Presionó la tecla número uno. En la pantalla
apareció un seis. Presionó, entonces, la tecla número seis. En la pantalla se
iluminó una letra ele.
La máquina volvió a estropearse, pensó lamentándose por la pérdida de tiempo.
Sin saber si debía sonreír o no ante semejante retraso. Pero, el informe a la
Dirección sí debía pasarlo, sin perder tiempo, para que no le descontaran del
sueldo. Como si fuera su culpa que la máquina no funcionara adecuadamente y,
semana por medio, sucediera lo mismo.
Claro que si la empresa se decidía a
cambiar la obsoleta máquina de calcular, tendrían que modificar todo el mueble
sobre el que se apoyaba, quitar el escritorio, tal vez romper la pared para
sacarla. La excusa perfecta para dividir la oficina en pequeños cubículos
idénticos, higiénicos e impersonales llenos de desconocidos.
Ante todo, era eso mismo lo que quería
evitar. Años de esfuerzos vacíos le llevó ganarse la oficina, horas extras,
corridas a contrarreloj, gastritis y suelas besadas. Si existía algo a lo que
no podía renunciar era a esa oficina.
Suspiró sin saber qué hacer, dándole
vueltas a un asunto sin más que una única solución.
Reinició la máquina y esperó a que
los sistemas volvieran a ser operativos.
Escuchó los pin, pan, pun, los cla,
cla, cla cada vez más rápidos, y el extraño fixxxxxllluuuu, que emitía la
máquina como si se tratara de un mantra que calmara sus nervios.
Seis minutos, cuarenta y cinco
segundos, después, presionó la tecla número uno, en la pantalla apareció un
nueve.
Suspiró otra vez reclinándose en la
incómoda silla; miró hacia un costado, la ventana estanca, esa que no podía
abrirse, no era más que un ojo ciego mirando el cielo gris. Quince pisos. Los accionistas
de la empresa sabían muy bien por qué esa ventana no debía abrirse nunca.
Presionó la tecla nueve, vio apareció
una letra ‘A’ mayúscula.
Iba a ser un día muy, muy, largo.
11 comentarios:
Después de tanto arte como el de la entrada anterior, un poco de literatura clásica y aburrida...
Saludos
J.
Ningún aburrida, a mi me entretuvo 3' y me deja pensando que la gran mayoría de nosotros tenemos laburos que nos tienen mas que hartos, por suerte en ese punto justo y limite las ventanas del los edificios altos son estanca.
Un beso pibe.
Tere.
¡Pobre tipo!!! En todo sentido...
mas de uno debe sentirse así en su trabajo....mas que entretenidos tus relatos, tienen temas originales...beso!
jaja, la mía simplemente se ponía la pantalla en negro, con el cursor agigantado. Pero yo también me repetía que iba a ser un largo, largo día.
la monotonía laboral del oficinista es triste reflejo del mundo de hoy, el hombre y su máquina llegan juntos al final de la vida útil...
saludos
Es triste que las preocupaciones de una persona dependan de los intereses de sus empleadores...
Aahh esos son los encantos de la vida laboral.
Abrazo.
Vacío, estrés, desgana, desencanto...
Un beso.
Bueno, Josè! Al menos es literatura (algo que me gustaría lograr hacer siempre).
Justamente mi máquina calculadora actualmente está por ser reemplazada por similares síntomas (y espero llegue cuanto antes ya que mañana tengo que arrancar el día apoderándome de una ajena).
(¿Conformista?) Manco Cretino
me encantó, lo voy a publicar en Breves no tan Breves...
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