domingo, 15 de mayo de 2016

Año Dieciséis, Semana Cuarenta y Tres

Una semana más que agregar a la lista de las que han pasado.
            Podría decir, cayendo en uno de los lugares más comunes de la literatura y el sentido común, que ni siquiera me percaté de su paso. Era domingo y estaba escribiendo en el blog y de pronto ya era sábado por la noche nuevamente. ¿Y el resto de los días? Se perdieron en algún recodo del camino. O quizá sea que logré finalmente perfeccionar el piloto automático y puedo dejar de atender a los lugares en los que me encuentro y las actividades que debo realizar. Como sea, pasaron siete días.
            La intención era dejar un registro de lo que hacía durante el año, y ni siquiera eso fue posible. Porque el año casi termina (en la semana Cincuenta y Dos, como se debe) y salvo las diez páginas mencionadas la semana anterior, continúa todo del mismo modo. Siempre a la espera de algo más, de algo nuevo, de algo diferente, pero sin la intención de salir a buscarlo.
            Alguien alguna vez me dijo que si había algo que me gustaba hacer no me dedicara a estudiarlo. Me gustaba escribir, y no estudié literatura. Y si hubo un error en algún momento, un camino que se torció, algo fuera de lugar, tal vez fuera ese detalle. Porque, claro, soy profesor de historia y los profesores de historia no podemos, no debemos, saber nada de otras asignaturas; solamente los profesores de literatura están capacitados para hablar de libros, solamente los profesores de arte están capacitados para hablar de arte.
            Los de historia somos los aburridos que solamente sabemos hablar de, como no podía ser de otro modo, de historia. Claro que el arte y la literatura están atravesados por la historia, pero hacerles entender algo tan sencillo como eso puede ser más complicado que enviar un satélite Spútnik al espacio usando solamente un clip para papel y una caja de fósforos.
            Y por cierto que me voy quedando sin fósforos en últimos meses.
            Tal vez la semana próxima haya algo para remarcar.


Siempre con la sensación de que la fiesta es para los demás, 
nunca para uno mismo...
Sí, esta foto es mía.

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Entiendo eso del paso del tiempo. Y que la fiesta parezca ser siempre para otros.
Planteaste algo interesante. Que se puede revertir, la historia está atravesada por el arte, por la literatura, etc.

Tal vez yo no haya avanzado significantemente, pero algo he avanzado.
Tal vez pueda dibujar mejor de lo que suponía. Y estoy en un taller de dibujo modelo vivo.

Xindansvinto dijo...

La semana que viene, con un seis y un cuatro... En verdad que no sale la cara de su retrato, sino tan solo el esbozo de una espiral cualquiera. El tiempo goza de privilegios extraños, como escaleras sin peldaños y cosas así. En suma, a fin de cuentas, con un seis y un cuatro decíamos, los cuentos de uno mismo son como la historia de todos, tienen una matriz que narrarse. El aderezo del tiempo bien podría no ser más que lo algunos llaman página en blanco. Salud, pues.

la MaLquEridA dijo...

Algún día la fiesta será para ti, entonces tampoco estarás conforme.


Un abrazo

Martha Barnes dijo...

Es verdad ,pero yo creía que me parecía solamente a mi, porque soy ansiosa,,Bueno ,se hizo realidad "El tiempo vuela"cariños Martha