—¿Quién le dio su nombre al cielo? —preguntó el
sobre de aderezo caducado en un otoñal abril de un hemisferio inexistente—.
¿Quién nombró los planetas y las estrellas?
—Por mi parte —dijo el ketchup
vencido en alguna revolución caduca de un olvidado octubre—, quisiera saber
cómo es que albergas tantas dudas en tu interior.
—Tal vez, si respondes a mis
preguntas, yo pueda responder a la tuya.
—Dudo mucho de que seas capaz de
hacer eso —dijo el ketchup de octubre, le veríamos una amplia sonrisa de no ser
porque carece de rostro—, pero hagamos el intento.
Permanecieron en silencio girando
sobre sí mismos, acercándose o alejándose por momentos, hasta que el ketchup de
octubre habló nuevamente.
—La culpa la tiene el miedo —dijo y
previendo la intervención de su compañero de deriva cósmica, continuó—, a lo
desconocido, a no saber qué es lo que nos rodea, a nosotros o a los demás, a quien
haya inventado las palabras para nombrar los objetos.
—¿Por qué? No lo comprendo —dijo el ketchup de abril.
—Porque de esa forma, conociendo los
nombres de todas las cosas, se las rebaja a nuestro nivel, las conocemos aún
sin verlas. Decimos mundo, apocalipsis, dios, Juan Salvo, y la comprensión de
esos términos nos ayuda a continuar viviendo.
—Entonces…
—Metafóricamente hablando, le
restamos poder e importancia dándoles nombres, poniéndoles títulos como rey,
duque, gerente o presidente, que no significan nada, que no otorgan dignidad,
al contrario, exponen a quien los detenta al ridículo y al escarnio.
¿Comprendes?
—Si, creo que sí —respondió el
ketchup de abril.
—Bien, porque ahora tienes que
explicarme tus ansias de conocimientos y tu capacidad de hacer tantas
preguntas.
—Es que, lo que sucede —dijo el
ketchup de abril—, verás sólo sé que no sé nada…
5 comentarios:
¿La marca de la catsup era Sócrates? Je
Muy buena la idea de que al nombrar las cosas las reduzcamos. Todo nombramiento sería, bajo esta perspectiva, una reducción, una síntesis, una suerte de esbozo, algo siempre inacabado. Me gustó mucho el planteo. Un saludo, José
Para los judìos conocer el nombre o darle nombre a algo era apoderarse en cierta forma de elllo (por eso no nombraban a Dios con su nombre). Exacto, no habia caìdo en eso: que los tìtulo mas que dar dignidad exponen a la gente. Que buena. Saludos, primera vez q te visito
Interesantes planteos de los caducos.
Alguna vez leí que teníamos la manía de nombrar todas las cosas, seres y realidad que nos rodea para estar permanentemente en contacto y comunicarnos con los demás. Si no tuvieran nombre que los describiera no podríamos hablar entre nosotros. Pero tu reflexión es aún más profunda.
un abrazo profesor
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