lunes, 16 de noviembre de 2009

El cuenta-cuentos

No tenía nombre, o quizá nunca se lo preguntamos, pero siempre estaba allí, en el mismo lugar, como si nos esperara, sin más que hacer. Esperando.
En el colegio empujábamos las horas con la fuerza de la ansiedad para que se hiciera el tiempo de salir, por fin, de allí. Corríamos hacia él, que nos miraba con una sonrisa en los labios, bendiciéndonos uno por uno. Y éramos varios los que nos reuníamos en el parque en torno a su banca, deseando que se sintiera a gusto con nosotros y decidiera convidarnos con una de sus historias.
Por años fuimos todos los días a escucharlo. El grupo creció y menguó,  pero siempre había alguien para escucharlo. Si ese alguien era casi siempre yo no es una simple casualidad. Me gustaban sus historias, cuando las relataba en primera persona, aquellos cuentos que imaginábamos eran sus recuerdos, sus aventuras, su vida.
Después de un tiempo de escucharlo casi todos los días comenzamos a notar que se repetía, que cambiaba palabras, sitios o minucias del argumento, pero siempre volvía sobre las mismas cosas. Muchos dejaron de ir, pensando que estaba volviéndose senil.
En mi caso, persistí; algunas veces le llevaba algo para comer, o para tomar, café en invierno, agua mineral en verano…
Las historias se acumulaban a su alrededor como las hojas del otoño, las arrugas en sus ojos y los primeros esbozos de mi hoy tupida barba.
Un día, no me acuerdo por qué, nadie pudo ir a verlo.
Fue un error, ahora lo sé. Porque nos distrajimos son pensarlo, sin quererlo. La vida comenzaba a complicarnos y lo que pretendíamos hacer no siempre coincidía con lo que efectivamente hacíamos.
Cuando finalmente pudimos ir a buscarlo, la banca estaba vacía.
Han pasado cerca de cuarenta años desde aquel día y, aunque no creo que vuelva a encontrarlo, continúo cruzando por el parque, mirando la misma banca vacía, cada día.

19 comentarios:

Bla dijo...

Al lado de mi casa vivía un hombre llamado Ceferino Méndez, que cumplía sus años un siete de enero. Si mal no recuerdo falleció un cinco o seis, dejando a sus amigos tristes. Fue raro, él era el quejón, con cara de miyagi, y ellos vivían de joda; pero con su ausencia nunca más se juntaron, cada uno hizo su camino.

Eran buena gente, toda triste, y muy difícil de olvidar, especialmente Ceferino, con sus miserias al descubierto.

Mechi.- dijo...

La esperanza es lo ultimo que se pierde...

Que linda historia.

vary dijo...

...es posible que un dìa le veas en alguna nube o escuchando sus cuentos cerquita de tu oido, porque asi lo deseas.
saludos!

Paqui Dani dijo...

Si, por favor, y que venga con dosis de morfina en cantidades!

lbrune dijo...

hola entre de casualidad a tu blog y por lo que veo escribis o algo asi. que onda sos famoso?? pasate por mi blog que necesito opiniones masculinas.

((Cioran el pirata)) dijo...

Cuanto mas días consumo mas fragilidad adopto, quizás sea verdad que el frió venga con la edad, cuantos seres van quedando detrás de uno…y pronto sin proponérnoslo nos tocara a nosotros.

Hoy es indispensable una dosis de azúcar para el corazón.

Saludos.

Geraldine, dijo...

señor me permite????paso a saludarlo y decirle que no se pierda...lo mio solo fue un desperfecto técnico....espero usted se encuentre de maravilla...beso enorme..

Diego Sagardía dijo...

La ausencia que se vuelve presencia.
Salud!

budin dijo...

Y este es el famoso "no se valora lo q se tiene hasta q se pierde"... o quizás no lo suficiente.

Imagino el dolor del pobre hombre al no ver a nadie en torno a su banco.

Mismo dolor que imagino sentirían los escuchas luego de saberlo desaparecido.

Un besito!

JuanT dijo...

Linda historia (¿real?)

Supongo que no valoramos lo que tenemos hasta que no lo tenemos.

Porque esperamos que esté ahí incluso cuando le damos la espalda

Pazchi dijo...

