La taza de café humeaba junto al
cuaderno.
¿Un viaje iniciático? Pensó.
Desechó la
idea mientras daba el primer sorbo. Lo encontró amargo.
¿Suicidio? ¿Depresión crónica? ¿Apatía hacia
la vida?
Dejó de lado
las tres ideas mientras agregaba una cucharada de azúcar.
¿Casamientos? O, mejor, divorcios
escandalosos.
Probó otra vez
el café y lo encontró aceptable; su idea en cambio, no prosperó.
¿Abusos en la infancia? ¿Abandono? ¿Soledad?
Mientras bebía
otro poco decidió que nada de aquello le gustaba.
¿Trabajos estrafalarios? ¿Vendedor de
pirulines? ¿Deshollinador?
No, tampoco;
además, si le preguntaban por su experiencia no sabría qué responder. El café
se acababa, la hoja seguía en blanco.
¿Drogas? ¿Alucinógenos? ¿Ansiolíticos?
Desconocía
toda sustancia extraña que no fuera el café. Por lo que tampoco podría ahondar
demasiado en esa dirección.
¿Un coqueteo con la homosexualidad?
Demasiado
obvio. Nadie lo creería, ni aunque fuera cierto.
Cerró
el cuaderno con furia. Definitivamente aquel no era el momento ideal para
escribir sus memorias. Además, ya no le quedaba café.
El editor
sabría entender, como siempre lo hacía.
3 comentarios:
Wo, mira vos qué bien armado está el texto!
Perdón, pero estas siendo irónica?
Pregunto, porque no caigo.
J.
Mmmmm... sería interesante conocer el devaneo esquizoide de aquel personaje. Su amigo imaginario de infancia hasta aquella que lo rebusca entre sus sábanas febriles... aquella que cuando despierta o enfoca bien la mirada... no existe. No en este plano.
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