Una vez más, la alarma del
tablero central lo despertó. La falla eléctrica que descubriera a los pocos
días de partir se obstinaba por reaparecer a cada instante, aún cuando el
sistema, y él mismo, la repararan. Ya estaba despierto, sabía lo inútil que
sería intentar volver a dormir. Comenzaba otro día dentro de aquel ataúd
galáctico, perdón, nave de reconocimiento, en una ridícula misión, no, cierto,
en un importantísimo viaje de descubrimiento.
La computadora
indicaba que aún se encontraba a ochocientos días de su destino, casi el doble
del total que los matemáticos habían calculado para el viaje completo.
Resignación era lo que sentía en la boca, porque sabía que únicamente le
quedaban sesenta y tres comprimidos proteínicos llena estómagos. Después, la
inanición.
No podía
regresar, no tenía alimentos suficientes y, lo más importante, el programa de
navegación no podía ser alterado. Por eso coqueteaba con la idea del suicidio,
para evitar el hambre, para evitar la deshonra de que se encontrara su cuerpo
consumido o mutilado.
Las últimas
semanas sólo pensó en ello, desde que el sonido de la falsa alarma lo despierta
hasta que se cumple el ciclo horario del día.
Iba a hacerlo,
pero quería hacerlo bien. Quería que su intento de alcanzar el extremo de la
galaxia fuera recordado por siempre, aún cuando fuera un fracaso estrepitoso. Y
para ello, para ser recordado necesitaba una frase, una buena frase de
despedida.
Revisó la
selección de libros digitales archivados en la computadora buscando ideas, antes
de decidir que mejor sería una frase que naciera de su interior, acuñada por su
pensamiento.
Pensando y
descartando una tras otra (algunas por sosas, o por rimbombantes, o porque le
resultaba muy difícil de recordar y repetir), pasó su tiempo. Tenía que ser
algo sencillo, directo, como un cross a la mandíbula, algo que doliera al
leerse.
Quince días le
tomó encontrar la frase correcta, el objetivo continuaba a la misma distancia
que antes, sus provisiones era lo único que disminuía a ritmo constante, la
distancia se reía de él a tiempo completo.
Tecleó su
último mensaje en la consola y lo envió, no sólo por el canal oficial de la
misión, sino por todos los canales, para que no pudieran negar su existencia,
su desesperación, su odio y su resignación.
Hecho esto
comenzó a desmontar el tablero central buscando esos cables que, al juntarse,
harían estallar la prisión galáctica en la que viajaba.
La noche del 23 de julio, las
transmisiones se vieron ofuscadas por un mensaje que invadió todas las
frecuencias, todo el espectro radial; lo invadió todo.
Una frase que sólo unos pocos pudieron
comprender:
Sus matemáticas no sirven para nada en el
espacio.
Pocos segundos
después, las comunicaciones volvieron a la normalidad.
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Este relato fue incluido en el libro Fábulas del cuaderno verde, publicado en 2014.
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Este relato fue incluido en el libro Fábulas del cuaderno verde, publicado en 2014.
9 comentarios:
En momentos dificiles uno se da cuenta de qué es lo que realmente es iportante
¡Dios mío! ¡Tiembla Ballard! Amigo, esas crónicas de ciencia ficción son realmente adictivas. Te leo, te leo otra vez, recién llegada del exilio voluntario, una joya de la literatura cibernética y por qué no, de la literatura en sí. Muchas gracias por pasar por mi espacio de vez en cuando. Orgullosa de aportar azúcar otra vez... "Sus matemáticas no sirven para nada en el espacio..." claro que no.
Cumplido:sos el nuevo Ballard, el nuevo Asimov, el nuevo Dick, el nuevo Bradbury...
muy bueno.(como siempre)
Lina y Titan: ¿No les parece mucho? Me parece que el traje me queda algo grande. Igualmente, gracias.
Tus palabras son muy ciertas mechi.
La otra parte de mi: ¡Gracias!
Sigo escribiendo.
No se equivocan, escribis ciencia ficcion desde otro lado, aca en Peru no serias un genio porque los uristas solo hacen una cosa, nada de arte pero si lso peruanos te darian una mano, hay mucho arista suelto por estos lugares, es bueno que alguien se digne a verte.
Abrazos!
jlg
Agobiante la situación. Deplorables, los errores de cálculo.
Implacable la frase, como tu texto.
Te sigo leyendo.
Gracias Jlg, pero sigo diciendo que el traje me queda unpoco medio grande
JLVasconcelos: esa era la idea, que se acuerden para siempre de él por una sóla frase.
Saludos
¡Cada vez mejores!
Me encantó.
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