Les agradezco, Señores Jueces,
que se me permita decir unas palabras antes de escuchar el veredicto al que han
llegado.
Estoy cansado
de oír, en este tribunal y en otros sitios menos decentes, que debo pedir
disculpas. Eso es algo que no haré, Señores Jueces. No pediré disculpas por mis
acciones, ya que estas se deben a problemas de comunicación interna dentro de
la Embajada que, hasta hace unos días, precedía. A diferencia de lo que muchos dicen
o piensan, en los medios de conexión, no fue premeditado.
Soy político
de carrera, Señores Jueces, no hombre de ciencia. Me sirvo de ellos a cada
momento para saber cómo interactuar con los Prectuolis. Muchas eran las tareas
de las que debía ocuparme en aquel lugar, no sólo el papeleo al que ustedes,
como funcionarios, estarán habituados. Por si no lo recuerdan, Señores Jueces: ¡Hablamos
de otro mundo!
En todo momento
hay docenas de cosas que deben hacerse y no siempre puede recordarse todo. Quienes
me conocen saben que consulto, de manera casi constante, una pequeña agenda
plagada de anotaciones sobre los temas más diversos. Esa agenda es parte
fundamental de mi memoria y mi quehacer.
No pueden
culparme, insisto, por algo que los prectuólogos olvidaron informar, quizá no
por propia voluntad sino por estar, también ellos, inmersos en un mar de
papeleo y burocracia. Y digo la verdad, Señores Jueces. Que se revise, de no creer
en mi palabra, todos y cada uno de los documentos que el departamento de
ciencia envió a mi despacho. No hallarán uno sólo en el que se mencione que las
hembras de los Prectuolis tienen las glándulas mamarias en lo que podríamos
denominar su espalda.
Porque, Señores
Jueces, de haberlo sabido lo hubiera incluido en mi agenda y, por supuesto,
nunca hubiera abrazado de modo tan efusivo a la consorte del Emperador de los
Prectuolis desatando, de modo tan trivial, la guerra en la que ese planeta y la
Tierra se encuentran inmensos en éste momento.
Confío,
Señores Jueces, o tal vez debería decir que sé, que sabrán hacer verdadera
justicia en este caso.
Muchas gracias.
7 comentarios:
jajjajaja...
Qué problemón! Para mí que sabía, seguro odiaba a la Humanidad...
¿Y quién no?
Vaya caso...
Esas razas siderales aún guardan sorpresillas.
Me latió y divirtió.
Nos lemos.
Todos guardamos sorpresas, y algunas mejor mantenerlas ocultas.
Todos guardamos sorpresas, y algunas mejor mantenerlas ocultas.
¿Y cómo hizo para salir vivo de ese planeta?
Glandulas mamarias... por delante y por detrás... mmm... interesante.
Si te cuento eso patto no dejo nada librado a la imaginación, así que queda para que lo imagines como mejor te parezca.
Y con lo de las glandulas... ¿Lo dejamos ahí?, porque diga lo que diga va a sonar mal.
Saludos
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