martes, 3 de julio de 2012

La Frase


La primera vez que repitió esa frase, como ocurre con cada cosa que se desconoce pero se ansía, no la comprendió muy bien.
Aún así, la tomó como estandarte de su universo personal. La repetía antes de comenzar cada actividad, cada acción, cada reacción. Incluso delante de aquellas personas que la comprendían menos que él. Pero no importaba. La frase, su frase (aunque fuera de autor desconocido), lo hacía sentir mucho más seguro (de sí mismo, se entiende), más cercano a los dioses aún siendo un simple hombre (y no una mujer cercana a la ignorada madre) y le daba fuerzas
Si las cosas sucedían de ese modo, alguna razón habría. La duda no lo tentaba, la emoción tampoco. Simplemente pasaba los años viendo su cabeza poblarse de canas y su entendimiento acercándose al cenit de su iluminación antes de que, como el astro rey, comenzara a declinar. Nada carecía de valor, nada era valioso en demasía.
No, no lo era. Porque luego, cuando el flujo de su sangre se detuviera, nada más habría.
Y, dicen, la vida lo hizo sabio, le concedió los honores de la sabiduría y la soledad del anacoreta que cree lograr algo nuevo alejándose de cuanto existe; como si quisiera aplicar todas sus fuerzas a ignorar que cada ser vivo muere solo.
La vida le dio el entendimiento suficiente para encontrar infinidad de sentidos a su fatuo estandarte, el mismo que hizo labrar en su lápida y estaba en las tarjetas de participación para sus exequias.
Tal vez alguien recuerde con extrañeza la gris tarde de otoño en que recibió la tarjeta en la que sólo podía leerse: En una nueva oportunidad no reside el cambio, la ausencia ni el interés.
Pero, su nombre, como podía esperarse, pasó al olvido.

3 comentarios:

Pazchi dijo...

Todos tenemos alguna que nos resuena constantemente, y que muta a medida que maduramos.

Un gusto

=)

Martha Barnes dijo...

Hay frases que las decimos,casi sin pensar,porque la aprendimos sin darnos cuenta,cuando chicos. Muy interesante tu historia. Martha

José A. García dijo...

Gracias Pazchi Y Martha por sus comentarios.

Algunas frases te marcan a fuego, aún cuando no se las comprenda.

Saludos a las dos.

J.