domingo, 22 de junio de 2008

Han Llegado


¿Veía una nave extraterrestre? ¿Era posible eso? ¿Y en su propio patio?
Dejó la cerveza sobre la mesa del jardín y se levantó despacio, se sentía un poco mareado. ¿Tanto había tomado? Avanzó unos pasos tambaleándose hacia el objeto que flotaba, silencioso, sobre el césped.
El objeto, un cubo, un cuadrado, algo parecido a un adoquín, estaba allí, quieto, sin hacer más que brillar en una tonalidad verde-azulada que le dañaba los ojos, y lo delataba como algo totalmente ajeno al lugar. Pero, aún con la cabeza medio embotada por las burbujas y el alcohol, sabía que aquello podría valer mucho, demasiado. Una tentación suficiente para acercarse y tomar al objeto entre tus manos.
Lo levantó hasta la altura de sus ojos y lo miró con cuidado. Por fuera no parecía más que una roca. Tersa y suave sin mostrar diferencia alguna por ninguno de sus lados. Tampoco se adivinaban puertas ni ventanas. Nada.
Lo giró una vez más para verlo por los lados cuando vio, aunque más bien sintió, un pequeño haz de tenue luz que le quemaba la palma de las manos.
Con una expresión de sorpresa arrojó al objeto lejos de sí y lo observó elevarse hacia el cielo hasta desaparecer entre las nubes. Lo había perdido, supo que su única oportunidad de conseguir algo más que una…
¿Cerveza? Si, ¿no había dejado una a medio terminar en algún lado? ¿En la mesa para poder orinar más cómodo entre las plantas?

3 comentarios:

dijo...

Aveces no vemos el valor de las cosas, o no lo imaginamos...
besos

Unknown dijo...

¿Cuantas veces habrá sucedido algo semejante?

Anónimo dijo...

Creo que el error que comete el hombre es darle valor a las cosas más allá de las cosas mismas, el materialismo terminará por asesinar al hombre, acordate enredada que yo dije eso.

Miles, millones, miles de millones, O tal vez ninguna. ¿Quién puede saberlo, patto? Yo no lo sé.