Años de preparación nos llevó organizarlo todo.
Sería un viaje extenso y fructífero. Por eso calculábamos hasta el último
segundo y el último centavo que invertiríamos en él. Principalmente porque sabíamos
que nada debía de salir mal ya que, de hacerlo, sería un fracaso total de
nuestra parte. Algo demasiado dramático a lo que sobrevivir. Algo a lo que
mejor no sobrevivir.
A
eso se debía tanta meticulosidad, tanto empeño en cálculos, en recavar
información, en aprender los idiomas necesarios (mandarín, ascii, klingon y
neocriollo entre otros), para que la comunicación fuera fluida. Para eso la
diversificación de nuestras inversiones a lo largo y ancho del calendario y del
planisferio; era necesario saber cómo, cuándo y dónde íbamos a estar en cada
momento.
Controlábamos
tantas variables que nos parecía tener en nuestras cabezas microprocesadores de
última generación, de esos que se actualizan sin necesidad de descargas de
software malicioso ni beneficioso de ningún tipo, sólo con la propia voluntad
de hacerlo. Nos sentíamos imparables, invencibles, invulnerables.
Supongo
que, tal vez por unos pocos instantes, realmente, lo fuimos. Gobernábamos
nuestros destinos y nuestro mundo como mejor nos parecía. Cegados por la
grandilocuencia de nuestro poder, juventud y conocimiento, fuimos incapaces de
verlo venir.
La
subjetividad que siempre rodeó a la noción de tiempo nos jugó en contra.
Supusimos que deteniendo nuestros relojes, escondiendo las pilas que los hacían
funcionar, trabajando los mecanismos de los que caminaban a cuerda y aún
destruyendo los péndulos del mundo entero. Seríamos inmortales, al menos
brevemente.
Porque
inteligentes y sabios como supimos ser, olvidamos que el tiempo había existido
siempre, y que los relojes son sólo juguetes en manos de niños que le temen a
la posibilidad de que esa noche que a veces denominamos muerte y que, luego de
la cual, ya no veremos ningún sol inundando el horizonte.
Años
de preparación nos llevó organizar un viaje que nunca, jamás, seremos capaces
de realizar.
8 comentarios:
Ya lo saben, no por mucho preparar, las cosas salen mejor.
Suerte
J.
Nadie ha vencido al tiempo, ni siquiera la muerte. Él sigue como si nada avanzando a un lugar al que nunca ha de llegar.
Me gustó.
Saludos
Una forma de hacerle trampa es ir muy rápido para que pase un poco más lento.
Me gustó lo del neocriollo.
No sé si es peor ser consciente de los veloces pasos del reloj o permanecer ajeno a ello. Aunque supongo que siempre es mejor saber...
Sgt. Pepper.
¿No se dice, pues, que la vida es lo que ocurre mientras planificamos?
:)
Creo que todo tiene un porque y sirve en algún momento, Cariños Martha
Discrepo de Sgt. Pepper. Creo que lo mejor es no tener conciencia del tiempo. Nos hacemos viejos, nos frutramos cuando somos conscientes de ese tiempo. Mientras que no lo somos... ¡Solo lo disfrutamos!
El tiempo, ese intangible cuya creencia aceptamos porque no acertamos a entender que las cosas cambien.
Se cuenta que meterlo en un frasco de arena para intentar dominarlo fue un fracaso y que por eso vivimos sometidos a él.
Salud, suerte y nuevas dimensiones.
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