod@s

Anónimo dijo...

Tendría que haberse ido en el acto, pero seguramente el personaje del cuento se quedó en Desesperación un rato más. Sólo un rato más para saber si no estaría soñando.

Saludos,