Sabía que no tendríamos que haber
abandonado aquel quinquerreme en esa isla perdida. Debimos haberlo incendiado.
Fácil resulta ahora imaginar que los perros romanos lo encontrarían y podrían copiarlo.
Porque sólo de ese modo lograrían realizar una obra de ingeniería siquiera similar
a la nuestra.
Seremos eternos aliados, prometieron
para arrastrarnos a la guerra contra los hélenos. Nunca olvidaremos su ayuda, repitieron en su apestoso Senado más de
una vez; lo sé, yo estaba allí. Y, en cuando lograron salir de la sucia ciénaga
donde vivían, comenzaron a conquistarlo todo. Debimos haber previsto que no se
contentarían con derrotar a sus vecinos más cercanos.
¿Cómo es posible
que estos toscos hombres, poco imaginativos, carentes de toda grandeza y que
sólo sirven para luchar se atrevan siquiera a atacarnos?
Y todo por un
barco abandonado.
Los veo
avanzar veloces hacia nuestras costas, orgullosos con sus estandartes flameando
al viento, creyéndose capaces de superar a nuestra numerosa flota, a nuestros
marinos nacidos en el agua, de llegar hasta nuestras fortificaciones. Ellos,
que recién ayer han aprendido a flotar fuera del pantano en el que nacieron.
Nuestros
gloriosos barcos abandonan el puerto para encontrarse con los ladrones de
inventos, prestos a defender lo que nos pertenece y demostrar que, aún con las
fuerzas diezmadas por los años de constantes enfrentamientos, no nos derrotarán.
A pesar del fuego griego que lanzan contra nosotros, seremos quienes al final
triunfarán. Pero, ¿qué son esos gritos?
¿Acaso aún veo
más barcos romanos, allí, en el horizonte, sobre el mar? ¿Será posible que sean
tantos? ¡Es inaudito! ¿Han talado hasta el último árbol de su tierra?
¡Te maldigo
romano por imponernos ésta guerra! ¡Te maldigo capitán, por abandonar aquél
barco cuando lo mejor era destruirlo! ¡Me maldigo por no haber impuesto mi
voluntad como Embajador en ese momento!
Las lágrimas
nublan mi visión, el odio mi razonamiento. Sé que el error no fue mío pero, con
mucho pesar, sólo llamas puedo discernir en el futuro de la gloriosa,
inigualable y nunca superada Cartago…
3 comentarios:
fabuloso y genial...
realmente tus escritos son impecables y bellos
Gracias!
No puedo agregar más
Una vida pasada, tal vez?
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