lunes, 5 de octubre de 2009

Donde un hombre abandona su condición para convertirse en otra cosa y varios otros hechos afines a ello

Comenzó como un lunar o, por lo menos, es lo que recuerdo. Lo cierto es que no le presté atención hasta que no fue un verdadero problema. Y, para ese entonces, ya no había solución posible.
Estoy hablando de una mancha que apareció en mi piel. En la piel de mi espalda donde apenas podía verlo y debía limitarme a opiniones ajenas a mi persona; ni siquiera podía verlo utilizando dos o más espejos. Por esto mismo creo que comenzó como un lunar, o algo sumamente diminuto que nadie notó hasta que se evidenció su extrañeza.
Comenzó a llamar la atención cuando su tamaño lo volvía evidente. Primero fue un punto, luego un poco más grande; en dos meses ganó el tamaño de una pelota de golf.
Ningún médico sabía qué podía ser, si era benigno, maligno o, simplemente, era. Como no molestaba, ya que no viéndolo tampoco lo sentía, apenas me preocupaba por él. Ante la falta de preocupación, los médicos tampoco se interesaban.
Del golf pasó al tenis, al softboll, al rugby y al básquet a un ritmo abrumador en su constancia, oscureciendo mi piel, dejándola como una pizarra. La mancha, sin sobresalir en la forma de mi cuerpo, no dejaba de crecer.
Visité chamanes y parapsicólogos por igual, a John Edward y otros charlatanes tan reconocidos como él, homeópatas y quiroprácticos sin títulos oficiales, brujas de pueblo, meigas y parteras; nadie se explicaba que era lo que pasaba conmigo.
Sabía lo que no era: no era cáncer, lepra, peste bubónica ni sífilis del golfo. Pero desconocía su naturaleza, y esa cosa, esa mancha, continuaba creciendo como si nada en mi espalda.
Intenté la cirugía removedora pero, como un viejo tatuaje, la mancha impregnaba cada capa de mi piel. Allí se quedó, nadie se atrevió a volver a tocarla.
A los seis meses de su aparición, comenzó lo peor. Para ese entonces se había extendido a lo largo de mi cintura, mis genitales y las piernas. Cada vez más rápido, sin que crema, empasto ni bálsamo alguno sirviera para mitigarlo.
Usaba pantalones largos en pleno verano para que no me señalaran en la calle, pero la fama de mi predicamento era tanta que nada impedía que se hablara de mí en cada sitio al que pretendía ir. Pasear por la playa no era más que un sueño del pasado.
Cuando llegó a mis brazos la vieja fortuna familiar se había desvanecido en consultas e interconsultas médicas, ineficaces curas milagrosas, y diferentes promesas ante cada religión conocida. Comencé pues a resignarme, encerrándome durante meses en mi habitación, alimentándome apenas, viviendo los días como lánguidas sucesiones de nada hundido en la oscuridad para no ver cómo continuaba avanzando sobre cada rincón de mi cuerpo.
Pensé en suicidarme, es cierto. Varias veces al día en esos meses; pero mi voluntad flaqueaba una y otra vez.
Mi cuello no fue una frontera para aquella oscura mancha, uniforme y tersa, en que se transformaba mi cuerpo. Iluso si pensé que sería así.
La punta de la nariz y mis ojos fue lo último en ser devorado. Vi desaparecer los últimos vestigios de mi antigua piel frente a un diminuto espejo de mano que escondía debajo de la almohada.
Un velo opaco y sin matices cubrió mi mundo el día en que me convertí en una simple sombra del hombre que pude haber sido en las promesas de mis padres.

13 comentarios:

SIL dijo...

SUBLIME, Dragón.
HOY, sin palabras !!
Te dejo un beso en las sombras y, admirada ...

Antonio dijo...

Muy bueno, Dragón. La mancha la estabas produciendo tú, los otros no podían detenerla, pero... a lo mejor tú, si hubieras tomado medidas, si hubieras sabido discernir la causa, si hubieras...
Todos llevamos manchas, al menos de las que yo me refiero.
Un saludo

budin dijo...

:O

Ud dice que la oscuridad nos puede ganar así? Tan fácil?

"...Es solo una cuestión de actitud...", diría algún cantautor de renombre... y yo lo creo totalmente atinado.

A las sombras no hay que abrirles la puerta -consejo de mi padre fue siempre no hablar con desconocidos- y, de no tener opción, barrerlas para no volver a dejarlas entrar.

Besito, Dragón!

JP dijo...

-- en efecto, todo comienza como una sombra, por eso es necesario mirar de frente al sol hasta que su luz ilumine (y chamusque) nuestros sesos, las sombras ya no seran problema alguno, gracias Dragon!

Bla dijo...

Me puede el título..

como también la mancha.

pd: hay que dejar que los padres prometan por ellos, pues no está en su poder cumplir promesas ajenas.

oenlao dijo...

un lunar (o lo que fuese) con un hombre.

El Titán dijo...

Que buen texto!
Sos una aplanadora, así de simple...

La abuela frescotona dijo...

me recuerda a cierta "metamorfosis",las cargas que nuestros padres ponen en nuestro zurrón, suele ser mas pesada que nuestros ideales,suele ser la sombra que en algun momento nos devora- muy bueno, un abrazo

Anónimo dijo...

Sil: Gracias, cuidado con las sombras.

Antonio: No siempre se puede ser todo lo racional que deseamos, hay momentos en los que las situaciones nos superan.

Andreita: Puede ser que sea actitud. Pero por más que quieras lograrlo, nadie te asegura que vayas a lograrlo.

Jota Pe: El sol todo lo puede. Es verdad.

Malthus: La mancha es el título, y los padres los culpables. No hay dudas al respecto.

Oenlao: Un lunar poderso, si.

Titán: Gracias, sigo esperando novedades tuyas.

Abuela Frescotona: Ésta historia no estará basada en hechos reales, pero si en experiencias similares. Nunca hay que creer demasiado en nada, ese es mi lema.

Saludos

mentiroso y nudista dijo...

No sé cómo llegué hasta acá.
Me gusta mucho lo que hacés.
Las manchas toman formas inexplicables a veces y se extienden sin que uno pueda encauzarlas...macanas genéticas, fidelidades absurdas...
En fin, saludos y gracias

Anónimo dijo...

Buenisïmo, me impacto este cuento¡pensas publicar? cuando? suerte,y hasta siempre.

Anónimo dijo...

Paula: Muchas gracias por pasar. Tampoco sé cómo habrás llegado, pero supongo que el azar tuvo mucho que ver en ellos. Nos leemos.

Anónimo: Gracias. Es posible que sí, que en el 2010 aparezca un libro con mi nombre.

Saludos

Anónimo dijo...

gua! sin palabras... me encanto