miércoles, 23 de julio de 2008

Señal de vida, por favor


Una vez más, la alarma del tablero central lo despertó. La falla eléctrica que descubriera a los pocos días de partir se obstinaba por reaparecer a cada instante, aún cuando el sistema, y él mismo, la repararan. Ya estaba despierto, sabía lo inútil que sería intentar volver a dormir. Comenzaba otro día dentro de aquel ataúd galáctico, perdón, nave de reconocimiento, en una ridícula misión, no, cierto, en un importantísimo viaje de descubrimiento.
La computadora indicaba que aún se encontraba a ochocientos días de su destino, casi el doble del total que los matemáticos habían calculado para el viaje completo. Resignación era lo que sentía en la boca, porque sabía que únicamente le quedaban sesenta y tres comprimidos proteínicos llena estómagos. Después, la inanición.
No podía regresar, no tenía alimentos suficientes y, lo más importante, el programa de navegación no podía ser alterado. Por eso coqueteaba con la idea del suicidio, para evitar el hambre, para evitar la deshonra de que se encontrara su cuerpo consumido o mutilado.
Las últimas semanas sólo pensó en ello, desde que el sonido de la falsa alarma lo despierta hasta que se cumple el ciclo horario del día.
Iba a hacerlo, pero quería hacerlo bien. Quería que su intento de alcanzar el extremo de la galaxia fuera recordado por siempre, aún cuando fuera un fracaso estrepitoso. Y para ello, para ser recordado necesitaba una frase, una buena frase de despedida.
Revisó la selección de libros digitales archivados en la computadora buscando ideas, antes de decidir que mejor sería una frase que naciera de su interior, acuñada por su pensamiento.
Pensando y descartando una tras otra (algunas por sosas, o por rimbombantes, o porque le resultaba muy difícil de recordar y repetir), pasó su tiempo. Tenía que ser algo sencillo, directo, como un cross a la mandíbula, algo que doliera al leerse.
Quince días le tomó encontrar la frase correcta, el objetivo continuaba a la misma distancia que antes, sus provisiones era lo único que disminuía a ritmo constante, la distancia se reía de él a tiempo completo.
Tecleó su último mensaje en la consola y lo envió, no sólo por el canal oficial de la misión, sino por todos los canales, para que no pudieran negar su existencia, su desesperación, su odio y su resignación.
Hecho esto comenzó a desmontar el tablero central buscando esos cables que, al juntarse, harían estallar la prisión galáctica en la que viajaba.

La noche del 23 de julio, las transmisiones se vieron ofuscadas por un mensaje que invadió todas las frecuencias, todo el espectro radial; lo invadió todo.
 Una frase que sólo unos pocos pudieron comprender:
Sus matemáticas no sirven para nada en el espacio.
Pocos segundos después, las comunicaciones volvieron a la normalidad.

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Este relato fue incluido en el libro Fábulas del cuaderno verde, publicado en 2014.

9 comentarios:

Mechi.- dijo...

En momentos dificiles uno se da cuenta de qué es lo que realmente es iportante

Sabrina Konz dijo...

¡Dios mío! ¡Tiembla Ballard! Amigo, esas crónicas de ciencia ficción son realmente adictivas. Te leo, te leo otra vez, recién llegada del exilio voluntario, una joya de la literatura cibernética y por qué no, de la literatura en sí. Muchas gracias por pasar por mi espacio de vez en cuando. Orgullosa de aportar azúcar otra vez... "Sus matemáticas no sirven para nada en el espacio..." claro que no.

El Titán dijo...

Cumplido:sos el nuevo Ballard, el nuevo Asimov, el nuevo Dick, el nuevo Bradbury...

La otra parte de mí dijo...

muy bueno.(como siempre)

Anónimo dijo...

Lina y Titan: ¿No les parece mucho? Me parece que el traje me queda algo grande. Igualmente, gracias.

Tus palabras son muy ciertas mechi.

La otra parte de mi: ¡Gracias!

Sigo escribiendo.

jlg dijo...

No se equivocan, escribis ciencia ficcion desde otro lado, aca en Peru no serias un genio porque los uristas solo hacen una cosa, nada de arte pero si lso peruanos te darian una mano, hay mucho arista suelto por estos lugares, es bueno que alguien se digne a verte.

Abrazos!

jlg

JLV dijo...

Agobiante la situación. Deplorables, los errores de cálculo.
Implacable la frase, como tu texto.
Te sigo leyendo.

Anónimo dijo...

Gracias Jlg, pero sigo diciendo que el traje me queda unpoco medio grande

JLVasconcelos: esa era la idea, que se acuerden para siempre de él por una sóla frase.

Saludos

Unknown dijo...

¡Cada vez mejores!
Me encantó.