Cuando nadie te mira te volvés invisible.


me gustó.

Gracias por las pequeñas delicias.

Saludos

Pazchi

Caro dijo...

qué linda historia. melancólica. un ausencia que no termina de serlo.
una vez un profe de filosofía nos contó la historia de vaya a saber qué filósofo de la antiguedad, que se empeñaba en hablar en una plaza aun cuando nadie lo escuchaba. Mucho tiempo después le preguntaron porqué seguía haciéndolo y él dijo que, si él no había podido cambiar a los demás, por lo menos que no lo modificaran a él.
que se yo.. modos de la persistencia.
saludos!

((Cioran el pirata)) dijo...

se abandonaron al olvido para acompañarnos siempre....

ellos....(que ya no estan)
y sus recuerdos.

juan carlos eberhardt dijo...

me recordó otro cuento tuyo(ojos de perro apaleado)yo creo que es el mismo , desapareció por dárselas de mudo
un abrazo

lbrune dijo...

no me comentaste nada... dale entra sin miedo!!!

estefi. dijo...

linda historia, me hizo acordar de alguna forma a un perro callejero que había en el otro barrio donde vivia.
Se llamaba Federico, y siempre iba de casa en casa, y en todas le daban comida, agua.
Cuando ibas a hacer las compras, Federico te acompañaba...

Recuerdo que tenía una casa que era de su "dueña" (en realidad era una amante de perros, que les dejaba la puerta de rejas abierta así dormian en el porche) y un día de lluvia él, ya bastante viejito, miraba caer las gotitas desde abajo del techo y acostado sobre un cartón.

No comparo al hombre de tu historia con un perro, pero de alguna manera me trajo ese recuerdo.

Saludos

Nelson dijo...

Había una seria inglesa (El narrador de cuentos) que veía en mi niñez. Me la ha hecho recordar. Ahora, esa gente está siempre mejor que nosotros, porque sabe lo que es relamente real.

mikkonoss dijo...

Mucho de lo que fuimos, hoy lo sabemos por haber escuchado las historias de los que estuvieron antes, y eso nos hace. Y tantas mueren con ellos, por que perdemos la costumbre de escuchar. Y eso nos hace.
Nos sepulta en una montaña de imagenes y palabras que nos vuelven insensibles.

Anónimo dijo...

Malthus: Todo el que pueda contar una historia interesante es buena gente, sin importar las circunstancias de su vida.

Mechi: Puede ser, para el que tiene esperanza.

Instantes: Ya lo dijiste: es posible.

Daniela: ¿Para tapar el dolor de las pérdidas?

Ibrune: Gracias por pasar. En breve te hago una visita. Y no, no soy famoso, sólo hago lo que me gusta.

Geraldine: Bienvenida de regreso.

Cioran: Si, en el cuento hay un poco de Bumbury, pero pocos somos los que nos daremos cuenta.

Pelado: Irresistible, si.

Andreita: Dolor o egoismo, nunca lo sabremos.

Juan T: Y la vida nos sorprende quitándonos lo que más necesitamos cuando no estamos listos para ello. No, no es una historia real, es sólo un cuento.

Pazchi: Ese es el problema. Ya lo dijo Wells.

Carito: De filósofo y de ciruja todos los artitas tenemos un poco. ¿No te parece?

Juan Carlos: ¿Me estaré autocopiando? ¡No! Mejor digo que es un homenaje... a mí mismo.

Cioran: Interesante intrepretación, gracias. No había pensado eso.

Ibrune: Ya voy, ya voy...

Estefi: No hay comparación ni molestia, pero es una historia que en parte, de seguro, todos alguna vez vivimos. O, al menos, pasamos por algo parecido. Lo sé. La ausencia es un tema universal. Gracias por pasar.

Mikkonoss: Hoy por hoy nadie escucha a quien no está en la TV. Hemos perdido la costumbre del diálogo y el entendimiento. Todo es una interface impersonal que no nos pèrmite conocerno, abrazarnos, rosarnos, ni nada parecido.

Neanderthal: No conozco la serie, pero si te despierto un recuerdo es porque algo bien debo de estar haciendo ¿No te parece?

Saludos a todos/as