No conocía otra cosa que el silencio, esa ausencia de ruido que delataba que allí no había nadie más; aunque lo rodeaban innumerables sonidos fácilmente identificables en la naturaleza, fácilmente ignorados por quien no los busca, quien no los necesita, quien solo le interesa otro tipo de sonidos, eran esos los sonidos ausentes.
Estaba solo con sus pensamientos, solo para hundirse en las recriminaciones de sus errores, de aquellos que había hecho sabiendo que le perjudicaría o que dañaría a alguien más. Estaba en el lugar más oscuro de su mente aun encontrándose bajo el rabioso sol de la primavera.
Por la mañana recogía leña y revisaba las trampas buscando su almuerzo, su cena, lo que fuera, y se aseguraba de que las únicas huellas que veía eran suyas antes de regresar a su refugio. Por las tardes preparaba la leña para el invierno o realizaba cualquier otro trabajo necesario con sus improvisadas herramientas sobre las pieles y los huesos de los pequeños animales que lograba atrapar; las pieles eran útiles para el frío, los adornos con los huesos no lo eran tanto, pero le permitían mantener sus manos ocupadas. Si no había pieles ni huesos siempre había algo para hacer, para arreglar, algo que le permitiera agotarse, para que llegara la noche y dormir en lugar de continuar castigándose con tantos pensamientos. Pocas veces lo lograba, pocas veces se dormía antes de recriminarse unas cien cosas distintas. Sí, cien. Las contaba, las numeraba para no repetirse a la noche siguiente.
Las noches eran más duras, más extensas y extenuantes que los días. Por la noche pensar era más fácil porque el silencio era mayor, porque el mundo moría un poco cada noche para renacer al día siguiente. Para él no lo hacía así, él moría un poco cada noche, sí, y apenas lograba seguir adelante al día siguiente.
El silencio de todo lo humano no acallaba la sinfonía en el interior de su cabeza. Nada lo hacía. Allí parecía escucharse más fuerte, tendría que haber pensado en eso antes, mucho antes, no sabía cuánto antes, pero sí antes de que dejaran de venir a buscarlo e intentaran convencerlo de regresar. No regresaría, porque regresar podría afectar a alguien más, podría lastimar a quien no había considerado. Allí, solo y en silencio, se lastimaba a sí mismo. Así lo creía, así lo sentía. Claro que dudaba de que fuera así, porque la duda, el error, el silencio, la ausencia, son otras formas del dolor.
Lo sabía, se lo repetía cada mañana, cada noche, cada atardecer, a cada instante. Cuando la felicidad se desvanece lo que queda es el dolor. Y no somos más que la sumatoria del dolor que hemos causado, a nosotros mismos, y a los demás también.
20 comentarios:
Algunas soluciones terminando siendo peores que los problemas que le dieron lugar.
Saludos,
J.
Es que cuando dormimos somos vulnerables, porque no podemos defendernos. Por eso el cuerpo sabiamente se resiste a dormir, porque sabe que hay la probabilidad de no despertar, de no volver.
Ese miedo a dormirse viene codificado en los genes, porque éramos presas de mounstruos ... (osos, tigres, leones, lobos e incluso chimpances)
Me gusto el relato. Te mando un beso.
Un abrazo.
Buen relato.
salut
Es la congoja a enfrentarnos en el espejo a nosotros mismos. Lograr el silencio pese al azogue de ideas, pensamientos que se anticipan para vivir con desapego el presente. Pero tu personaje desanda un camino más tortuoso, en el que la noche, y nuestra mente cruel no tienen más entretenimiento que a nosotros mismos. Un abrazo, J. Cruel relato, en el que tu personaje no está realmente solo, sino con sus monstruos personales. Me ha gustado mucho. Cuídate.
También hemos causado felicidad, eso puede aliviar los malos pensamientos nocturnos.
Un saludo.
Dicen que el mal se vuelve contra sí mismo. Aunque hay datos históricos que demuestran que no siempre es así. Al hilo de tu entrada se me plantea una pregunta: ¿El fin siempre justifica los medios?
hombre fustigarse por lo que hizo, vale. pero por lo que podría hacer...
.e recuerdas a un amigo que suspendío el examen de conducir porque entró en una calle, que "podría haber sido de doble direccion" ( en cuyo caso habría jma señal), demasiado por el centro de la calle.
yo podría tener tanta memoria como para recordar 100 cosas que he hecho, en una noche, pero...
abrazooo
A veces nuestros pensamientos son nuestro peor enemigo.
Muy bueno!
Viven mejor los inconscientes, los que olvidan todo lo malo que han hecho y siempre saben justificarse. Para ellos siempre habrá una cama limpia y un fuego calentito.. para el resto, el exilio...
Esta última frase, José, es realmente impresionante. Me ha llamado mucho la atención:
"Cuando la felicidad se desvanece lo que queda es el dolor. Y no somos más que la sumatoria del dolor que hemos causado, a nosotros mismos, y a los demás también."
Salu2.
A solas con su dolor a cuestas será difícil que consiga dominarlo. Pero entre la gente quizás fuera peor. Difícil dilema
Nuestra cabeza atesora dolores viejos que al unirse con los nuevos y con el silencio nos llegan a enloquecer. Muy bueno José.
mariarosa
Me gustó el escrito
La sumatoria de dolores propios y ajenos causados por nosotros
Abrazos
Es evidente que el solito se había condenado a muerte a través de la flagelación, porque lo hace metódicamente, y sin pensamiento de redimirse, con la única diferencia de que siempre se hizo sobre todo en comunidades religiosas a través de látigos, correas y otros utensilios algunos de ellos metálicos; y él lo hace a través de su mente en una búsqueda vehemente de la locura...Ya lo dice ese tan manido refrán: "que el que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe a gloria.
Me gustó mucho tu relato.
Un abrazo, José Antonio.
¡Qué horror! menuda tortura la que condena a este hombre, porque es verdad que no hay silencio más ruidoso que el de nuestra mente, mucho más como cuando tal cual sucede a tu personaje, no deja de reprocharse y recriminrase sus errores... durante la noche!! qué largas se hacen así... tal cual lo describes tan maravillosamente en tus letras. El mayor error de un ser humano, es quedarse a solas escuchando a su dolor, siempre el peor compañero.
Abrazo fuerte!
Boa Noite e bom final de semana meu querido amigo José.
oug! está nihilista, se atrapa a sí mismo dentro de su mente dolorosa, no importa la distancia ni el espacio: el dolor de poder causar dolor lo sigue en la realidad y el sueño.
Saludos José, feliz fin.
No sé, estos escrito se están poniendo muy orientales: medio budistas, medio uruguayos.
Abrazos
Los sonidos ausentes, me has hecho pensar en eso... me acabo de dar cuenta de lo mucho que los echo de menos.
Besos.
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