En noviembre de 2005 se
realizaron en Filosofía y Letras unas jornadas llamadas: La mirada de la historia y la dimensión del futuro (o la utopía
contraataca – Episodio 1). Participé en ellaS exponiendo una interpretación
del libro Solaris de Stanislaw Lem.
La verdad es
que no asistió mucha gente, me esperaba que hubiera más interesados siendo que
la propia Universidad formaba parte de la organización, pero supongo que ha de
ser la mayoría de las veces. Por eso mismo les presento una parte de la
ponencia (entera sería muy larga para leer en este medio y, seamos sinceros,
nadie lo haría), espero la disfruten:
Filosofía y ciencia ficción:
En su afán por catalogar y nomenclaturarlo
todo, la crítica ha reducido el vasto
género de la ciencia ficción en cuatro tópicos en los que se encasilla cada
cuento y novela en un ejercicio que facilita la tarea del crítico (muchas veces
escritor frustrado o de escaso éxito).
Existen
entonces historias de contacto, el hombre encuentra algo, una inteligencia
(natural o artificial) que lo fascina o atemoriza, o fascina y atemoriza.
Historias de guerra, tanto dentro de la tierra como fuera de ella, en algún
lugar de la galaxia, hombre contra hombre, hombre contra lo que sea, y en
algunas oportunidades el hombre no participa en ella ni como observador pasivo.
Las historias
sobre robots, desarrollados o no por el hombre, pacíficos o agresivos, con
trasfondo histórico o pura invención. Y, por último, historias de filosofía y ciencia ficción (o ficción
filosófica), en las que se exponen teorías, ideas, o nuevas concepciones sobre
lo que significa el ser humano y la posición de este en el universo. O no.
Siguiendo
estos lineamientos, Solaris es una novela de contacto, pero no de primer contacto. Este ha sucedido hace
tiempo, siglos quizá, décadas tal vez. Hace tanto que se ha desarrollado una
ciencia para explicarlo. Porque ese contacto no fue lo que el hombre esperaba;
porque no encontró seres antropomórficos, con dos brazos, dos piernas y un
rostro al cual dirigirse al hablar, sino que encontró algo que, difícilmente,
se acerca a lo que se considera vida en el planeta tierra.
En Solaris el
hombre encontró un único ser, un ser del tamaño del planeta, que interpretó
como un océano conciente que no responde al estímulo de la presencia del hombre
como este hubiera querido. Y el hombre se sintió, no por primera vez en la
historia, golpeado en su amor propio. ¿Cómo comunicarse con algo, un ser, que
no posee boca que no habla nuestro idioma, que no articula palabras?
Allí donde no hay hombres, no hay motivos
humanos, reconoce Gibarian vislumbrando el problema, mas qué podía llegar a
hacer él, único entre tres, único entre millones, que pudo interpretar esa
diferencia. Para comprender a Solaris habrá, entonces, que destruir y volver a
construir la base de la ciencia, las fórmulas aprendidas para el pensamiento.
El hombre debe olvidar lo que ha sido para reformular su sistema de pensamiento
y su modo de encarar los problemas siquiera para comenzar a comprender el
problema.
El problema es
que no lo hace.
Solaris forma
una simetriada, ¿será eso una sonrisa?, entonces, los fungoides, ¿significan
que está enojado?, ¿y los mimoides? Y por qué mirar aquello con ojos humanos si
Solaris no lo es. Adaptación, adaptarse al nuevo medio es lo que el hombre
necesita.
Este contacto,
a la vez inesperado e incomprendido, sirve para rever todo lo que el hombre
creía como verdades universales. Gracias al océano sabe que, no siempre, la
naturaleza llega a las mismas respuestas, que tanto él como el océano son
accidentes de la evolución, y debe asimilar eso antes de continuar.
Se le agrega,
además, la dificultad de lidiar con sus propios fantasmas, aquellos que el
océano, en su afán por comunicarse, crea para el hombre. O podría ser un modo
de desviar la atención.
Cuando uno es feliz, el sentido de la vida y
otros temas eternos, no le interesan, reconoce Kelvin. Él es feliz, por un
tiempo, flotando junto al planeta en la deteriorada estación espacial,
entonces, ¿por qué rompería la ilusión buscando respuesta a todo aquello que
allí sucede, aunque sea esa la razón por la que está allí?
Lem utiliza un
océano inmenso, que en momento alguno pronuncia palabra, para reflexionar,
varias veces, sobre el papel del hombre tanto en su planeta como en su
dispersión por el universo, sobre la totalidad de la vida y la inmensidad de la
muerte y, quizá lo más extensamente tratado, la relación entre la memoria y la
realidad (¿es el mundo que habitamos, nuestra realidad, tal y como lo
recordamos o la memoria hace con él lo que desea?). ¿Un niño interpreta el
mundo de la misma manera que un científico que ha perdido su capacidad de
asombro bajo años de estudios? (no lo creo, y por esto siempre la infancia
queda en el recuerdo como una época fantástica, idílica, idealizada). Una
distorsión similar a la que produce el amor en la mente adulta, y Kelvin
descubre que continua enamorada de Harey como el primer día, que no la odia por
haberse suicidado, es que si ella no lo recuerda es mejor para él que nunca
comprendió por qué lo había hecho
Pero, a pesar
de encontrar en aquel lugar perdido del cosmos la respuesta a la soledad del
hombre, el miedo a lo desconocido deja su embotamiento aparente y regresa con
fuerza. Hay que destruir aquello que no se comprende, aunque regale placer y
dolor no puede continuar.
Solaris es un
gran cerebro entonces, con ondas como pensamientos que se materializan, se
destruyen y se regeneran. Pero, ¿qué sucede con un cerebro cuyo espacio
interior es invadido por otro? ¿Por qué irradiarle las ondas cerebrales de
Kelvin al océano? Él lleva menos tiempo allí, sí, pero está tan contaminado
como los demás y es quien menos quiere producir ese efecto. Y sin embargo se
deja convencer, por una casualidad o una acción deliberada de su Harey
fantasmal.
La gran
mente-océano es atacada por las ondas
cerebrales (sueños, recuerdos, o simple sinapsis) y desaparecen los fantasmas
que nada hacían al hombre. Mas no son estos los únicos que desaparecen. Los
fungoides y sus hermanos de origen pierden poco a poco su grandiosidad, su
espectacularidad, se desgranan como nubes en el viento dejando de ser. El
océano ha muerto como creador de fantasías. Solaris ha dejado de ser la
incubadora que recubría su exterior. ¿El hombre lo ha asesinado? Tal vez.
¿Descubrió algo en Kelvin? Nunca lo sabremos porque los tres científicos allí
abandonados han perdido las motivaciones para intentar una explicación.
Cuando la
historia llega a su final sabemos que el hombre ha dejado una huella de su
presencia fuera de su planeta. La humanidad pude quedarse tranquila pues pasará
a la historia como la asesina de un planeta, un ser que por no entenderlo
prefirió eliminar.
No quisiera
llegar a presencia ese momento, no sé ustedes...
La tapa del libro del cual hablo:
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Una versión corregida y
modificada de la ponencia se publicó como artículo bajo el título de Solaris, la utopía interrumpida en: Revista Digital Teoría Ómicon Año1, Número 4 (Ecuador, 2018)
Y también en: Revista Digital Axxón N° 289 (Argentina,
2019).
1 comentario:
Por si queda algún interesado, actualizo agregando los enlaces en donde puede leerse el artículo-ponencia completo.
Saludos,
J.
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