El objeto apareció, simplemente,
allí, en medio del parque (un poco hacia el oeste y no tanto en el centro, según
varios observadores), mientras el pueblo dormía.
La noche
anterior, cálida y sin brisa como cada noche primaveral, ruido alguno
interrumpió el silencio de las estrellas. Tampoco luz extraña alguna se vio en
los cielos. Fue una noche, podría decirse, idéntica a las anteriores. Pero muy
diferente a las posteriores.
El objeto (para
evitar la imprecisa denominación de cosa),
recordaba vagamente a un trapezoide. Si es verdad lo que dicen, esa era su
forma exacta. El impacto contra la tierra, si es que lo hubo, no pareció dañar
su estructura ni modificar su forma. Al menos no se lo veía abollado en su
superficie.
Tampoco parecía
ser de industria humana, la habilidad técnica del hombre era incapaz de
producir algo tan perfecto, tan ideal, tan carente de mácula.
Su forma, su
procedencia, la técnica utilizada en su viaje, y miles de cuestiones similares,
no importaban tanto como el hecho de que en una de sus caras, la que miraba
hacia el centro del pueblo, había una puerta.
Y, como sabemos,
una puerta cerrada siempre puede abrirse.
Ese
descubrimiento, para un poblado tan ínfimo, tan aislado y lejano del mundo, fue
suficiente para sacudirle la modorra acumulada por años. Suficiente para
levantar el hálito de siesta permanente que todo lo cubre. Una minucia semejante
ayuda a poner en perspectiva la vida misma.
Sin
preocuparse por radiaciones, viajes intergalácticos accidentales, razas
violentas y/o para nada amistosas que pudieran surgir de su interior, el pueblo
se levantó como si un único ser se tratara. Se organizó un gran banquete de
bienvenida con toda la gala que podía imaginar para el instante mismo en que se
abriera aquella minúscula puerta. Todas las expectativas estaban puestas en que
el acontecimiento saliera a la perfección.
El mediodía es
el mejor momento para un recibimiento protocolar, eso también lo sabe
cualquiera. Por esa razón se extendió, en torno al objeto, una gran alfombra multicolor;
se levantó un podio desde donde el alcalde del pueblo dirigió unas palabras
alusivas sutilmente improvisadas aunque ensayadas varias veces; se levantó,
también, un escenario para el coro del único colegio del pueblo y se preparó
una fogata conmemorativa en la que se asarían las patatas tradicionales.
El coro cantó,
el intendente habló, la fogata se consumió, se comieron las patatas. Pero la
puerta no se abrió.
Protocolarmente
se escogió una niñita del público, a la que se vistió como campesina bávara
para nos desentonar al momento de acercarse a la puerta y golpear tres veces, y
sólo tres veces, con sus nudillos. El coro de niños, mientras tanto, repetiría
alguna de sus canciones.
Y todo sucedió
como se planteó. Tan solo para que la rubicunda embajadora improvisada no recibiera
respuesta alguna.
Nada había
sucedido. Transcurrieron las horas, lentas al igual que todos los días, sin que
maravilla alguna se produjera.
El día
terminó.
La noche pasó.
Al día
siguiente el podio se desarmó para utilizarlo en otro sitio.
El escenario regresó
al depósito municipal.
La alfombra
esperó, pacientemente, a que alguien la retirara.
El objeto
continuó allí, en medio del parque (un poco hacia el oeste y no tanto en el
centro, según varios observadores), aquella esperanzadora puerta jamás se abrió,
al poco tiempo, el pueblo volvió a dormir.
7 comentarios:
Eso les pasa por tener expectativas...
PD: Siii celebramos la inaguración del mes!!!
Buen relato. Me anoto para el mes de Ciencia Ficción!
Saludos.
buenísimo....( aunque me hayas hecho familiar de gente que lucra con las ciencias ocultas)...
Me imaginaba el objeto, lo vas a continuar?
es como la Kaaba.. te diría que alguien como Hitler estaría recontra seguro que la puerta iba a abrirse, y si no lo hizo fue por culpa de todos los presentes, sin dudas.
Por qué no escuchas la radio, proyecto azucar? es una buena compañia !
un gusto u.u
kiero una alfonbra asi *///*
sammy
Patto: Falsas espectativas, y por creer que lo que parece una puerta es, efectivamente, una.
Fede: Gracias.
Geraldine: ¿Continuarlo? No creo, quería contar ese momento de espectación sin fundamento. Pero habrá más relatos, eso si.
Malthus: Entonces, habría que matarlos a todos, sin dudas.
Ceci: No si te imponen la musica y las noticias que ellos quieren. ¿Cómo es posible que te pasen 3 veces el mismo tema en menos de 1 hora y nadie diga nada?
Samanta: Yo también. Me voy a Persia.
Saludos
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