Comenzó como un lunar o, por lo
menos, es lo que recuerdo. Lo cierto es que no le presté atención hasta que no
fue un verdadero problema. Y, para ese entonces, ya no había solución posible.
Estoy hablando
de una mancha que apareció en mi piel. En la piel de mi espalda donde apenas
podía verlo y debía limitarme a opiniones ajenas a mi persona; ni siquiera podía
verlo utilizando dos o más espejos. Por esto mismo creo que comenzó como un
lunar, o algo sumamente diminuto que nadie notó hasta que se evidenció su
extrañeza.
Comenzó a llamar
la atención cuando su tamaño lo volvía evidente. Primero fue un punto, luego un
poco más grande; en dos meses ganó el tamaño de una pelota de golf.
Ningún médico
sabía qué podía ser, si era benigno, maligno o, simplemente, era. Como no molestaba,
ya que no viéndolo tampoco lo sentía, apenas me preocupaba por él. Ante la
falta de preocupación, los médicos tampoco se interesaban.
Del golf pasó
al tenis, al softboll, al rugby y al básquet a un ritmo abrumador en su
constancia, oscureciendo mi piel, dejándola como una pizarra. La mancha, sin
sobresalir en la forma de mi cuerpo, no dejaba de crecer.
Visité
chamanes y parapsicólogos por igual, a John Edward y otros charlatanes tan reconocidos
como él, homeópatas y quiroprácticos sin títulos oficiales, brujas de pueblo, meigas
y parteras; nadie se explicaba que era lo que pasaba conmigo.
Sabía lo que
no era: no era cáncer, lepra, peste bubónica ni sífilis del golfo. Pero
desconocía su naturaleza, y esa cosa, esa mancha, continuaba creciendo como si
nada en mi espalda.
Intenté la
cirugía removedora pero, como un viejo tatuaje, la mancha impregnaba cada capa
de mi piel. Allí se quedó, nadie se atrevió a volver a tocarla.
A los seis
meses de su aparición, comenzó lo peor. Para ese entonces se había extendido a
lo largo de mi cintura, mis genitales y las piernas. Cada vez más rápido, sin
que crema, empasto ni bálsamo alguno sirviera para mitigarlo.
Usaba
pantalones largos en pleno verano para que no me señalaran en la calle, pero la
fama de mi predicamento era tanta que nada impedía que se hablara de mí en cada
sitio al que pretendía ir. Pasear por la playa no era más que un sueño del
pasado.
Cuando llegó a
mis brazos la vieja fortuna familiar se había desvanecido en consultas e interconsultas
médicas, ineficaces curas milagrosas, y diferentes promesas ante cada religión
conocida. Comencé pues a resignarme, encerrándome durante meses en mi
habitación, alimentándome apenas, viviendo los días como lánguidas sucesiones
de nada hundido en la oscuridad para no ver cómo continuaba avanzando sobre
cada rincón de mi cuerpo.
Pensé en
suicidarme, es cierto. Varias veces al día en esos meses; pero mi voluntad flaqueaba
una y otra vez.
Mi cuello no
fue una frontera para aquella oscura mancha, uniforme y tersa, en que se
transformaba mi cuerpo. Iluso si pensé que sería así.
La punta de la
nariz y mis ojos fue lo último en ser devorado. Vi desaparecer los últimos
vestigios de mi antigua piel frente a un diminuto espejo de mano que escondía
debajo de la almohada.
Un velo opaco
y sin matices cubrió mi mundo el día en que me convertí en una simple sombra
del hombre que pude haber sido en las promesas de mis padres.
13 comentarios:
SUBLIME, Dragón.
HOY, sin palabras !!
Te dejo un beso en las sombras y, admirada ...
Muy bueno, Dragón. La mancha la estabas produciendo tú, los otros no podían detenerla, pero... a lo mejor tú, si hubieras tomado medidas, si hubieras sabido discernir la causa, si hubieras...
Todos llevamos manchas, al menos de las que yo me refiero.
Un saludo
:O
Ud dice que la oscuridad nos puede ganar así? Tan fácil?
"...Es solo una cuestión de actitud...", diría algún cantautor de renombre... y yo lo creo totalmente atinado.
A las sombras no hay que abrirles la puerta -consejo de mi padre fue siempre no hablar con desconocidos- y, de no tener opción, barrerlas para no volver a dejarlas entrar.
Besito, Dragón!
-- en efecto, todo comienza como una sombra, por eso es necesario mirar de frente al sol hasta que su luz ilumine (y chamusque) nuestros sesos, las sombras ya no seran problema alguno, gracias Dragon!
Me puede el título..
como también la mancha.
pd: hay que dejar que los padres prometan por ellos, pues no está en su poder cumplir promesas ajenas.
un lunar (o lo que fuese) con un hombre.
Que buen texto!
Sos una aplanadora, así de simple...
me recuerda a cierta "metamorfosis",las cargas que nuestros padres ponen en nuestro zurrón, suele ser mas pesada que nuestros ideales,suele ser la sombra que en algun momento nos devora- muy bueno, un abrazo
Sil: Gracias, cuidado con las sombras.
Antonio: No siempre se puede ser todo lo racional que deseamos, hay momentos en los que las situaciones nos superan.
Andreita: Puede ser que sea actitud. Pero por más que quieras lograrlo, nadie te asegura que vayas a lograrlo.
Jota Pe: El sol todo lo puede. Es verdad.
Malthus: La mancha es el título, y los padres los culpables. No hay dudas al respecto.
Oenlao: Un lunar poderso, si.
Titán: Gracias, sigo esperando novedades tuyas.
Abuela Frescotona: Ésta historia no estará basada en hechos reales, pero si en experiencias similares. Nunca hay que creer demasiado en nada, ese es mi lema.
Saludos
No sé cómo llegué hasta acá.
Me gusta mucho lo que hacés.
Las manchas toman formas inexplicables a veces y se extienden sin que uno pueda encauzarlas...macanas genéticas, fidelidades absurdas...
En fin, saludos y gracias
Buenisïmo, me impacto este cuento¡pensas publicar? cuando? suerte,y hasta siempre.
Paula: Muchas gracias por pasar. Tampoco sé cómo habrás llegado, pero supongo que el azar tuvo mucho que ver en ellos. Nos leemos.
Anónimo: Gracias. Es posible que sí, que en el 2010 aparezca un libro con mi nombre.
Saludos
gua! sin palabras... me encanto
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